Todos estamos de acuerdo en que el bullying es un problema mayor. Si bien tiene lugar en los colegios, el problema se revierte directamente en casa, una vez el niño comienza a ser acosado y tanto su integridad física como psicológica se ven comprometidas. Es por ello que los padres se preocupan ante cualquier indicio o pista facilitada por el niño. Sin embargo, reconocer la gravedad del problema no lo hace más fácil de detectar, ni en casa ni en el colegio.
En ambos lugares surgirán, típicamente, divergencias de opinión en cuanto a la lectura de lo que está pasando y, lo que es más importante, sobre cómo abordarlo. Plantear estos diferentes puntos de vista de forma constructiva será fundamental para identificar los acosos existentes y evitar otros casos en ciernes o en riesgo potencial.
A pesar de las buenas intenciones de ambas partes, es habitual que los progenitores y el profesor presenten diferentes opiniones sobre acontecimientos que han tenido lugar en el colegio en relación con el acoso escolar o bullying. Normalmente, la divergencia se deberá a la percepción de cada uno de ellos sobre los hechos.
Y esta, a su vez, estará condicionada por lo que cada uno pueda observar por su cuenta y de forma directa. Entrar en una lucha sobre quién de los dos tiene razón suele resultar estéril para resolver un posible caso de bullying. Además, puede ser motivo de conflicto entre la escuela y los padres. ¿Cómo abordar las diferencias en beneficio del niño?
Las diferencias de opinión entre el centro escolar y los padres están a la orden del día. Y si no, que se lo digan a cualquier director de colegio. Estos cada vez están más acostumbrados a mediar entre las distintas partes: desde la admistración e Inspección Educativa hasta los padres y sus AMPAS, además del stuff educativo y, por supuesto, de los propios niños. Cada una de estas partes puede ser portavoz de versiones diferentes sobre un mismo hecho relacionado con el bullying.
Son muchas las razones por las que los padres y el profesorado pueden tener diferentes perspectivas. La primera es que la mayoría de las veces el acoso sucede cuando ni los maestros ni los padres están presentes, por lo que la información que circula nunca va a ser de primera mano. A esto, además, habrá que sumar el silencio de los testigos pasivos del acoso escolar. La consecuencia será una información sesgada sobre lo que realmente ha podido suceder o está teniendo lugar sistemáticamente.
Los padres pueden desconocer lo que ha hecho su propio hijo en relación con el conflicto y el rol que ha podido desempeñar en el mantenimiento del acoso escolar, pero la investigación sugiere que es la percepción de los padres sobre el acoso lo que predice el riesgo de consecuencias graves.
Por su parte, los profesores también pueden haber pasado por alto también algún tipo de bullying encubierto que haya desencadenado en una reacción agresiva posterior. Por ejemplo, han visto un puñetazo de un niño a otro, pero no saben que se estaba defendiendo de burlas e insultos.
A veces es difícil para los padres convencer a la escuela de que hay un tema por el que preocuparse. Esto puede suceder cuando los comportamientos preocupantes son relativamente menores o sutiles, como ocurre con el acoso social o verbal. En este sentido, las escuelas no son necesariamente buenas para documentar o identificar un patrón de comportamientos encubiertos que pueden constituir intimidación.
Sin embargo, la voz de los padres es fundamental en la detección por varios motivos:
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