#CloseTo Alex García: «Me he criado en una inconsciencia machista»

Alex García sigue evolucionando como actor y nos confirma entre otras cosas que hay papeles que le han marcado en la vida, como su participación en "Jauría".

Amalia Enríquez. 04/06/2019

Alex García sabe que verle es arrancarme un sonrisa sin disimulo alguno. Y eso le hace jugar siempre con ventaja. Tiene un abrazo cálido y un hablar tranquilo, que invita a la calma. Nos encontramos pocos días antes de terminar con “Jauría” en el teatro de Madrid. Ahora está de gira por España, dando vida a uno de los miembros de “La manada”. Una interpretación que le ha hecho bucear en su interior…

The Luxonomist: Sabes que es verte y sonreír siempre…
Alex García: Eso me alegra hoy especialmente porque el tema del teatro no tiene ninguna gracia. Pero sí es verdad que tú y yo, en el ámbito personal, extrapolamos todo y eso nos lleva a conversaciones muy nuestras.

TL: Te vendes caro. Me ha costado mucho sacarte de la montaña…
AG: Es verdad. Parezco el “probe Migué” que hace tiempo que no sale (risas). Afortunadamente estoy trabajando mucho y me cuesta horrores acceder a un vida normal. Venir a Madrid a hacer una entrevista ¡me cuesta un riñón! (risas), pero aquí me tienes. Tú me llamas y vengo. La vida se ha acelerado y lo que, hace unos años, era supernormal, se ha convertido en una odisea. Ahora hacer un simple papeleo es como si tuvieras que hacer una pausa en tu vida, se ha convertido en una cuesta arriba. Ahora ya no tenemos tiempo ni para atender una enfermedad.

TL: Que no tengas que parar tu vida por una enfermedad…
AG: Es una manera de explicarte que ya ni nos prestamos atención, pero bueno ¡es lo que toca! Siempre me compensa verte y hoy me has traído a un oasis.

TL: En pleno centro de Madrid ¿ves?
AG: Una de las cosas que más me enamora de Madrid son los secretos que tiene. Yo tengo la suerte de rodar mucho en la ciudad y cada localización me sorprende. Hay alguna que me he preguntado ¿Y esta estaba aquí? Hay maravillas en esta ciudad.

TL: Para que veas que no todo está en la montaña ¿Sigues dejando la puerta abierta de tu casa, por cierto?
AG: Sí (risas). De hecho, ahora mismo la tengo muy abierta. Es algo que debo ir ya cambiando. Lo bueno de tener las puertas abiertas es que no llevas llaves. Ahora mismo te puedo demostrar que no llevo. No he cambiado nada (risas). Y esta modernidad que llevo en la muñeca es porque estoy intentando deshacerme del teléfono.

TL: Ya sé que llevas un tiempo sin teléfono…
AG: Sí, llevo dos semanas sin él y tan feliz. Leí un reportaje el otro día que preguntaba cuánto tiempo aguantaríamos sin redes sociales. Y yo he pensado que es una alegría no depender de ellas.

 

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«Me estoy conciliando conmigo mismo y, al mismo tiempo, con el resto del mundo»

TL: Nunca has sido muy activo en ellas…
AG: Es verdad, pero sí soy muy pasivo, que es lo peor. Soy pasivo agresivo (risas) Leo muchísimo lo que escriben en ellas. Me lo tomo como si fuera la prensa del corazón. Os leo a todos. Te leo a ti, como bien sabes, a Antonio de la Torre, con quien tuiteas bastante, y tengo un grupo muy variado. Sigo a Albert Rivera, Pablo Iglesias, Pedro Almodóvar, Rodrigo Sorogoyen o Pedro Sánchez. A Pablo Casado no le sigo, pero me llegan sus tweets porque alguno de los que sigo le siguen, así que me entero de todo. Me divierten las redes sociales mucho más así y, de vez en cuando, hago limpias y dejo de seguir.

TL: ¿No has descubierto la opción de silenciar?

