Nuevo siglo, nueva energía. Adiós a los combustibles contaminantes
Ya nadie duda que necesitamos un nuevo modelo energético liderado por las energías renovables, ante la demanda social de acelerar la reducción de emisiones contaminantes.
El cambio climático no es ninguna broma. Sus efectos se dejan sentir ya en el clima, el medio ambiente y la salud de las personas. La ONU lo deja claro: “El cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo y supone una presión adicional para nuestras sociedades y el medio ambiente. Desde pautas meteorológicas cambiantes, que amenazan la producción de alimentos, hasta el aumento del nivel del mar, que incrementa el riesgo de inundaciones catastróficas, los efectos del cambio climático son de alcance mundial y de una escala sin precedentes. Si no se toman medidas drásticas desde hoy, será más difícil y costoso adaptarse a estos efectos en el futuro”.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se muestra categórico: “el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes. Existen pruebas alarmantes de que se pueden haber alcanzado o sobrepasado puntos de inflexión que darían lugar a cambios irreversibles en importantes ecosistemas y en el sistema climático del planeta. Ecosistemas tan diversos como la selva amazónica y la tundra antártica pueden estar llegando a umbrales de cambio drástico debido al calentamiento y a la pérdida de humedad. Los glaciares de montaña se encuentran en alarmante retroceso y los efectos producidos por el abastecimiento reducido de agua en los meses más secos tendrán repercusiones sobre varias generaciones”, añade su informe más reciente.
Uno de los sectores económicos que más puede aportar a la lucha contra el cambio climático es el energético. Sustituir las tecnologías que contaminan por otras respetuosas con el medio ambiente es relativamente sencillo y es una reclamación social cada vez más insistente. De hecho, las instalaciones industriales más contaminantes de Europa son las centrales eléctricas de carbón. Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), son responsables de un alto porcentaje de emisiones de CO2 a la atmósfera y constituyen la fuente de producción de energía que más gases de efecto invernadero emite junto a la combustión de petróleo.
Un total de 709 personas fallecen cada año en España de forma prematura a consecuencia de las centrales térmicas de carbón, según el estudio “Un oscuro panorama. Los efectos en la salud de la quema de carbón en España durante 2014”, presentado este año por el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente. Según el informe, la contaminación de las 15 centrales térmicas de carbón españolas provocó 459 hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, más de 10.500 nuevos episodios de asma en niños y pérdidas económicas de entre 800 y casi 1.700 millones de euros anuales.
Los expertos advierten de la necesidad de ‘descarbonizar’ el modelo energético para cumplir el Acuerdo de París, lo que conllevará el cierre progresivo de las centrales térmicas de carbón. Empresas eléctricas como Iberdrola ya han dado un paso al frente y se han comprometido con las renovables. La compañía ha anunciado el cierre de todas sus plantas de carbón en el mundo para centrarse en las energías limpias, una medida bien valorada por organizaciones como Greenpeace o WWF.
“La necesaria transformación del sector energético vendrá motivada por la demanda de la sociedad de acelerar la reducción de emisiones contaminantes, ante la evidencia de su impacto no solo en el medio ambiente sino también en la salud”, afirma su presidente, Ignacio Galán, quien cree que la descarbonización de la economía, para satisfacer una demanda creciente al tiempo que se hace frente al reto del cambio climático, conllevará una mayor electrificación.
En este escenario, resultará imprescindible desarrollar más renovables y más redes, para lo que se necesitarán unas inversiones a nivel global de 20 billones de euros hasta 2040. “Hoy somos referente a nivel global en la lucha contra el cambio climático. Un empeño que no constituye solo un imperativo moral sino que también ha sido, y sigue siendo, una gran oportunidad de negocio”, asegura Galán.