Gustav Klimt marca un nuevo récord con una de sus últimas obras
Sotheby's subasta la obra "Dama con abanico" por unos 86 millones de euros y se convierte en la obra de arte europea más cara vendida en una subasta.
La obra Dama con abanico quedó posada sobre un caballete días antes de que Gustav Klimt falleciera 6 de febrero de 1918. La pintura fue una de las últimas en las que el pintor austriaco trabajó antes de morir a los 56 años. Este detalle, corroborado por una fotografía tomada en su vacío estudio días después de su muerte, seguro que ha supuesto un aliciente para su compra.
Y es que Sotheby’s la acaba de subastar en Londres alcanzando una cantidad récord e imprevista: casi 86 millones de euros. Se convierte en la obra de arte europea más cara vendida en una subasta, superando el récord establecido en 2010 por una escultura de Alberto Giacometti (75,5 millones de euros). La puja apenas duró diez minutos.
La Dama con abanico fue una de las últimas obras de Gustav Klimt
Gustav Klimt comenzó a pintar la Dama con abanico un año antes de su muerte. Un periodo en el que el pintor experimentaba con nuevas técnicas, como venía haciendo desde 1912. El resultado fue «una de las mejores y más valiosas obras de arte jamás ofrecidas en Europa», según los expertos de Sotheby’s.
El pintor reflejó con sus trazos un hermoso, rico y seductor retrato de una mujer sin nombre, y reunió en él todos los elementos técnicos y la exuberancia creativa que definen la mayor parte de su obra. En ella están presentes patrones repletos de color, motivos orientales con un toque humano delicado y la luz, que hace que los retratos de Klimt sean tan buscados.
La búsqueda de la feminidad
Pocos pintores a lo largo de la historia han capturado la esencia de la feminidad como Gustav Klimt. Una noción trascendental conocida como éternal féminin que ha inspirado a generaciones de artistas a crear algunas de las obras más célebres jamás pintadas.
El comprador de la Dama con abanico no ha sido revelado. Hasta el martes, el lienzo formaba parte de una colección privada desde 1994. Hasta la década de 1940, la obra perteneció al industrial vienés Erwin Bohler. Posteriormente pasó a manos de su hermano y a la viuda de este último. Volvería a saberse de ella a finales de los 80, cuando se supo que la tenía el empresario y mecenas estadounidense Wendell Cherry.