AG: ¡No! ¿En serio? Pues eso es mejor. Silenciar, igual que en WhatsApp. Lo que nunca hago es bloquear. No bloqueo a nadie, aunque tampoco quiero ponerme muy radical porque igual mañana bloqueo a alguien (risas). Tengo la suerte de que a mí no me insultan, tal vez porque soy muy comedido. Mis amigos dicen que, a veces, se me va la olla, pero creo que sí soy empático. Me gusta escuchar a todos y ver por qué los extremos opinan esto o lo otro. Y así he llegado hasta aquí (risas).

TL: ¿Has cambiado mucho?
AG: La última vez que hablamos, te dije que estaba pasando una etapa un poco rara y que, a raíz de ella, había descubierto un nuevo Álex. Pues ahora sigo potenciando y descubriendo a ese nuevo yo. Me estoy conciliando conmigo mismo y, al mismo tiempo, con el resto del mundo. Si estás bien contigo, todo lo malo que te llegue del resto no será para tanto.

TL: A eso ayuda la edad…
AG: Y las ganas, porque no todo el mundo piensa así. Conozco mucha gente de mi edad e, incluso, mucho mayor que yo, que siguen cabreados con la vida. Cuando leo entrevistas de actores de unos 70 años, que sigue con ese discurso de echarle la culpa de todo a la profesión, me dan pena porque a mí no me gustaría llegar a esa edad tan cabreado con esta profesión. Yo ya estoy empezando a estar reconciliado y no tiene nada que ver con que la profesión me trate bien a mí, sino con que yo me trate bien. Eso te ayuda, sobre todo, a ir bien a trabajar. Cuando te digo esto es porque hay nuevas generaciones que solamente les deseo que sean felices en vida. Si solo han sufrido…

TL: Hay que sufrir para valorar cuando te va bien…
AG: Hay que sacrificarse, no sufrir. Si me viene el sufrimiento, me enfrentaré a él e intentaré manejarlo, pero sacrificio sí tiene que haber, Yo soy canario y nací en la playa, nací en el mar, y estoy aquí. Eso para mí es un gran sacrificio. Soy un chico de campo, de montaña, de mar, de purita naturaleza. Renunciar a eso por realizar este trabajo es un sacrificio. Lo de sufrir en mí es algo más lejano, lo veo más de una educación que he recibido de la que me quiero alejar.

TL: Será por eso que te siento más zen…
AG: Sí, es verdad. Creo que nos estamos olvidando de vivir. Lo digo y me auto convenzo pero, luego, me despido de ti y no paro de hacer cosas relacionadas con el trabajo y acabas todo el día metido en la vorágine de la profesión. Cuando estoy parado en el mejor sentido de la palabra, cuando estoy zen como tú dices, es cuando todo el mundo me comenta “ahora sí que estás bien”, lo que demuestra que tenemos que mimarnos un poco ¿Y sabes una cosa? Que lo de parar me resulta un discurso súper antiguo (risas).

TL: Pues no vendría mal hacerlo de vez en cuando, respirar, mirar un poco en nuestro interior y retomar la aventura…
AG: Yo aspiro a parar largas temporadas en breve, aunque también es verdad que estoy en un momento de mucho trabajo y tengo que aprovechar, porque yo he sido quien decidió meterse en esta especie de plan secreto.

 

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Una publicación compartida de Alex García Fernández ✨💓 (@_alexgarciaf_cf) el 14 Ene, 2018 a las 4:14 PST

«Las condiciones de los autónomos deberían tener solución»

TL: Por el que has luchado mucho tiempo…
AG: Claro. Hubo un tiempo en el que dije “voy a hacer todo lo que venga”. Y ese deseo se ha cumplido con tantas creces que ahora tengo que cambiar de estrategia (risas), porque esta me ha comido. Pero no me olvido que soy autónomo y que esa es la gran pesadilla de este país. Desde que monté mi productora, al margen de la satisfacción personal, todo lo que he tenido han sido desventajas. Esa es la vida del autónomo, pagar… trabajes o no trabajes y, al final, nada te sale a cuenta. Las condiciones de los autónomos deberían tener solución. Mucha palabrería en época electoral, pero seguimos como siempre.

