La reina Isabel II ha pasado a la historia por ser la segunda monarca más longeva de la historia y una de las más queridas por el pueblo. Pero hubo una semana en la que la soberana perdió su popularidad, el cariño y el respeto de los ciudadanos y la prensa. Fue quizás, el momento más difícil del reinado de Isabel II.
Todo comenzó el 1 de septiembre de 1997. Pocas horas horas antes, Diana, la princesa del pueblo, fallecía en un accidente de coche en París. Curiosamente, Isabel II estaba en ese momento en Balmoral, su residencia de verano. El mismo castillo donde ayer falleció.
Tras conocer la noticia, la reina optó por no hacer nada. No hubo comunicado oficial de la muerte, no quiso trasladarse a Londres (adonde ya había llegado el féretro de Diana), no ordenó que los estandartes y las banderas ondearan a media asta… y pretendió que el funeral de su ex-nuera fuera privado.
Años después se ha sabido que lo que pretendía entonces era proteger a su hijo Carlos y sus nietos, William y Harry, de la exposición pública y la histeria colectiva. Pero en aquel momento su comportamiento tuvo un efecto contrario al que ella buscaba. La prensa plasmó durante esos primeros días varios titulares que hicieron mucho daño a la Corona como: “Ha dañado a Diana en vida y también quiere hacerlo ahora que esta muerta”.
El entonces primer ministro, Tony Blair, tuvo que intervenir para hacerle saber que en ese momento la mayoría de los ingleses consideraba que estaba dañando a la monarquía que ella misma representaba. Así pues, después de muchas presiones y muchas portadas incendiarias, Isabel II cambió de rumbo.
Ordenó un funeral de Estado para Diana; las banderas de todos los edificios oficiales y las residencias reales ondearon a media asta… incluso por primera vez en la historia habló en directo para la televisión alabando la figura de la madre de sus nietos. De hecho, volvió a Londres y salió a las puertas del palacio de Buckingham para hablar con los cientos de personas que llevaban flores en memoria de la princesa. Y lo más importante: Inclinó su cabeza ante el féretro que se suponía que llevaba el cuerpo de Diana. Más adelante supimos que ese cajón estaba vacío.
Gracias a Dios con el tiempo, todo volvió a la normalidad e Isabel II volvió a ser la monarca que siempre fue. Y es que para ella la Corona siempre fue lo más importante. Incluso por encima de su familia y de ella misma. No hay duda de que ha dejado el listón muy alto a su hijo, Carlos III.
Un rey al que todos escuchamos decir en una conversación que se hizo pública que le gustaría ser un tampax para estar dentro de Camilla. Además, en las últimas semanas se ha comentado que habría podido recibir dinero de oscura procedencia para su fundación, y que pretendería opinar e influir en política, algo que siempre estuvo prohibido para la Reina. ¿Tendrá Carlos III el mismo cariño y respeto que su madre? A lo peor, no.
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