La casa de la cortina moiré o cómo hacer del ladrillo un elemento decorativo
Es imposible no admirar la versatilidad del ladrillo de terracota, capaz de amoldarse a las más excéntricas posiciones. Para muestra, este edificio de las cercanías de Chicago.
Segundas partes nunca fueron buenas o, dicho de otra forma, mejor que las primeras. No obstante, esto no es del todo cierto cuando hablamos de arquitectura. En este caso podemos decir que nunca segundas partes serán iguales a las primeras. La maravillosa utilización de los materiales de construcción ponen siempre al límite sus capacidades, tanto físicas como estéticas. Y en las situaciones límite uno de los materiales que más dan la talla es el ladrillo de terracota. Simple, sencillo y eficaz como ningún otro.
Una vivienda de dos plantas, 260 m2 y 1,2 millones de dólares
Para muestra, un botón. Esta semana viajamos a Evanston, una ciudad muy cerca de la populosa Chicago, en Illinois. Nos ha llamado la atención un increíble edificio construido entre parcelas abundantemente arboladas y gestado para un asesor financiero patrimonial llamado Robert Lipton, amante del arte y la arquitectura.
Parece ser que el señor Lipton necesitaba una vivienda y contactó con el estudio de arquitectura Brooks + Scarpa, con sedes en California y Florida. Vio en sus trabajos lo que buscaba, pero fracasó a medias, dado que los arquitectos se salieron del guion establecido y crearon algo nuevo para él. Obviamente, convencieron al promotor de su idea, y para finales de 2018 tenía ejecutada su nueva vivienda, un edificio de dos plantas y 260 metros cuadrados, que le costó 1,2 millones de dólares, unos 1,06 millones de euros.
Una fachada de ladrillo con vida propia
Lawrence Scarpa, el arquitecto proyectista, tenía las ideas muy claras desde el principio, y creó un hogar donde el material principal fuera el ladrillo, pero dispuesto de una forma muy especial. Aunque los lectores de The Luxonomist ya habían visto algo parecido hace unos años.
Lo que define la envolvente de la vivienda es una enorme fachada de ladrillo de 6,5 metros de altura. Una pared con elementos colocados de forma lineal, pero ligeramente desplazados de su eje, permitiendo un impresionante efecto moiré, y dando vida propia a la fachada.
Una fachada que cambia de forma por la luz
La posición de los ladrillos permite la entrada de luz a un patio delantero, que da a la fachada interior de la vivienda de dos plantas, totalmente acristalada. Esto hace que desde el interior del hogar se puedan ver distintas graduaciones lumínicas, según se va moviendo el astro rey.
En el exterior, el viandante no puede evitar sentirse atraído por una fachada que va cambiando de forma mientras camina, toda una sensación que no le producen el resto de viviendas, con las clásicas puertas principales con pavimento hasta la acera.
Para coreografiar mejor la escena de llegada al hogar, el diseñador colocó un camino de entrada a la vivienda de baldosas de hormigón en diagonal. De esta forma el acceso no es directo, y se puede contemplar la fachada en sus distintas facetas.
Una amplia vivienda de dos plantas
Al abrir la enorme puerta de acero, una sorpresa más, no accedes a la vivienda, sino que entras en un hall acristalado que da al patio exterior. Todo está concebido para disfrutar de las máximas horas de luz en una intimidad artística, pero el arquitecto lo refleja de otra manera: «Se puede ver a través de la casa desde el callejón de atrás hasta la calle de enfrente».
Por lo demás, la vivienda se distribuye de forma evidente. Una enorme sala de dos alturas provee a sus usuarios de salón y comedor, con baño anexo. La cocina ocupa también el mismo espacio, cubierta con carpintería blanca que contrasta con los tonos grises y caoba del resto de elementos.
En planta baja, unida a la vivienda por un corredor acristalado, hay una oficina para los momentos de trabajo o de reflexión. Y en la planta alta, el dormitorio principal, que da a la parte trasera del inmueble, y otro dormitorio de invitados sobre la oficina.
Una obra que contó con dos arquitectos
Al pertenecer a otro Estado, los arquitectos contaron con la ayuda de otros colegas, lo que habitualmente se llama Architects of Records, es decir, los que firman dirigen la obra y adaptan el proyecto a la normativa de la región. En esta ocasión, la labor recayó en el Studio Dwell Architects, quienes, además, contribuyeron como ingenieros eléctricos y constructora, eso sí, tuvieron la gentileza de dejar algo de trabajo para Louis Shell Structures, quienes se encargaron de la estructura.
La escalera y el suelo, los elemento más destacados del interior
A destacar en el interior, el pavimento de hormigón pulido de la planta baja. También la escalera, que empieza con tres peldaños de hormigón, que se transforman en roble en el cuarto, probablemente con una estructura interior de acero con revestimiento de madera de roble, y una barandilla blanca donde apoyarse.
El pavimento de la planta alta continúa con la misma madera, madera que oculta sistemas de calefacción y refrigeración radiantes, para amortiguar el frío o el calor según la época del año.
Una increíble fachada de ladrillos de terracota de Chicago
La fachada trasera está ejecutada con paneles de cemento y yeso, fabricados con cemento Portland reciclado. Esta es otra de las claves de la vivienda, el énfasis en utilizar materiales con bajo impacto medioambiental. Así, el pavimento de madera de roble está certificado por el Forest Stewardship Council, la pintura es no tóxica, y los azulejos reciben el sobrenombre de «eco». En los patios delantero y trasero, parte del suelo es de grava, y el acristalamiento Solarban 80, de la empresa Vitro, es de elevada protección solar.
Pero volvamos al elemento singular principal, la fachada. Está ejecutada con ladrillos de terracota de la región de Chicago, ladrillos que, debido a la materia prima, obtienen unos tonos bastante atípicos, lo cual hace que se utilicen para otros fines que no sean estéticos (paredes traseras, chimeneas, soportes estructurales ocultos…).
La utilización de estos ladrillos tiene doble lectura, la apuesta por los materiales de la región, y el reto de conseguir que su dudosa estética acabe siendo atractiva… ¿Lo consiguieron? Para mí, sí.
El reto de conseguir una fachada de efecto moiré
Para obtener el efecto moiré, y que no se les viniera la pared encima, el contratista ejecutó estructuras horizontales de acero (cuadradillos de 5×15), cada 80 centímetros de altura, dando estabilidad a las hiladas irregulares de ladrillos. De esta forma, el señor Lipton disfruta, con seguridad, de la luz natural durante el día, y por la noche deslumbra a sus vecinos con los rayos dorados de la luz interior de la vivienda que atraviesan la fachada. Vaya con el asesor financiero.