Los niños suelen adaptarse a todo mucho mejor que los adultos. Prueba de ello la hemos tenido durante la etapa de confinamiento, en la que los más pequeños han sido capaces de estar en casa y han aprendido a entretenerse sin descargar toda esa energía que antes consumían corriendo y jugando al aire libre. Pero todo eso acabó. Si algo hemos aprendido los padres durante este proceso ha sido valorar la libertad de salir a espacios abiertos. Por eso, más que nunca, debemos aprovechar el verano para retomar las salidas y fomentar la actividad lúdica infantil en el exterior.
Jugamos a lo largo de toda nuestra vida, pero el juego adquiere su verdadero papel en la infancia, por cuanto supone la forma que tienen los hijos de expresar su relación con el mundo y con los demás. Los adultos, no obstante, podemos utilizarlo también como una manera de fomentar el vínculo afectivo con nuestros hijos, ayudándoles a desarrollar su inteligencia, a mitigar sus ansiedades y a fomentar su seguridad.
La importancia del juego para el desarrollo evolutivo del niño es una realidad incuestionable. Psicólogos e investigadores como Piaget y Vigotsky lograron demostrarlo a través de sus estudios basados en la observación, que concluyeron en teorías sobre el desarrollo de la inteligencia en edades tempranas. Piaget otorgó al juego funciones simbólicas que permiten al niño crear una realidad imaginaria y así practicar mentalmente situaciones representadas, consolidado habilidades.
Vigotsky aceptó las representaciones mentales, pero se centró en los aspectos afectivos, las motivaciones y las circunstancias del sujeto: “El juego es una realidad cambiante y sobre todo, impulsora del desarrollo mental del niño con la que desarrollar la zona de desarrollo próximo, o esa distancia entre el desarrollo cognitivo real y el potencial”. Dejando de lado las complejas teorías del desarrollo cognitivo, el juego constituye una buena fuente de diversión con la que también el adulto puede desconectar de sus preocupaciones. Así lo determina el Instituto del Desarrollo del Niño, donde se plantea que el juego también ayuda a mejorar las relaciones y a reducir el estrés.
A pesar de las afirmaciones manifestadas por las compañías de telecomunicación en algunas de sus exitosas campañas, lejos de conectar a la gente, las pantallas parecen ejercer el efecto contrario. Al menos dentro del hogar, donde teléfonos y tablets actúan como una barrera especialmente grave para los niños, que encuentran en el móvil de sus padres a un serio competidor a la hora de captar su atención.
Este abuso de las pantallas no es bueno para nadie, ni mucho menos para los niños. Nos quejamos mucho de que no saben distraerse con otra cosa, pero lo que hacen es imitarnos a nosotros. Como consecuencia del phubbing o falta de atención por estar pendientes del móvil, al final se entra en una espiral por la que ellos también abusan. Y en esta sobreexposición, los niños se exponen a todos los riesgos de Internet, sin ningún control parental, y sin que los padres se enteren la mitad de las veces de lo que hacen.
Liza Grando, presidente de The Moss Tucker Group, con marcas de juguetes como Mattell expone algunas ideas de juego para todas las edades:
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