#CloseTo Fernando Tejero: “En esta profesión hay que tener una gran dosis de cinismo”
La humildad que tiene Fernando Tejero solo es comparable con el esfuerzo, el trabajo y el tesón que le han llevado a ser uno de los actores más respetados de España.
Es un tipo normal. Y ahí está su grandeza. Con el poder que le da la humildad, consiguió “meterse a la gente en el bolsillo” desde el mismo momento en que aterrizó en el mundo de la interpretación. Y lo hizo en un tiempo récord. Ni los premios, los halagos y las audiencias millonarias han “hinchado” su vanidad. ¿El secreto? Saber que todo esto es transitorio…
The Luxonomist: ¡Qué ganas tenía de verte! Mucho tiempo diciendo “tenemos que quedar” y solo nos une una entrevista…
Fernando Tejero: Es verdad. Tenemos que hacer el esfuerzo por vernos más. Esta vida nuestra no es saludable (risas).
TL: Te recuerdo siempre sin parar, con la actividad en estado ON…
FT: No sabes la cantidad de veces, a lo largo de estos años, que me he preguntado: “¿Qué hago yo en esta jungla?” Y siempre llego a la misma conclusión: estoy viviendo todo aquello por lo que he luchado y con lo que he soñado. Soy un apasionado de mi profesión y no tengo remedio.
TL: ¿En algún momento consigues desconectar de la euforia que vives?
FT: Me resulta difícil. En el fondo soy muy o un poco masoquista. ¿Te quieres creer que cuando estoy de vacaciones acabo echando de menos el estrés del día a día? Supongo que te pasa igual, porque amamos lo que hacemos y, aunque nos dé quebraderos de cabeza e inestabilidad, no sabemos hacer otra cosa.
TL: No me puedo creer que no seas capaz de reciclar por unos días. Yo he aprendido a hacerlo. Es necesario…
FT: Lo intento, pero no lo consigo del todo. He tenido momentos de desfallecer física y mentalmente, pero los olvido enseguida. Siempre he sido muy optimista. Ten en cuenta que yo decidí dejarlo todo y estudiar Arte Dramático siendo ya mayor. Sabía que me la jugaba, pero tenía una confianza interior en mí mismo, que sabía que me haría salir adelante. Mi familia no daba un duro por mí, mis amigos tampoco, pero había algo en mi interior que me decía que algún día, con total seguridad, viviría de esto.
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El comienzo…
TL: ¿Recuerdas el momento de decir “hago la maleta y me voy”?
FT: Duro, muy duro. Tenía casi treinta años cuando tomé esa decisión. Mis padres no lo aceptaron bien, estaban convencidos de que me estaba equivocando, de que me cansaría al ver que las cosas no saldrían como yo pensaba. Yo era el pequeño de los hijos y mis hermanos llegaron a reprocharme que dejaba a mis padres solos por cumplir un capricho.
TL: ¿Y ahora?
FT: ¡Imagínate lo que pasará por sus cabezas! Todos los hermanos empezamos trabajando en la pescadería de mi padre. Cada uno, a medida que pasaban los años, se fue buscando la vida y se marcharon. Yo era el único que seguía allí, el que discutía con mi padre, el que soportaba los problemas de la convivencia, porque no hay nada peor que trabajar con la familia: te tratan fatal, te pagan fatal y, luego, tú eres el malo. Yo siempre había pensado antes en los demás que en mí, hasta el día en que decidí tomar las riendas de mi vida e intentar ser actor.
TL: ¿Te arrepientes de ese “acto de valentía”?
FT: Jamás me he arrepentido de haber dejado de dormir por esta profesión. Es la mejor decisión de mi vida, la que ha hecho posible, incluso, que conozca mejor a mi familia. ¿Sabes? yo, a mi padre, apenas le conocía. Nunca le había visto llorar y ahora llora. Cada vez que habla de mí ¡llora! No sé si es porque siente que en un momento no confió en mí y no me apoyó, o porque, de verdad, está orgulloso de su hijo. Mi mayor satisfacción es haberle demostrado a mi familia que lo mío no era un antojo, sino que era una vocación que no me habían dejado exteriorizar. ¡Ya ves! De nuevo pienso antes en los demás que en mí. Ahora todo lo que les digo les parece bien, todo lo hago bien.
TL: ¿Qué queda de aquél chico de la pescadería en el triunfador que tengo delante?