TL: Antes recordabas la última vez que charlamos. Quedó una cosa pendiente. Te dije que no serías actor si no tuvieras ego. Y me dijiste “la próxima vez que nos veamos, te rebatiré eso”. Es tu momento…
AG: Me acuerdo perfectamente y ahora tengo más desarrollado ese tema (risas). Sí creo que es necesario el ego, absolutamente. Hay una parte de nuestro ego que es el motor que nos lleva a contar la necesidad de cambiar. Esa es una parte del ego. Luego está el ego mal entendido. Tengo muchos compañeros muy ególatras a los que admiro y, si no lo fueran tanto, no harían cosas tan maravillosas como las que realizan, pero necesitan tener foco todo el día. Lo que sí creo es que se puede contar algo desde un ego sano, de la necesidad de contarle algo a alguien y recibir un feedback. Si te soy sincero, creo que sí tengo ego y que siempre me ha gustado que me miren…

TL: .. pero no eres vanidoso, sin embargo
AG: Exacto, es verdad. No me siento nada cómodo cuando estoy en ese lugar. Es decir, que me miren, que me miren y, cuando lo hacen, me quiero morir. Si no tengo nada que contar, no mantengo la mirada. Es decir, no soy de los que “necesito que me miren y por eso me hago actor”. Soy de los que necesitan contar algo y su parte de ego le ayudará a hacerlo.

TL: ¿Puedes vivir sin los aplausos?
AG: Absolutamente, ahora mismo puedo vivir sin ellos. Con “Jauría” llegamos a hablar si realmente nos daba el cuerpo para esperar los aplausos al final de la función. Tuvimos una charla sobre eso, algo que yo nunca había vivido antes con una obra de teatro. No nos salía recibir aplausos después de representarla. El teatro documento tiene una cosa de realidad que es “yo he contado la historia y me voy”, es algo diferente a un trabajo actoral. Lo que se decidió fue abrazarnos al final y recibir los aplausos para evitar el mal rollo al espectador. Hasta aquí la función y ahora reflexionemos. El aplauso al final es para ella, la víctima, principalmente.

TL: ¿Por qué aceptaste hacer “Jauría”?
AG: Por la necesidad de contar algo, por la verdadera necesidad de contarlo. Me daría igual no recibir aplausos.

TL: ¿Cómo has vivido desde dentro esta historia, dando vida a uno de los miembros de “La manada”?
AG: Te voy a decir algo que te va a sorprender. Ese personaje no es tan diferente a mí, ni ajeno lo que contamos. Ese ha sido el gran hallazgo que hemos tenido todos.

TL: ¿Cómo que no es diferente a ti? Nada tiene que ver contigo..
AG: Lo fuerte es que esa parte de machista, la tenemos todos. La gente cambia. Yo ahora no soy así al 100 %, pero una parte mía sigue siendo así. Esa que, inconscientemente, sigue faltándole al respeto a una mujer si estoy por ahí en efecto manada, porque una de las grandes puertas que se nos ha abierto con esta función es que todos tenemos algo de la manada. En mi caso ha aparecido algo de mi infancia. Yo hacía mis botellones con mis amigos en los parkings de Tenerife, éramos grupos de chicos, a lo mejor venía alguna amiga con nosotros y, en nuestras noches, ocurría eso y la vacilábamos. No llegábamos a más, pero ese es el caldo de cultivo  para que luego, veinte años después, lo hagan estos muchachos y lo hagan sin diferenciar lo que está bien y lo que está mal, porque eso está normalizado.

 

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Una publicación compartida de Alex García Fernández ✨💓 (@_alexgarciaf_cf) el 20 Ene, 2018 a las 1:46 PST

«Estos cinco de la manada lo que han hecho es despreciar la vida humana»

TL: ¿Crees que no sabían la diferencia?
AG: No es que no diferenciaran lo bueno de lo malo, el problema es que los límites están puestos a un nivel muy alto. Tú no eres un violador, pero sí le pones la mano en el culo a una chica que acabas de conocer ¿Pero por qué? Yo ha sido descubrir eso en mí, como el resto de mis compañeros, y no me he gustado. He tenido que hacer el gran ejercicio de localizarlo y utilizarlo a favor, porque era lo que mejor le venía a la función. Estos cinco de la manada lo que han hecho es despreciar la vida humana. Ellos nunca, hasta hoy, han reconocido haber hecho algo mal. Así de sencillo y de tremendo.

