La pasada semana estuvimos en el MET para la visualización una prodigiosa obra artística, la aplicación de revolucionarios conceptos dentro del arte y la arquitectura. Y esta semana no nos vamos a mover demasiado (¿será por el calor de mayo?), sólo cruzaremos el Central Park para introducirnos en otra obra prodigiosa, una obra que nos conecta (también) con el pasado, nuestro pasado más natural.
Y es que el Museo Americano de Historia Natural abre las puertas de su reforma más actual, una reforma que da paso al Centro Richard Gilder para la Ciencia, la Educación y la Innovación (ahí queda eso), una apuesta por la rehabilitación energética, por el futuro y por implementación de más ciencia y más educación. En definitiva, una apuesta por fomentar entre grandes y pequeños el aprendizaje sobre el mundo natural.
El Gilder Center (nombre más practico) está ejecutado según el diseño del Studio Gang, un poderoso estudio de arquitectura de Chicago cuya directora es Jeanne Gang, creadora del rascacielos más alto del mundo diseñado por una mujer. Pero al caso: la actuación no sólo comprende la creación de un nuevo espacio del museo, con entrada por Columbus Avenue (por si te animas), también crea más de treinta conexiones entre los más de veinte edificios que componen el complejo museístico.
En total, 21.300 metros cuadrados se han reformado o ampliado, con un concepto muy particular: la simulación de una formación geológica. En otras palabras, la arquitecta imaginó una montaña a la que los efectos naturales (viento, agua, etc) deformó creando senderos y grutas interiores. Esta formación geológica artificial, se aprovecha para albergar en ella las nuevas aulas y espacios de aprendizaje natural.
Obviamente, para la naturaleza, realizar una formación geológica de cinco plantas es un juego de niños. Este concepto tiene su inicio en la fachada, con la especial característica que allí añade una envolvente de granito Rosa Milford, la misma piedra que se utilizó en otra de las entradas del museo, en el Central Park West. Importante dato es que se abrió de nuevo la cantera de este material para la extracción de la cantidad necesaria.
Los cristales que configuran las partes practicables de la fachada se han hecho con vidrio fritado, para evitar que las distraídas aves puedan sufrir daños por accidentes. Sin embargo, la estrella rutilante de este edificio es su atrio, un atrio de cinco plantas que recibe a los visitantes como si de una fiesta geológica se tratara, invitándoles a disfrutar de los arcos y puentes formados con hormigón proyectado.
El hormigón proyectado se utiliza mucho en infraestructuras urbanísticas (puentes, túneles, etc) y consiste en aprovechar la capacidad de fluidez y adaptación del hormigón para expulsarlo sobre el armado previamente instalado. De esta forma nos ahorramos la colocación de encofrados, que, según sea la infraestructura, pueden ser muy costosos o de difícil ejecución.
Una vez terminado el proyectado, se aplican técnicas manuales de alisado y regularización de superficies para dejar una textura en concreto, en este caso, la textura es algo rugosa para simular con acierto la textura que tendría una gruta interior. Este maravilloso atrio mantiene distintas secciones, dejando fluir a los visitantes hacia los distintos espacios de ocio y trabajo, discurriendo entre bóvedas y puentes (¿mola eh?).
Estos espacios pasan por un insectario y un vivero de mariposas (con modelos de sus hábitats), el Núcleo de Colecciones, con 3 millones de especímenes, exhibiciones científicas en tres plantas distintas, una experiencia inmersiva de toda la vida en la Tierra llamada Mundos Invisibles, una biblioteca de investigación y las zonas de aprendizaje y trabajo (aulas de última generación, laboratorios, etc.).
El Gilder Center es un moderno edificio, que mira por la sostenibilidad y la eficiencia con las herramientas más versátiles y prácticas, que no siempre son aquellas que requieren alto grado de sofisticación. Por ejemplo, el hecho de desarrollarse en vertical reduce las demandas de energía, además, el poderoso atrio aporta abundante luz y ventilación (¡¡que necesarias son!!) y, por si fuera poco, el revestimiento de piedra aporta un alto rendimiento en materia energética, apoyado por la inclusión de árboles de sombra que reducen la temperatura en verano.
De los 26 edificios que componen el Museo Americano de Historia Natural, éste es el más eficiente, también por el extremado aprovechamiento del agua que hace, donde no se pierde ni una gota mediante un sistema de riego que provee a especies nativas (de más fácil adaptación al medio), gracias, en gran parte, a la colaboración del estudio paisajístico Reed Hilderbrand y los diseñadores de la exposición Ralph Applebaum Associates.
Obviamente, no fueron las únicas empresas que contribuyeron con la cavernaria obra, también aportaron (y mucho) el estudio de ingeniería Buro Happold, el estudio de arquitectura local Davis Brody Bond, los especialistas en sostenibilidad Atelier Ten y, no menos importante, la empresa encargada de supervisar la planificación, el diseño y la construcción del edificio: Zubatkin Owner Representative.
Tenemos ante nuestros ojos un edificio versátil, moderno, educativo y generador de futuro, sobre todo de una sensibilidad que sólo se aprende mediante la involucración sensorial. La mejor herramienta para generar un futuro próspero y vinculado a la naturaleza, es la interacción con espacios que enseñen a los más jóvenes de donde venimos, y lo que debemos preservar.
La fotografía es de Iwan Baan.
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