Además de ser festivo en la Comunidad de Madrid, cada 2 de mayo también se celebra el Día Internacional contra el Bullying. Esta fecha quedó señalada en el calendario de muchos países en el año 2012, y dentro de una iniciativa de las Naciones Unidas para generar conciencia social sobre un problema que afecta a miles de niños y adolescentes de cualquier estrato social y en cualquier lugar del mundo. A pesar de que esta celebración quede algo opacada en nuestro país por el humor festivo propio del puente de mayo, bien podemos aprovechar la ocasión para recordar el gran perjuicio que supone el acoso escolar para el niño que lo padece. ¿Sabías que llega a afectar a la estructura de su cerebro?
Sabemos que el bullying afecta, y mucho, a su desarrollo social y a su autoestima. Pero, ¿qué le sucede a un niño que padece acoso escolar a nivel fisiológico? ¿Podría también determinar su nivel de desarrollo encefálico o tener consecuencias de distinto tipo a largo plazo? La respuesta a ambas preguntas es afirmativa según los expertos.
El acoso escolar ha de considerarse “un evento extremo y traumático”, explica Agustín Merino Delgado, psicólogo de la Guardia Civil y experto en materia de bullying. Es así porque existe, además del maltrato físico manifestado a través de los golpes, un maltrato más invisible generado por “el estado de estrés permanente que vive el niño”.
Según afirma Merino, las consecuencias de este tipo de estrés infringido en la infancia no se hacen esperar, puesto que “es la etapa de mayor desarrollo cerebral”. Así, “se manifiestan también después a lo largo de diferentes etapas posteriores a través de desórdenes de tipo estructural”.
Como consecuencia de tales alteraciones producto del estrés, todo el sistema límbico o cerebro emocional queda afectado, pudiendo incluso producirse fenómenos de bloqueo y paralización en el niño. Estas son las repercusiones en el desarrollo fisiológico de su sistema nervioso:
El resultado de la disfunción entre lóbulo frontal/corteza prefrontal y el sistema límbico, provoca en la víctima de bullying un momentáneo “secuestro emocional” manifestado en el bloqueo del niño por el que su sistema límbico responde anulando su capacidad cognitiva y motora, dejándolo paralizado durante unos segundos, en los que no puede decidir racionalmente. Pero, además, se manifestará posteriormente a lo largo de sus etapas evolutivas. En forma de alteraciones en la conducta y psicosomáticas que afectarán a diversas parcelas de su vida.
En lo académico, por ejemplo, será previsible encontrar trastornos de aprendizaje o fracaso escolar, falta de atención, infantilismo e introspección social. A nivel físico, presentará en la mayoría de los casos un variado repertorio sintomatológico en forma de alteraciones en el sueño o apetencia (pérdida o aumento de apetito y de peso); cefaleas, vómitos o dolores abdominales.
El acoso escolar pasa factura, como vemos, de forma inmediata, aunque no se queda ahí. De hecho, puede arrastrar sus efectos negativos a lo largo del tiempo:
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