Nunca he ocultado mi absoluta debilidad y admiración por él. Si no existiese, a Carlos Latre habría que inventarlo. Es el talento en estado puro. Resulta imposible no caer rendida a sus ocurrencias y, sobre todo, a su candidez, ternura y humildad. Su sección en “El Hormiguero” es de lo mejorcito del programa esta temporada. No es fácil hablar de ocio con alguien que lo tiene como el motor de su vida, pero tampoco quería perder la oportunidad de mantener un “tour de force” con alguien que consigue arrancarme la sonrisa a la primera mirada…
The Luxonomist: Tu cara me suena…
Carlos Latre: (risas) Y a mí la tuya mucho también.
TL: Charlemos un rato, como en los viejos tiempos…
CL: No lo retrasemos más, ya sabes que me encantan nuestras conversaciones.
TL: Te veo cargado de energía. No paras, pero en la edad no se nota (risas).
CL: Claro que se nota, pero procuro disimular. También te digo que la clave está en la ilusión que sigo teniendo y que no he perdido jamás. Yo soy un curioso por naturaleza y siempre estoy alerta para ver qué es lo siguiente, sobre todo qué es lo que puedo aprender. Soy un poco como cortocircuito, el de la película, que siempre decía “datos, datos, necesito datos” (risas). Pues yo lo mismo.
TL: ¿Eso te pasa desde pequeño?
CL: Sí, totalmente. Mi madre me dijo que nací con los ojos abiertos, igual que me hija Candela. Cuando la cogí en brazos dije “¡No puede ser!”, estaba ya mirando el mundo.
TL: Los genes…
CL: Sin duda alguna. Yo no dijo der ver cómo ir adelante, no aburrirme. Mi cabeza va demasiado rápido. Y eso agota y quema. Mira qué canas… (risas).
TL: Te sientan muy bien, no te lamentes. Has mejorado con los años…
CL: ¿Tú crees? (risas). La verdad es que yo me encuentro bien físicamente. Hago deporte, pero ahora tengo que bajar un poco de peso. Ya sabes que comer me encanta, el vino me priva y, aunque no quiero renunciar a eso, creo que hay que equilibrar un poco. Cuando no es una cata es una cena, un desayuno o una comida.
TL: Y, lo que no has aprendido con los años es…
CL: A decir que no (risas). Te he cortado porque sabía que era lo que me ibas a decir, pero te aseguro que estoy en ello. Estoy aprendiendo cada vez más.
TL: ¿Cuándo te das cuenta que eres gracioso?
CL: Fíjate, esto no lo expliqué hasta hace muy poco, porque es cuando me di cuenta. Yo soy humorista, no por gracia divina, porque yo era muy trasto de pequeño, muy travieso. Malo no he sido nunca, eso sí. Un psicólogo me dijo: “tú eras un TDA de libro”, lo que pasa que en aquella época no se diagnosticaba. Esa capacidad de ver el mundo, de ir tan rápido, hizo que fuera el más malo de Europa ¡Pobres mis padres, que eran los más buenos del mundo! Yo era de los que metía las tijeras dentro del enchufe, prendía fuego dentro de casa a los pliegos de papel vegetal de mi padre, que era delineante, vaciaba los botes de gel de mi abuela, en el cumpleaños de mi hermano le serraba las ruedas de las bicicletas a todos mis amigos…
TL: Espero que Candela no haya heredado eso de ti…
CL: Candela ¡menos mal que tiene a su madre!, porque es muy buena niña pero mejor encauzarla.
TL: ¿Te reconoces en aquel niño que imitaba a los profesores y que le gustaba la copla?
CL: Soy el mismo niño, créeme. Y esa es una de las cosas que más me gustan, no haber perdido la ilusión y la infancia que llevamos dentro. Siempre se lo digo a mi hija. Ahora que está en la adolescencia, le digo que no deje de ser niña, que no le avergüence serlo. Candela está haciendo teatro musical y le encanta que vayamos al cine, al teatro, a los musicales. A veces hacemos auténticas tournées por los espectáculos en cartel. La inocencia, la ilusión y la alegría es algo que nunca debemos perder.
TL: Imagino que, de pequeña, le leías cuentos con efectos especiales… (risas)
CL: Se los leía poniendo todas las voces ¡imagínate! Y su madre me decía que dejara de hacerlo así porque no se dormía (risas). La tenía siempre hipermotivada.
TL: Has sido un padre muy divertido…
CL: Es posible, pero uno siempre piensa que puede hacer más. No soy un padre consentidor, pero me gustaría serlo un poco más (risas)porque creo que no pasa nada. Yolanda, mi mujer, tiene la parte dura y yo soy el colega. Lo tengo claro.
TL: Los padres con las niñas…
CL: Mi hija tiene claro que eso es así, es muy consciente de los papeles de cada uno y sabe que su madre es un cielo.
TL: ¿Presume de padre?
CL: ¡Pufff! No te puedes imaginar. Mucho, en serio. Es una niña que siempre está pendiente de mí y está muy orgullosa de su padre. Eso es maravilloso. Es muy independiente, tiene muy claro lo que quiere, muy lista y muy divertida, que a mí es lo que más me gusta.
TL: Cuando entras en casa ¿Latre se queda fuera y Carlos es el que sobresale?
CL: Es imposible no ser Carlos Latre fuera de casa, pero con mi familia, amigos y mi gente soy Carlos, aunque no creo que sea excluyente una cosa de otra. A la cámara no le puedes mentir, te mira a los ojos, por eso delante de ella me muestro tal cual soy. Por mucho que quieras fingir algo que no eres, al final se acaba sabiendo. Yo siempre digo que hay que ser oveja negra, no me gusta ser parte de un rebaño que hace las cosas por seguir una moda. Me gusta ir por caminos donde no hay pisadas y eso es muy importante en la vida. Se está muy solo cuando te das cuenta que no perteneces a ninguna etiqueta.
