Este año será el quinto aniversario de un museo muy especial. Uno que cambió para siempre toda una región y un país: Escocia. Hace mucho tiempo que los museos dejaron de ser monolíticos espacios donde descubrir elementos del pasado. El concepto de «museo» ha avanzado tanto como la sociedad lo ha requerido y el Museo Victoria & Albert (o V&A Dundee) demuestra que su vinculación con el presente y el futuro aún se está escribiendo.
El 15 de septiembre de 2018 se inauguró el V&A Dundee, con un coste de (nada más y nada menos que) 1,11 millones de euros. Sucedió en un espacio muy emblemático, el paseo marítimo de Dundee, donde otrora se posara uno de los muelles más importantes del Reino Unido. Este es, por lo tanto, el primer museo de diseño de Escocia, pero además es un edificio que rinde culto al entorno y al futuro escocés.
Y es que el famosísimo y reconocido arquitecto Kengo Kuma supo interpretar el entorno visualizando los escarpados acantilados de la zona y trasladándolos al paseo, para dar la sensación de que te adentras en la naturaleza y no en un moderno edificio. Todo esto, obvio, es posible gracias a la ingeniería más moderna y las herramientas de diseño 3D más eficaces que la mano del hombre ha conocido.
Pero el edificio no fue elegido directamente por los promotores. Estos gestaron un concurso internacional al que acudieron más de 120 estudios de arquitectura mundiales. De estas propuestas se escogieron los seis mejores y se exhibieron al público, que finalmente se decantó por el atrevido diseño de Kuma. Todo un acierto, como demuestra la dramática escena del abrupto edificio saliendo (nada más y nada menos que) 20 metros sobre el río Tay.
El edificio en realidad se divide en dos construcciones en forma de pirámides invertidas. Con partes curvas y rectas, y siempre creciendo hacia arriba, están conectadas en la parte superior con un arco que conmemora el arco real construido en 1.844 para dar la bienvenida a la reina Victoria y al príncipe Alberto. En fin, cosas de la realeza, nosotros nos quedamos con esta viva expresión de arte arquitectónico que atrae la vista como la miel al oso.
El exterior del V&A Dundee está ejecutado con elementos de hormigón prefabricados y colocados en forma paralela. Esto da un giro inesperado a la formación, creando una serie de patrones de sombras únicos según la hora del día, la estación en la que estemos y el clima que se manifieste. En total, la envolvente está revestida por 2.429 paneles de hormigón prefabricado, cada uno computerizado para crearlo y encajarlo en el sitio que le tocaba.
El Museo posee casi 8.500 metros cuadrados de superficie. Se dividen en sala de entrada, centro de aprendizaje, auditorio, galerías de exposiciones itinerantes y la galería de arte escocés permanente, además de restaurante con vistas y otras salas. Por supuesto, a la entrada del museo existe una cafetería y una tienda con souvenirs (libros, detalles, ropa, etc). En esta sala de entrada las paredes poseen láminas de roble que recorren paralelamente las paredes, como al exterior.
Un detalle que os encantará está en el pavimento, gestado con piedra caliza Irish Blue. Una piedra irlandesa de gran atractivo y que vincula, aún más, el edificio con el entorno. Para moverse entre plantas hay una escalera vista o un ascensor de cristal que mira al exterior para que disfrutemos del espectacular cielo escocés. Otra generosa utilización fue la del hormigón blanco en la cafetería, el restaurante y la tienda, hormigón al que se añadieron conchas de mejillón, un producto sostenible de la industria alimentaria local.
Y para los amantes de la construcción el jugoso detalle está oculto a los ojos, incluso inexistente. Para la ejecución del edificio, debido a su ubicación costera, fue necesaria la creación de enormes ataguías. Eecofrados marinos que permiten crear un espacio interior sin agua en el que trabajar y ubicar las piedras que sostendrán al edificio. Según la empresa Arup, que colaboró estrechamente en el proyecto, la cantidad de rocas colocadas en las ataguías superó las 12.500 toneladas.
También nos desvelan que los muros exteriores estaban previstos de 60 centímetros de grosor, pero un detallado estudio concluyó con la solución ejecutada: muros de 30 centímetros donde barras de acero reforzado más finas colaboran con los forjados. Todo en un entramado que trabaja como un caparazón, es decir, todos sus elementos trabajan al unísono. ¿No es poético?
Obviamente, como todo moderno proyecto de envergadura que se precie, la eficiencia energética debe estar a la altura y, creedme, lo está. El edificio posee treinta pozos de doscientos metros de profundidad cuya función es albergar las canalizaciones para la generación de energía geotérmica, alimentando dos bombas de calor que suministran las necesidades de calefacción y refrigeración de una gran parte del museo.
Un sinfín de detalles hacen a este edificio único, inesperado y conceptualmente bien plantado. Incluso podría sorprendernos que la idea original fuera que la construcción estuviera más al interior del río, lo que realzaría el perfil en forma de barco que luce en primera instancia. Al final se decidió introducirlo en el muelle y dejar el enorme voladizo de 20 metros sobre el río Tay. Una imagen que, a buen seguro, te encantará ver tanto como las increíbles obras de arte que alberga el museo.
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