El consumidor consumido en tiempos del coronavirus

La crisis del coronavirus ha hecho que nuestra vida cambie de forma radical, pero una vez esto acabe, volveremos a ser consumidores y a trabajar para mejorar nuestra sociedad y economía.

Mario Garcés. 25/03/2020

Según Amando de Miguel, los hombres se clasifican en ciudadanos, contribuyentes y consumidores. Hubo un tiempo no muy lejano, probablemente hace un mes, en el que el consumo era una función extraeconómica en la que el hombre surtía sus necesidades sobre la base de elecciones basadas en el ocio y la excedencia, para dar paso actualmente a un género de ensayo sobre el consumismo comunista, y no será que alguno no lo había ya anunciado.

Cuando todo se restablezca, el consumidor no sólo seguirá consumiendo, sino que también seguirá decidiendo. Y no lo hará exclusivamente bajo principios de satisfacción personal de consumo, porque es portador de información acerca de los elementos que componen el producto, su procedencia, el compromiso social de la empresa y su incidencia exterior, en sociedades donde la información y hasta la sobreinformación volverán a estar presentes.

«España es un país comprometido con su sociedad y su bienestar»

Frente al consumidor tradicional, despojado de una conciencia crítica y convertido en mero destinatario de la cadena de producción a demanda de sus necesidades, el cliente actual seguirá siendo un sujeto exigente, que no sólo satisface una exigencia dada en una compra que realiza, sino que aspira a formar parte de un juicio y análisis global sobre la oferta que se le presenta.

Si hace cuarenta años la función productiva era neutral desde el punto de vista social por cuanto no tenía proyección ni incidencia en la transformación del país, ahora el modelo nos ha llevado a un sistema donde quien no desarrolla esa conciencia consciente de transformación, resulta penalizado en un mundo en permanente desarrollo y en constante examen.

«El compromiso invade a todos. Ahora más que nunca»

A esa apertura de conciencia ha contribuido, sin lugar a duda, la liberalización de los mercados y la concurrencia de múltiples sujetos mercantiles que han competido, de manera pugnaz, por hacerse hueco en el mercado de las preferencias y de las expectativas individuales y sociales.

Hay que ser optimistas, máxime sabiendo de dónde venimos y las metas que hemos alcanzado. Ahora, en momentos de dificultad, más que nunca. Y más optimistas porque España es un país comprometido con su sociedad y con su bienestar, pero no sólo las instituciones públicas, sino que existe una conciencia que invade a todos ciudadanos y organizaciones. Ahora, sí, más que nunca.

«El cliente actual seguirá siendo un sujeto exigente»

El mundo va a seguir transformándose y la era del cambio digital no ha hecho más que empezar, incluso en este momento de oscuridad. Dispuestos a aceptar el desafío del cambio, tenemos que estar dispuestos a cubrir el reto también de mantener nuestros valores y principios morales. La equidad, en un mundo pétreo o líquido, seguirá siendo equidad. Y de equidad se seguirá hablando no sólo en los Parlamentos y en los debates sociales, sino también en las empresas. Todo volverá a la normalidad, porque nos lo merecemos.

Hoy, en los tiempos difíciles que nos toca vivir, conviene recordar nuestros cuarenta años de transformación económica y social. Hoy más que nunca por paradójico que parezca. De la España de los pantanos y de la cultura de «La escopeta nacional», hemos pasado a la España maximalista que preserva el medio ambiente como un valor intocable.

La España de hoy que preserva el medio ambiente como un valor intocable.

De la España de la desigualdad y de la cronificación de las diferencias entre hombres y mujeres con roles extremadamente diferentes, hemos pasado a la España en la que la igualdad es una expresión de justicia irrenunciable. De la España en la que la pobreza y la exclusión eran atendidos por la caridad y por la beneficencia, hemos pasado a un modelo en el que la mejor manera de acabar con la vulnerabilidad es la participación en el empleo y en la actividad productiva.

De la España que recluía y abominaba de la discapacidad, hemos pasado a una España que defiende, como vanguardia y como razón de ser, la integración plena de todas las personas que la tienen. De la España autárquica y monopolista de prestación de servicios, hemos pasado a una economía dinámica y abierta, con garantías sociolaborales, donde lo público y lo privado deben convivir en pleno equilibrio.

«Todo volverá a la normalidad, porque nos lo merecemos»

De una España en la que las necesidades sociales no eran prioridad, hemos pasado a una España que sitúa al ciudadano en el centro de la decisión, como sujeto titular de derechos y obligaciones, y sin que tales preferencias deriven de ninguna formación política sino de la raíz social de nuestra propia Constitución. Y todas estas conquistas, a pesar del descalabro actual, han de ser irrenunciables. Adelante. Ya queda menos.

*Fotografía principal Joshua Rawson-Harris.

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