Ya se sabe que “ahorro y economía son la mejor lotería” o que “no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. Como éstas, hay otras frases con las que consolarnos de la intensa frustración que sentimos año tras año al descubrir, con estupor, que no nos ha tocado la lotería. Ni siquiera tras comprobar los décimos dos o tres veces. No nos engañemos, lo raro es que toque, pero aún así, jugamos. Y no perdemos la esperanza. Al fin y al cabo, la lotería de Navidad es parte de la tradición, y siempre que nos lo podamos permitir, ¿por qué renunciar?
Un poco de ilusión no hace mal a nadie. Eso sí, hay que saber que, incluso si nos toca la lotería, seguramente ni nos cambie la vida, ni con toda seguridad vayamos a ser más felices en el largo plazo.
Hay mucha gente que jamás juega a la lotería y lo considera una forma de tirar el dinero, como si estuviera despilfarrándolo en casas de apuestas. Dicha analogía tiene parte de razón, ya que es la base del propio sorteo. Los premios los pagan los que pierden, y ganan sólo unos pocos. Sin embargo, aquellos que son de la firme opinión de no jugar, a veces transigen y se saltan sus propias normas con el sorteo extraordinario de la Navidad. ¿Por qué lo hacen?
Uno de los motivos para jugar es la tradición y la costumbre, algo tan arraigado como el turrón o las peladillas, que siempre estarán ahí aunque nadie las toque. Además, es casi imposible no jugar, porque si no la compras tú, ya vendrán tu padre o tu cliente a regalarte con ilusión ese décimo de lotería que no quisiste comprar, haciéndote partícipe del sorteo. Bajo este principio, ¿por qué negarse? Rechazar un regalo así sería tan sorprendente como ofensivo para el que lo regala, que sueña con darte el número premiado.
Otra de las motivaciones más importantes para jugar es, sorprendentemente, evitar los efectos que tendría el que todos los demás ganen, menos tú. O sea, la envidia. Imagina por un momento que todos tus compañeros de trabajo llevan el número de la empresa menos tú. ¿Cómo te sentirías?
La necesidad económica es otra de las razones por las que se suele jugar. Y sí, este año ha sido malo, malísimo. Salvo para los fabricantes de mascarillas o los que lleguen a comercializar las vacunas, para casi todos los demás las cosas han ido a peor. Está claro que la pandemia pasa factura incluso a las grandes fortunas. Por eso, en esta ocasión nos vendría especialmente bien que nos tocara la lotería. Sin embargo, este es el hecho: no por estarlo pasando mal o por necesitarlo más por la crisis del coronavirus, tendrás más papeletas a la hora de ganar.
Como dice el dicho: “El dinero no trae felicidad pero sí quita la ansiedad”
Los expertos en materia de felicidad están hartos de explicar que lo material no es lo más importante. Aunque también afirman que esto sucede a partir de tener las necesidades básicas cubiertas. Así lo explica la psicóloga de Hardvard Daniela Pittman, remitiéndonos a algunas investigaciones de la psicología social, como la de la Universidad de Princeton, del año 2010.
Allí llevaron a cabo un estudio con 450 mil personas, demostrando que poder contar con una cierta cantidad de dinero para satisfacer necesidades básicas y educación nos alivia estados de ansiedad. “En conclusión, este estudio demuestra que en el momento que un norteamericano gana más de 75 mil dólares anuales no incrementa su nivel de felicidad, si no que disminuye”, nos resume Pittman. “Incluso los científicos piensan que ganar más puede ser contraproducente, ya que empiezan a sufrir depresión, quizás por estarse comparando con los demás”, añade.
Respecto a la lotería, la experta en felicidad nos desvela que la intensa alegría que sucede al décimo premiado es efímera. “Está demostrado que los ganadores de lotería se sorprenden a sí mismos de volver a su índice base de felicidad (baseline happiness) en cuanto se pasa el efecto de la euforia inicial”. En este sentido, “la felicidad del futuro de una persona correlaciona más con la felicidad de su pasado y de su presente que con factores como edad, status social e ingresos anuales”, asegura Pittman, haciendo referencia a otro estudio de Shawn Anchor, un prestigioso autor y conferenciante americano de la psicología positiva.
Dicho todo lo anterior, también es verdad que este año podría acaecer el milagro. En ese caso, ¿qué hacer con una gran cantidad de dinero cuando nos llega súbitamente?
Al margen de los consejos de inversión que nos pudieran proporcionar los expertos en finanzas, éstas son las fórmulas para gastar el dinero si te toca la lotería que te harán verdaderamente feliz.
-Invierte en experiencias antes que en algo material, y mejor si es en compañía de tus seres queridos. La compra de objetos tangibles proporciona una felicidad efímera. En cambio, con las experiencias compartidas se generan episodios susceptibles de recrearse después en la memoria. Estos recuerdos serán duraderos y nos traerán emociones positivas cada vez que los recordemos en el futuro.
-Concédete algún deseo. Podría ser algún capricho caro, por qué no. Aunque piensa que, en términos de felicidad, bien podría valerte la experiencia, como decíamos antes. Por ejemplo: ¿realmente necesitarías comprar un yate? ¿O te bastaría con alquilar un velero con tripulación el próximo verano con tu familia? Evita, ante todo, la compra de impulso de cosas excesivas. A la hora de elegir, ni lo dudes: nuevamente te aconsejamos objetos materiales que puedan vincularse a experiencias positivas.
-Usa parte del dinero para la caridad, para compartir, o para hacer alguna buena acción social. A la hora de gastar el dinero de la lotería, no inviertas en placer, que es la satisfacción efímera de la compra inmediata. Apuesta por la felicidad, que es algo a largo plazo e implica el acto de dar.
-Incurre en pequeños placeres más a menudo, ahora que puedes permitírtelo. Ir a hacerte la pedicura o algún tratamiento capilar con una amiga, reservar un masaje en un spa con tu pareja, o ir a cenar a un buen restaurante, te harán mucho más feliz que acometer ese mismo gasto en una única compra.
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