Izquierda, izquierda, derecha, derecha
Lo que en el cotidiano devenir de la vida está perfectamente definido, en el mundo de la política genera tanta incertidumbre como confusión.
La Yenka no es una cadena de televisión auspiciada por el oro de Venezuela, ni tan siquiera es una guerrera distópica de un juego de consola y de consolación. La Yenka, en la era del reguetón, fue y es una canción de baile sincoronizado, con origen finlandés, que se convertiría en la primera canción del verano en los años sesenta de las carreteras secundarias en España. Su letra, si se lee sin aprensión y sin ajuste de ritmo y música, se antoja un himno militar: «Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres».
Siempre he tenido el presentimiento y hasta la presunción, de que el autor de esta letra tenía que ser un español, por mucho que les duela a los compatriotas de Alvar Aalto. Porque la melodía es una apología del estatismo y por ende de la personalidad patria. Somos contumaces en combinar, por intervalos regulares, la evolución y la involución, el progreso y la regresión, el crecimiento y la crisis, la inflación y la deflación, la inhumación y la exhumación. Y, como Sísifo, que fue el antecesor euskaldún del levantador de piedras, el «Harri-jasotzea», los españoles tendemos a hacer rodar por la ladera de nuestro destino colectivo las piedras que tan difícilmente han costado encimar, de modo que nunca perdemos nuestro centro de gravedad, porque no nos movemos de él.
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Jesucristo, quien por su propia naturaleza debía de ser ambidiestro, ya reconocía incompatibilidades e infidencias entre la mano derecha y la mano izquierda; así reza San Mateo: «no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha». Y esa proposición, en un mundo donde el ochenta y cinco por ciento de la población es diestra, es toda una declaración de intenciones. Reconozco que mi mano siniestra carece de la habilidad de la diestra, y es que confieso también que no he esforzado mi lado izquierdo, a pesar de que existen incentivos poderosos para aparear los dos flancos.
Pues zurdos eran Newton, Darwin, Aristóteles, Einstein, Gates, Da Vinci, Miguel Ángel y Picasso. En otro orden de relación, también derrotaron o derrotan por la izquierda Marilyn Monroe, Angelina Jolie, Miley Cirus y Lady Gaga. Aunque para zurdos, Pelé, Maradona, Messi, Nadal y Casillas. La izquierda no ha estado exenta de las sombras del mal, pues deberían haber celebrado el Día Internacional de la Zurdera el 13 de agosto de cada año, Hitler, Bin Laden, Chávez y Castro, a los que habría que sumar a Jack el Destripador. Ahora bien, para zurda memorable, la de Bart Simpson.
En política, hay quien se proclama de derechas y quien se inviste de izquierdas. Y luego nació el centro, como una franja entre dos orillas o como un purgatorio entre dos extremidades. Hay quienes enclavan una pierna en cada orilla, ya se levanten todas las tempestades del Mar Rojo. Ha habido ministros de derechas en gobiernos de izquierdas y ministros de izquierdas en gobiernos de derechas. Y hasta es posible que los elegidos para estas prelaturas ni siquiera fueran conscientes de este desvarío direccional.
Pero conviene formularse una pregunta previa, porque descontamos como una realidad preternatural que los militantes del Partido Socialista Obrero Español son de izquierdas y los afiliados del Partido Popular son de derechas. ¿Y si históricamente hubiese sido al revés? ¿Si en la asignación de posiciones a los primeros les hubiese correspondido la derecha y a los segundos, la izquierda? ¿Podría vivir un histórico del socialismo español como ciudadano de derechas? ¿Y a la inversa? Lo dudo porque el peso de la costumbre y de la interiorización de los sentidos lo impediría. Es como «El imperio de los sentidos» en un país que perdió el sentido de imperio.
La arquitectura variable de la izquierda y de la derecha tiene su origen en la celebración de la sesión de 28 de agosto de 1789 de la Asamblea Nacional francesa, cuando los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que propugnaban un derecho de veto moderado o nulo, a la izquierda. Pues hay que fijarse cómo hemos cambiado. Que en España se haya podido decir, sin rubor, que el Senado ostenta un derecho de veto y que la soberanía nacional radica en el Congreso y no en el pueblo es un delito de lesa majestad.
Que no se puede levantar uno o una con el pie izquierdo, es recomendación bíblica, ya que según la palabra de Dios, la derecha es el camino que lleva al paraíso, así como la posición en la que se acomodan los elegidos por Él. Desde el siglo XIX, es costumbre ancestral que ningún pescador en su cabal juicio suba al barco por babor. Pero es que, a mayor abundamiento y conocimiento, lo derecho, según la raíz etimológica, es lo recto y lo izquierdo es lo siniestro. Cierto es que esta reflexión es un mero recurso lingüístico y no condiciona la bondad de cada cual o de cada quien.
Pero lo que no ha de quedar ninguna duda es de que el baño siempre está al fondo a la derecha. Y no es fortuito el emplazamiento, pues existen teorías antropológicas que defienden que esa es la posición natural porque en un mundo en el que predominan los diestros, la tendencia es siempre a girar a la derecha. Hace algunos años, en pleno proceso de elecciones municipales, las Juventudes Socialistas lanzaron una campaña con el siguiente eslogan: «Si estás buscando el baño, al fondo a la derecha. Pero si te estás buscando a ti, el corazón está a la izquierda». ¿Será que los urólogos son de derechas y los cardiólogos de izquierdas? Será.
* Foto principal: Gtresonline.