La normalidad según Adolfo Suárez en 1976: «A todo eso os invito. A quitarle dramatismo a nuestra política. Vamos a elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal». Ahora la «nueva normalidad». La «nueva normalidad» es un concepto absurdo, paupérrimo y antinatural. Nada hay normal en el comportamiento humano por mucho que el poder disciplinario de los nuevos políticos al mando y del mando de los políticos pretendan normalizarnos.
La libertad individual transforma la normalidad en una pamema propagandística que ni Orwell podría haberse imaginado. Propongo sustituir la «nueva normalidad» por la «verdadera libertad», aquella que incluso hace que nos arrepintamos y abdiquemos de nuestras conductas equivocadas. Ya se lo dije a Pablo Iglesias, en el terreno de las equivalencias gramaticales, normalidad es a normalización, lo mismo que nación a nacionalización. El poder coagulante de los sufijos.
No hay español inteligente que no haya intentado conectar lo que ocurre en este ensayo español de «nueva normalidad» a su filtro de la lógica tradicional, para llegar a conclusiones diferentes, incluso absurdas. Todos hemos hecho profecías sobre los políticos, sobre los Gobiernos, con prudencia e imprudencia, con frío y con calor, con postura y con impostura, con ira y con razón.
Cada día, en el intradía de la opinión, evolucionan tesis y contratesis al calor de una declaración, de una imagen o de un desencuentro. Nada tiene sentido. La televisión nos enfrenta a lo grotesco, a lo infame, probablemente a nosotros mismos. Hay quienes se han comenzado a agotar. Es lo que tiene el absurdo, que puede llevar al aburrimiento y a la desidia.
En los últimos meses en nuestro país avanzamos por un territorio en el que, súbitamente, nos hemos quedado sin mapa, y sin apenas advertirlo, comenzamos a sentirnos extraños en nuestro propio mundo. La «nueva normalidad» donde todos andamos por la calle con mascarilla como Curro Jiménez y el Algarrobo en Sierra Morena. Por cierto, cuando habíamos aprendido a reconocer sorpresivamente a nuestros vecinos en bañador por la playa, ahora hemos descubierto que podemos reconocer a nuestros perfectos desconocidos con bozal caminando por las avenidas del desconfinamiento.
Y es esa aspiración de una «nueva normalidad», la que nos despliega ante nosotros todas las contradicciones posibles, entre ellas, las mismas contradicciones humanas. El espectáculo de estos días en el Congreso, en primera persona testimonial, exigen de la mano del «pensamiento Alicia». De Alicia, niña y creyente, en su laberinto. Y aun así lo más probable es que no hallemos respuesta.
Alicia en el País de las Maravillas. La paradoja y el sinsentido en la literatura han sido territorios de ficción en los que, a golpe de ironía y de critica social, se postula un problema lógico y se le da la vuelta, con la finalidad de que el sinsentido acabe convirtiéndose en un exceso de sentido.
Alicia es un ejemplo. Pues bien, el absurdo literario, forjado a golpe de antinomias y paradojas, como en el libro de Carroll, no es mas que, en la mayor parte de los casos, un trasunto cóncavo de la realidad que nos toca vivir. Y es esa realidad, nuestra realidad, la «nueva normalidad», la que nos despliega ante nosotros todas las contradicciones posibles, entre ellas las misma contradicciones humanas. Queda optar por verlo con ojos de niña racional como Alicia o verlo con ojos de maduro (o Maduro) irracional como muchos políticos de escaño en ristre.
Un buen día llegó el realismo mágico a nuestras vidas y nada volvió a ser como antes. Lamentablemente no ha habido una Alicia que ande y desande ese laberinto, sino que cada uno de nosotros nos hemos enfrentado a este extraño lugar. La «nueva normalidad».
En un país de costumbres políticas cambiantes buscamos un punto de firmeza que nos de estabilidad. Para ello hay que apropiarse nuevamente de la realidad, de la nuestra, no de la que nos quieren imponer. Y qué mejor que Alicia para que nos guíe y nos confiera el equilibrio y la seguridad necesaria. Pero, seamos sinceros, ¿dónde está Alicia? Se busca.
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