TL: ¿A ti te ha cambiado la perspectiva?
AG: Sí claro, muchísimo. Yo pensé que estaba más avanzado en ese sentido. Me creía feminista, libre y que apoyaba la libertad. Y me di cuenta que formo parte del machismo, por supuesto.

TL: ¿En casa eres machista? No me imagino a Verónica al lado de alguien que lo sea..
AG: No lo soy para nada, por lo menos conscientemente. No me considero nada machista, pero es cuestión de dar el siguiente paso y aceptar que sí te has criado en el machismo. Eso yo sí lo tengo aceptado. Yo abro la puerta a una chica porque me apetece, no porque me lo hayan enseñado desde ese punto machista del que hablamos. A mi pareja me gusta invitarle por generosidad, no porque tenga que ser el chico el que lo hace, porque siempre ha sido así. Me gusta hacer estas cosas desde un lugar más sano, no desde ese rollo antiguo de “las damas primero”. He localizado que tengo muchos más pensamientos machistas de los que yo pensaba. No me ha gustado descubrir eso y me ha sorprendido un montón.

TL: ¿Eres consciente de lo difícil que es empatizar contigo en esta representación?
AG: Lo sé, lo noto a la salida. Nunca un trabajo tan bonito, porque esta bien ejecutado, me ha reportado comentarios tan raros. Mi madre fue la primera. Cometí el error, porque esta obra hay que dejar que repose, de ir a buscarla y darle un abrazo tan pronto terminar la función.. y me dijo: “Ay, hijo. Espera, espera…” y, después de un momento, ya me abrazó. No me lo había hecho en la vida. Además me dijo “Menos mal que te he maldecido mil veces mientras estabas en el escenario, porque no sabía si ahora sería capaz de abrazarte.

Amalia Enríquez junto a Alex García en un momento de la entrevista

«He llegado a romperme en el escenario, no poder seguir… pero la gente no se ha dado cuenta»

TL: ¿Y con Verónica, tu pareja?
AG: Me pareció algo parecido. Ya sabes que los actores, en el día del estreno, somos de lo más ruidosos y nos alegramos muchísimo por todo. Ella vino al camerino y solamente me pasó la mano por el brazo y me dijo: “Muy bien”. Estaba absolutamente destrozada. Mis compañeros me preguntaban si no le había gustado, pero yo sabía que ella estaba haciendo su propio viaje en esos momentos. Verónica es muy porosa para esas cosas, emocional, maravillosa…

TL: ¿Ha sido duro para ti el proceso?
AG: Mucho. He llegado a romperme en el escenario, no poder seguir… pero la gente no se ha dado cuenta. Yo que soy de llevarme los personajes siempre a casa, en este caso nunca lo hice. Acabábamos tan agotados en los ensayos y luego en la función, que necesitaba desconectar.

TL: Para la convivencia habría sido una losa..
AG: No lo dudes. De hecho, cuando en casa me ponía a pasar texto y estaba Verónica, me preguntaba “¿Pero eso lo dicen? ¿Eso es así?”. Y se iba. Hasta la función no quiso ver y ni escuchar nada.

TL: ¿Le has dado algo al personaje?
AG: ¡Ya lo creo! Le he dado toda mi juventud en Canarias, toda la inconsciencia machista en la que me he criado absolutamente y se ha llevado de mí mucho prejuicio porque, cuando leí “Jauria” la primera vez, pensé que ella estaba metiéndose en lugares en los que no debería, pensé que era difícil defenderla en un juicio. Y, ahora mismo, pienso todo lo contrario. Esta obra es una constante sesión en el psicólogo, es terapia grupal.

Localización: Guaimaro (c/Velázquez 48)
Próxima semana: Ángeles Blanco

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