A la hora de abordar el tema del acoso escolar o del ciberbullying solemos quedarnos en los aspectos más comportamentales de este: en el tipo de relación que se genera y en cómo se retroalimenta. Los síntomas físicos y psíquicos que afectan al niño se suelen comentar más de soslayo y resumiéndolos en ansiedad y depresión. Todo ello, a pesar de la expresión que ambas conllevan en forma de insomnio, problemas gastrointestinales u otras formas de psicosomatización. Sin embargo, hay mucho más. Descubre qué es el secuestro emocional y cómo afecta a los niños en su entorno social más inmediato del colegio en el caso de haber acoso escolar.
El secuestro emocional fue acuñado por primera vez por Daniel Goleman, psicólogo y periodista norteamericano muy conocido por su teoría de la inteligencia emocional.
Según este autor, ante una circunstancia emocionalmente intensa, nos sentimos atrapados por la situación y por las emociones generadas por esta. Como consecuencia, se producirá en nosotros una especie de respuesta de emergencia en la que responderemos de forma automática y solamente a la parte emocional, bloqueando la solución racional.
Una vez superado este episodio, puede suceder que la persona que lo ha padecido ni siquiera recuerde bien lo sucedido y le quede como una especie de nebulosa de confusión sobre lo que ha pasado, sobre cómo ha respondido así y por qué.
Al igual que cualquier tipo de abuso, otra de las “sombras” del bullying tiene un carácter completamente emocional al estar regulado por el sistema límbico, que viene a ser nuestro sistema más primitivo, y el que nos pone en alerta cuando nuestra vida corre peligro.
Para que nos entendamos, la respuesta que se activa en el niño cuando le acosan puede ser similar a la que sintiéramos cualquiera de nosotros si estuviéramos siendo acechados por un asesino con una sierra eléctrica, activando nuestros mecanismos primarios de defensa. Así lo explica el psicólogo Agustín Merino Delgado, psicólogo especializado en neuropsicología de la violencia, quien asimismo da conferencias sobre la divulgación del acoso escolar.
En el sentido emocional, el bullying reproduce los escenarios susceptibles de producir un secuestro emocional de forma repetida. “El bloqueo y la exclusión social, la manipulación de imagen, las coacciones, insultos, amenazas y agresiones físicas, la manipulación y hostigamiento verbal propios del bullying generan una disposición extraordinaria del sistema límbico, y concretamente de la amígdala, hacia dicho tipo de estímulo”, asegura Merino. El resultado es que “provoca un desbordamiento emocional descomunal, induciendo en el niño su anulación de la capacidad de pensar y reaccionar con claridad”.
Sucede así porque en casos extremos que el organismo entiende como de supervivencia, “la atención se centra exclusivamente en dar respuesta, a las emociones que van generando los estímulos violentos de ese momento, impidiendo llevar a cabo sus procesos de racionalización.” Se produce entonces este secuestro emocional o “secuestro amigdalar” o “secuestro límbico”.
Ante situaciones extremas el organismo reacciona con tres diferentes tipos de respuesta: la preparación para la lucha y confrontación, la huida o la paralización. Esta última sería la que corresponde al secuestro emocional: una especie de “congelación” que nos inmoviliza y deja desconcertados en la medida en que nos aleja del pensamiento racional y cognitivo.
Si es una respuesta que aparece en el adulto, podemos imaginar la facilidad con la que podría dispararse en un niño, ya de por sí inmaduro y sin recursos psicológicos o intelectuales para poder enfrentarse a una situación estresante de gran magnitud.
Actualmente se sabe, gracias a la neuroeducación, que el aprendizaje está muy vinculado a la generación de emociones positivas. En la medida en que estas se generen, se facilitará el aprendizaje.
Por el contrario, los sentimientos de tristeza, ansiedad o falta de autoestima repercutirán muy negativamente. Este bloqueo en el aprendizaje será especialmente acusado si, por causa del hostigamiento en el entorno del colegio, se producen situaciones del mencionado secuestro amigdalar.
El secuestro emocional o límbico es, por definición, corto. Su duración es de alrededor de 30 segundos, y durante ese espacio de tiempo el niño puede perder el control muscular y ver afectada su memoria y capacidad cognitiva, dejándolo paralizado durante todo ese tiempo.
Aunque las situaciones que precipitan estos episodios a menudo tienen que ver con el acoso escolar, también podrían producirse tras sufrir cualquier tipo de impacto emocional negativo fuerte, como podría ser un abuso físico, psicológico o sexual por parte del adulto.
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