Menorca acoge Jardin d’Essai, la fábrica de sueños de Adel Abdessemed
Una finca menorquina del siglo XIX, que fue un antiguo cuartel, acoge las esculturas del artista de origen bereber Adel Abdessemed.
Las islas mediterráneas como Menorca tienen mucho que ofrecer también fuera de temporada. En el terreno cultural acabamos de disfrutar de una iniciativa en un entorno de lujo que ha llamado poderosamente nuestra atención. Se trata de la exposición Jardin d’Essai, del reputado escultor Adel Abdessemed, y que se puede ver en el Hotel Menorca Experimental. Un tridente del que hay mucho que contar.
El Hotel Menorca Experimental
Experimental Group, el grupo parisino regentado por Pierre-Charles Cros, Romée de Goriainoff, Olivier Bon y Xavier Padovani aspira a convertirse en una cadena de hoteles “con charme”. Y mientras tanto, “les 4 Garçons”, imprevisibles y únicos, eligieron una finca menorquina para montar su última aventura, el Hotel Spa Menorca Experimental.
La idea inicial fue la de crear un hotel que fuera “como una casa vacacional de artistas mediterráneos”. Un auténtico experimento al que no le faltaban ingredientes para salir bien.
Para empezar el edificio, que se ubica en una finca del siglo XIX en Alaior con 30 hectáreas de terreno. Ésta alberga un spa de cuatro estrellas y 43 habitaciones, 9 de ellas con piscina propia. Fue un antiguo cuartel y la antigua vivienda del comandante de la batería de artillería costera de Llucalari.
La exposición Jardin d’Essai
El jardín de este agroturismo de lujo ha servido de escenario para la exposición que nos ocupa hoy. Una muestra con tres obras de grandes dimensiones con las que el escultor Adel Abdessemed pretende “generar un diálogo sobre temas como la memoria, la violencia, la resistencia y la poesía”.
En el acceso principal al hotel se puede ver la escultura Inside (en portada). Una granada de aluminio recubierta con pintura verde militar en la que el artista juega con la doble acepción de la palabra “granada”. Por otra parte, la pieza de aluminio blanco, Cheval de Turin, se sitúa dentro de un corral rodeado de los típicos muros de piedra seca menorquines. Y por último, The Vase and The Sword, una vasija y una espada que se inspiran en el cine y la literatura japonesas.
A estas esculturas se suman otras bautizadas como Nature Morte, dibujos y ediciones limitadas que se distribuyen por el interior del edificio principal. Todas forman un discurso con el que Abdessemed habla, bajo su prisma, de la naturaleza, la explosión, la belleza y la muerte.
El reconocido Adel Abdessemed
Adel Abdessemed es un reconocido artista francés de origen bereber nacido en Constantina (Argelia) en 1971. Su obra bebe de los paisajes silenciosos y ásperos de las montañas de Aurés, que son “áridos y llenos de cicatrices. Es la tierra de los bereberes númidas”.
Estudió en l’École nationale des Beaux-Arts de Lyon y amplió el uso de materiales más allá de los medios tradicionales. Actualmente reside en París y es una figura destacada del arte contemporáneo. En 2012 recibió una importante retrospectiva en el Centro Pompidou de París y está representado en numerosas colecciones internacionales, tanto públicas como privadas. Su obra se mueve con temas como la libertad y la belleza, y es conocido por su exploración de cuestiones sociales y de identidad cultural. Además de reflexiones sobre la violencia, la animalidad o el entrelazamiento de la vida y la muerte.
La cabeza de Adel es una fábrica de sueños. Nadie puede cuestionar la obra de un artista, pues éste trabaja “atormentado desde su castillo” y jugando con fuego mientras se transmite a sí mismo en cierta manera a través de sus obras. A través de sus preguntas eternas, habla de sufrimiento y ve a los humanos como los animales más feroces de todos.
El caballo de Turín
En este contexto, la escultura más interesante de la exposición Jardin d’Essai es el caballo desarmado, Cheval de Turin (2012). Realizada en aluminio y de tamaño natural, parece enfadado y rebelde, en equilibrio sobre sus patas delanteras y con la cola y las patas traseras en el aire.
Según el artista, representa al caballo maltratado en las calles de Turín que llevó al filósofo Friedrich Nietzsche a sumergirse en un delirio compasivo. “En mi escultura, no es el caballo el que recibe los golpes, sino el que está a punto de darlos. Es como derrocar un poder. No quería que fuera un caballo que simplemente sufriera los golpes del látigo. Quería un caballo que reaccionara. Quería mostrar la diferencia entre agresión y violencia. La violencia como energía positiva y la agresividad como energía negativa. Y el impulso. El impulso de la patadita, símbolo del contraataque”.