La expresión ¡Estás quemada! Referente al trabajo ha dejado de ser sólo una manera de hablar y ha pasado a ser un síndrome. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el síndrome del BurnOut amplía la lista de dolencias. Este trastorno está directamente asociado al estrés crónico relacionado con el trabajo: ya sea como empleado a disgusto o como desempleado que necesita imperiosamente estar en activo. Sin embargo, la dolencia entrará en vigor en 2022, me sorprende que tarde dos años y medio en ser válida para bajas.
Pasamos muchas horas en nuestro trabajo y estamos sometidos a múltiples condicionantes que pueden hacer nuestra existencia más placentera o un tormento difícil de sostener. Este nuevo síndrome catalogado por la OMS se refiere al desgaste emocional que potencialmente podemos todos sufrir; según las propias estadísticas que maneja, es entorno al diez por ciento el número de trabajadores que lo sufre y un tres por ciento en estado grave. Un número suficientemente alto como para que comience a conocerse y diagnosticarse como debe, ya que los expertos apuntan que el principal problema está en el infradiagnóstico.
En España se han producido algunas sentencias a favor, no considerando el Burnout y todos sus síntomas como una enfermedad, pero sí como ‘accidente laboral’. Se reconoce que existe la dolencia, pero ahora es momento de poner en marcha el mecanismo para modificar legislativamente, y que se incorpore en el país el síndrome del Burnout dentro de las enfermedades de trabajo. No será fácil, ni lo está siendo el hecho de diagnosticarlo.
En 1974. el psiquiatra estadounidense Herbert Freudenberger acuñó por primera vez el término, y lo definió como “falta de motivación o incentivos, especialmente cuando no se alcanzan los objetivos deseados” Los principales elementos que podrían activar el botón de alarma de que pudiéramos estar padeciéndolo son: levantarte cansado a pesar de haber dormido siete horas, sentir que se deja la vida personal para atender la laboral y lo que debería presentarse como un desafío nos resulta totalmente indiferente. Si en un grado mayor o menor nos sentimos así, puede que suframos el síndrome.Otros síntomas físicos, además del agotamiento, sería el insomnio y dolores de cabeza.
¡Estar quemado! tiene unas consecuencias que van mucho más allá de lo que nos pensamos y, por ello debemos tener en cuenta nuestro comportamiento, incluso el cambio en nuestro carácter. Nuestra relación con el trabajo debe ser motivadora y positiva y, de no ser así, por salud tenemos que tomar medidas. Aconsejan la práctica de meditaciones como el Mindfullness, o los paseos por la naturaleza. Aumentar la vida social o acortar el tiempo de estar conectados a redes o con el móvil.
Los rendimientos y nuestra efectividad no están sujetos a nuestro control porque existen variables que modifican nuestros objetivos o metas. Digerir esas variables y aceptarlas es imprescindible para evitar que el síndrome de Burnout termine afectándonos. Disminuir la auto exigencia y amplificar nuestra tolerancia a la frustración puede contribuir a protegernos para no quemarnos en nuestro trabajo.
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