TL: ¿Cuándo descubres que tienes esa habilidad que te ha hecho diferente?
CL: De pequeño. Yo me hice humorista porque era muy trasto y descubrí que, de repente, haciendo imitaciones, aquellos que me reñían se reían y decían que era muy gracioso. Entonces me dije “¡Tate! Esto es un filón”, tengo que ir por aquí y ahí desarrollé mi potencial.
TL: ¿Tú te ríes de tus gracias?
CL: Hay alguna que sí (risas), pero no demasiado porque soy muy crítico. Ahora estoy en ese proceso mental de disfrutar un poco más, de parar y no estar pensando siempre qué es lo siguiente, cuando he terminado algo. A lo largo de mi vida he tenido momentos de fracaso, después del éxito desmesurado, y me he tenido que reinventar.
TL: ¿De dónde te viene esa “vena?
CL: Yo creo que de lo vivido en mi casa. Siempre se ha cantado mucho, mis padres han sido muy cantarines y mi abuela paterna Apolonia, que vivía en Madrid, era muy buena cocinera y siempre estaba cantando, sobre todo copla. Me acuerdo que me fascinaba su forma de cantar. Me empecé a interesar por el tema de la copla, porque me intrigaba saber cómo podían hacer aquellos gorgoritos de forma innata (risas), sin haber estudiado. Me flipaba.
TL: Y tú has conseguido hacerlo a base de esfuerzo…
CL: De esfuerzo, de oído y dedicación, como todo en la vida. No hay secretos. A mí no me gusta que me digan ¡qué suerte tienes! Yo creo que la suerte es muy relativa, existe, las coincidencias están ahí. Creo en la casualidad y en la causalidad. Hay un pequeño tanto por ciento de casualidad y, todo lo demás, es que tu energía, tu trabajo y tu día a día vaya encaminado hacia lo que quieres ser y hacer. Nunca se es lo suficientemente pequeño como para saber lo que quieres ser de mayor.
TL: Cómo recuerdas ahora a ese niño que le gustaba la copla, escuchar a su abuela mientras cocinaba, que imitaba a los profesores…
CL: Le recuerdo siempre muy sonriente. Mi recuerdo es “ja,ja,ja,ja” siempre. Tengo muy mal pronto, pero muy buen carácter. No tengo problema en pedir perdón, en reflexionar, el volver atrás, en ver si me he equivocado o no, soy bastante autocrítico y reflexivo.
TL: Y, en esa vuelta atrás, si pudieras ¿repetirías todo lo hecho?
CL: Hay muchos errores, en esa mirada atrás, pero supongo que lo haría todo igual, porque siempre me he dejado llevar un poco por la intuición, por lo que sentía en ese momento, por la piel. De todo eso, incluso de lo malo, he sacado muy buenos aprendizajes, que es lo más importante.
TL: ¿Hubo momentos de “tirar la toalla”?
CL: Yo he tenido muchos, muchos, muchos. Yo me he movido en un espacio que era “tierra de nadie”, porque yo soy un imitador. Yo no soy ni cantante, ni actor, ni presentador. Ahora soy un poco de todo eso, pero he partido de una base que no estaba establecida como una profesión. Entre unos cuantos, hemos conseguido que eso tenga un papel y un peso dentro del humor. Y eso está muy bien. Siempre he tenido la sensación de ir cortando cañas por la selva y eso ¡me encanta!
TL: ¿De vanidad cómo andamos?
CL: Miente quien diga que no somos vanidosos. Todos queremos ser los mejores, a todos nos gusta que nos digan que lo hacemos muy bien, que nos aplaudan en el teatro y, si podemos ser el número uno en la venta de entradas, mucho mejor. Yo, más que en la vanidad, creo en una ambición positiva, desde el punto de vista de una ambición personal, de objetivos, de propuestas, de querer ser el mejor tú pero sin compararte con otros. Yo no me miro en otros.
TL: A pesar de ser feliz con todo lo conseguido ¿nunca te has arrepentido de no haber estudiado una carrera al uso?
CL: Sí. Me habría gustado ser periodista. Quería ser corresponsal, además. Me gustaba la idea de contar el mundo a través de mis ojos. En parte lo hago con el humor como vehículo y a través de mis personajes. Es una parte pequeña del mundo, pero es la parcela de mi mundo.
TL: ¿Dónde busca el ocio un hombre que se dedica a proporcionárselo a los demás?
CL: Mi gran pasión es el mundo de la gastronomía, el mundo del vino. Luego me apasiona el teatro, me gusta mucho y hago todo lo posible por ir cada semana, al igual que al cine. Me gusta mucho ver películas en casa. Tengo una gran pantalla especial para verlo, con sonido envolvente, y veo cine yo solo. Me gusta todo tipo de géneros, recuperar clásicos. Tengo la sensación de que me queda mucho por ver. Siempre digo que, en todos los aspectos de mi vida, me gustaría estar clonado tres veces para poder abarcar todo lo que me falta por descubrir y aprender. No tengo límite y me da mucha rabia no tener tiempo para todo. Es algo que me parece bonito por un lado, pero frustrante por otro.
TL: ¿En qué momento te encuentras ahora?
CL: En una época en la que estoy empezando a renunciar a hacer cosas que me quitan tiempo. Me estoy volviendo mucho más selectivo, porque tengo tan poco tiempo libre que, del que disponga, quiero que sea muy bonito, que lo disfrute con cosas puras, que me aporten, que me hagan crecer.
Localización: Hotel Westin Palace Madrid
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