FT: ¡Muchoooo! Sigo siendo muy niño. A mi edad sigo pensando que aún tengo que madurar más. Queda el tener los pies muy en la tierra, quedan mis amigos de la infancia, quedan mis raíces… Ya no queda el anonimato, que se echa de menos, y tampoco queda una estabilidad sentimental definitiva, que me hace mucha falta. He pasado por muchas subidas y bajadas afectivas.
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El poder… o la trampa de la fama
TL: A veces la exposición mediática no ayuda. ¿Qué poder te da la fama?
FT: Créeme que ninguno. A mí me crea mucha inseguridad y me hace estar muy perdido. Lo he llegado a pasar muy mal por la fama. El éxito me vino muy rápido, me invadió sin darme cuenta y me costó mucho controlarlo. Pasé de poder comprar el pan en la panadería con tranquilidad, a ser el centro de todas las miradas. Fue difícil de asimilar. Me salvó el tener la cabeza encima de los hombros y pensar que todo esto es efímero…
TL: Así que la vanidad ni te roza…
FT: No soy vanidoso, esa es la verdad. Creo que voy a seguir trabajando en esto mucho tiempo, porque la pasión que pongo en todo lo que hago tiene que tener su recompensa. Y sé que por mucho éxito que me falte por llegar, nunca dejaré de ser el chico que llegó de Córdoba, con treinta años, dispuesto a ser alguien en el difícil mundo de la interpretación. Si ya no he cambiado con todo lo que me ha pasado ¡ya nada me hará cambiar! Te apuesto lo que quieras.
Mirando atrás…
TL: ¿Fuiste un niño feliz, Fernando?
FT: Sí, muy feliz. Soy el menor de seis hermanos, pero no me crié con mis padres. Lo hice con mis tíos, por circunstancias largas de contar, y con ellos viví catorce años. Fui un niño feliz, muy bien tratado, muy cuidado sin llegar a ser mimado. Tuve una infancia que, a veces, echo de menos. Mis tíos ya no viven físicamente, pero en mi recuerdo están muy vivos. Echo de menos la mano de mi tía, a la que yo dormía agarrado todas las noches. Cuando tengo un día tonto, que alguno hay, añoro esa mano y ese beso de “buenas noches” que ella me daba cada día.
TL: ¿Tienes la sensación de haber renunciado a parte de tu infancia?
FT: Sí, pero no me siento mal por ello. Por las circunstancias de mi vida y por mis deseos de ser actor desde muy niño, mientras mis amigos estaban de discotecas, yo me preparaba para lograr el sueño de mi vida. ¿Y sabes lo mejor de todo? Que ellos valoran mi tesón, mi esfuerzo y eso me hace sentir muy bien.
TL: ¿Has intimado con la soledad?
FT: ¡No sabes de qué manera! (risas). Tengo la suerte de tener muy buenos amigos que hacen que no me sienta solo nunca, pero no pueden estar físicamente al lado todo el día así que, de momento, cuando llego a casa le cuento mis cosas a mis perras, que me reciben mejor que una pareja. Hay días en los que me siento solo y, aunque no me deprime el hecho de que sea así, me gustaría no sentir ese vacío. Pero esa es nuestra realidad en algunos momentos.
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El personaje fetiche
TL: ¿Qué hay de ti en Emilio, ese portero con el que sueñan en todas las comunidades de vecinos?
FT: Hay mucha humanidad, sobre todo, pero hay que reconocer que le falta un hervor (risas). Mi portero Emilio es tierno, inocente y un poco ‘Forrest Gump’. En ese aspecto, poco tiene que ver conmigo pero, a veces, personaje y persona se funden en muchas cosas.
TL: ¿Qué hace diferente a ese Fernando persona?
FT: La mentira, la hipocresía, la mediocridad… Eso hace que me comporte de manera diferente a como soy. Yo siempre he sido muy confiado y me he dado cuenta de que, en esta profesión, hay que tener una gran dosis de cinismo. No sé por qué pero he desarrollado un “sexto sentido” para darme cuenta de que, cuando te dan la palmadita en el hombro, hay quien lo hace de verdad y quien con envidia. Así que, si alguien me viene con hipocresía, yo le doy hipocresía. Creo que en la vida, a cada uno hay que darle lo que se merece y, por supuesto, que también te den a ti lo que mereces. Esas actitudes sí me hacen ser diferente.
TL: ¿El crítico más duro está en casa?
