El pasado sábado 6 de julio falleció Joao Gilberto a los 88 años de edad. Puede que ese nombre no le diga nada, pero le aseguro que a sus oídos sí que les suena. Está considerado el creador de algo llamado bossa nova, es decir, nueva ola. Un nuevo estilo, una nueva ola musical destinada a cambiar el modo en el que el país más grande de Sudamérica entendía el ritmo. La música popular brasileña cambió para siempre y su influencia en el resto del globo aún se deja notar.
Junto a Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes revolucionó lo que hasta ese momento se escuchaba en las calles de Brasil. Su intención era buscar nuevas formas de expresión a través de la guitarra. Y no solo eso, la bossa nova suponía también una nueva forma de exteriorizar las canciones, se trataba de cantar de forma pausada y sin levantar apenas la voz. Joao Gilberto fue la máxima expresión de ese movimiento, y no fue fácil. Chega de Saudade fue su primer álbum, y la canción del mismo título la primera que llamó la atención.
Hoy en día la bossa nova es, junto a la samba, lo que entendemos por música brasileña. Es algo totalmente establecido e indiscutible. A finales de los años 50 y comienzos de los 60 estas nuevas ideas vivían en la marginalidad. Los críticos eran muy duros con cualquier intento innovador. El empeño de Gilberto, Jobim y Moraes se abrió camino muy despacio, pero la revolución era imparable.
Los genios están destinados a entenderse y a esa ecuación artística se sumó Stan Getz. El saxofonista estadounidense de jazz fue la guinda que faltaba en el pastel para que el planeta se empapara con los sonidos que provenían de Río de Janeiro. Getz y Gilberto grabaron juntos un primer disco que contenía el tema La chica de Ipanema. El tema iba a ser interpretado al completo por Gilberto, pero su nivel de inglés no era el apropiado. En la grabación estaba su mujer, Astrud, y fue ella la encargada de interpretar la parte en inglés del tema más importante de la música de Brasil.
Canción mítica. Pero el regalo que quiero hacerle a sus oídos es otro. Está dentro de aquel mítico álbum, Getz/Gilberto, y era una respuesta calmada, tranquila y absolutamente genial a las furibundas quejas y problemas que planteaban los críticos musicales de la época. Hoy en día Joao Gilberto, Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes son los Mozart, Bach y Beethoven de la música carioca.
Hoy sí, pero entonces eran el objeto que despedazaban los críticos. Les llamaban los desafinados. Y ese es el título que canta Gilberto en esta canción-respuesta a todos aquellos que no entendían sus inquietudes musicales. Lea la letra de la canción pero sobre todo sumérjase en un espacio sonoro tan sencillo como abrumador. La voz de Joao Gilberto más hablando que cantando y el saxofón de Stan Getz susurrando notas. Auténtica seda sonora.
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