FT: ¡Y tanto que sí! Yo soy mi peor crítico. Mis amigos y la gente que me quiere siempre me están diciendo que disfrute del momento, que no me exija tanto, que no me “machaque” como lo hago. Los directores, con los que trabajo, me dicen que soy un pesado, un perfeccionista. Lo soy asquerosamente en mi trabajo, en mi vida personal no tanto.
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De puertas para adentro
TL: ¿Cómo es ese Fernando la que la gente no tiene acceso?
FT: Soy un tío muy inseguro, muy quisquilloso, con muchos complejos y con mucha falta de autoestima. Soy un tío difícil incluso para la convivencia porque, cuando me enamoro, soy empalagoso, soy muy pesado, muy egoísta. Y me convierto en muy moro, me sale la parte cordobesa que tengo. Lo mío es mío y llego a agobiar, por eso la mayor parte de las parejas que he tenido no me han funcionado.
TL: ¿Enamoradizo?
FT: Me enamoro muy pocas veces en la vida pero, cuando ocurre, me vuelvo loco. Soy de las personas que lo dejaría todo por amor y sé que no debería hacerlo. Soy de los que “si me dices ven, lo dejo todo”, como dice la canción. Sin embargo, ahora creo que mi profesión cubre muchísimas partes emocionales de mi vida.
TL: ¿A qué se agarra uno en situaciones de esa baja estima que me decías?
FT: ¡Ufff! A los amigos y a una frase que decía Ava Gardner: “Nunca nadie me va a querer con la misma intensidad con la que yo sé querer”. Es una forma de consuelo, ¿no? Me agarro a mi dolor e intento salir lo más rápidamente de él.
TL: ¿Cómo se te conquista?
FT: Haciéndome reír, respetándome y, sobre todo, queriéndome.
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TL: ¿Y halagándote?
FT: No, los halagos sólo los acepto en el trabajo y tienen que ser de verdad. El mejor me lo dijo Javier Bardem y todavía se me pone el vello de punta cuando lo recuerdo. Fue en el rodaje de ‘Los lunes al sol’. Era el primer día de grabación y yo quería “tirar la toalla”. Javier me agarró, me puso el brazo por encima del hombro y me dijo: “Tío, eres grande. A mí, muy pocas personas que me miran a los ojos interpretando, me transmiten lo que tú me has transmitido”. Me eché a llorar cuando me dijo eso, pero nunca volví a tener ganas de dejarlo todo. Fue una inyección de energía que aún hoy recuerdo con frecuencia. Eso me hizo sentirme muy grande.
Un buen resumen
TL: ¿Qué ha sido lo mejor de todo de estos años?
FT: ¿Lo mejor? A parte de trabajar en lo que uno quiere, lo mejor es saber que pase lo que pase, sigues teniendo ahí a la misma gente que te quería. Y, sobre todo, saber que el joven Fernando por el que me preguntabas antes, sigue siendo él.
TL: ¿Podrías extraer un instante para el recuerdo de todo lo vivido?
FT: Sin duda. Fue el día en el que cayeron las Torres Gemelas. Ese mismo día, Fernando León de Aranoa me llamó para incorporarme a ‘Los lunes al sol’. Yo llamaba a todo el mundo para darle la noticia y mis amigos me decían: “¿Pero tío, cómo estás con eso con lo que está pasando?” A mí me daba igual, yo sabía que aunque el mundo se cayera a mis pies, era el hombre más feliz del mundo y moriría sintiéndome grande por trabajar al lado de Bardem. Y eso siempre se me quedará ahí.
TL: ¿La vida te ha dado más de lo soñado?
FT: Profesionalmente, yo creo que no. Ahí tengo que ser ambicioso. O mi profesión me tiene que dar mucho más, o soy yo el que debo dar más. Y, en lo referente a mi vida, podría tener más pero no me puedo quejar, sería un ingrato si lo hiciera.
TL: Cuando te miras al espejo… ¿qué ves?
FT: ¡Ohhhh! Yo me veo un “patán” y me pregunto “¿qué hago aquí?” (risas), pero luego me siento orgulloso de mí porque nadie me ha regalado nada, me lo he “currado” día a día. Te aseguro que nadie le pone más tesón y empeño que yo a todo esto. Y eso sí que te lo digo con la boca llena, en eso me diferencio de otros muchos de mis compañeros.
TL: ¿Y en talento?
FT: El mío no tiene límite. Mi talento todavía tiene mucho que dar, que enseñar, mucho que hablar y mucho que ofrecer. Queda Fernando Tejero para rato. Espero no ser nunca un juguete roto y ojalá que me muera en un escenario.