Por qué es tan importante confiar en los hijos
Los vínculos seguros se establecen sobre una base de confianza mutua.
A medida que los niños van creciendo, crece también su potencial de peligrosidad a la hora de meterse en líos. Llámese inmadurez o toma de decisiones incorrectas, la probabilidad de que sus comportamientos tengan consecuencias graves va en aumento con la edad. Como padres lo sabemos, pero no podemos estar junto a ellos las 24 horas del día para vigilar lo que hacen. Sin embargo, existe una manera de seguir presentes en su conciencia: confiar en los hijos.
Ojalá pudiéramos protegerlos de todo y en cualquier momento. También desearíamos estar ahí para ayudarlos a levantarse si se caen, o para ayudarlos a huir en esos momentos en los que piensen: “Tierra trágame”. Lamentablemente, y como bien sabemos, esto es del todo imposible, aunque tampoco es necesariamente malo. Más bien al contrario, ya que estos episodios tienen que ver con la evolución personal de cada individuo; también la de nuestros hijos. Como se suele decir, nadie aprende en cabeza ajena, ni mucho menos se escarmienta de los errores de los demás.
El papel del aprendizaje
Todos nosotros hemos pasado por episodios decisivos y embarazosos en distintos momentos de nuestra vida. Sobre todo, en la adolescencia y en la etapa inmediatamente anterior a esta, conocida como preadolescencia o prepubertad.
En estas etapas, los niños están conformando su personalidad y son extremadamente vulnerables al criterio externo. Esto los lleva a tener una elevada ansiedad de evaluación y miedo al fracaso que, sin embargo, tendrán que superar con valentía y a base de cometer algunos errores con los que podrán reaccionar para actuar de forma diferente la próxima vez. Esto se llama aprendizaje, y como padres, sentamos las bases para que este se produzca, entre otras cosas, a partir de generar una confianza mutua.
En qué consiste la confiar en tus hijos
Las relaciones positivas se sostienen sobre unos fundamentos de confianza recíproca que va construyéndose poco a poco con educación, y dentro de un trabajo continuo y bidireccional. Esto aplica a cualquier tipo de relación, también a la que tenemos con nuestros hijos.
Para generar con ellos un vínculo seguro y que les aporte autoestima y confianza en sí mismos, deberemos sembrar desde su primera infancia unos cimientos sólidos basados en la presunción de que aplicarán el buen criterio inculcado en casa. Parte de esta confianza consiste en pensar que lo van a hacer bien, que harán lo que deben y que, si no, lo podrán corregir o recurrir a nosotros pidiendo ayuda.
Confiar significa, en suma, creer en nuestro hijo y en su competencia para afrontar con solvencia las distintas situaciones en las que se vea envuelto, en los diferentes sentidos posibles:
- A nivel de su capacidad intelectual
- Aplicando sus talentos en inteligencia o habilidades físicas
- Haciendo uso del sentido común
- Actuando de forma ética y moral, como persona honesta y fiable
Por su parte, el niño que confía en sus padres y percibe lo mismo en ellos se beneficiará de lo siguiente:
- Confianza en sí mismo a la hora de enfrentarse a personas, hechos o situaciones
- Valor para arriesgar y probar cosas nuevas
- La seguridad de saber que pueden recurrir a sus padres si las cosas no salen bien
- Tranquilidad para consultarlos sobre cualquier problema o preocupación que tenga
Qué sucede si no confías en ellos
No confiar en los hijos va en detrimento de su valía, ya que les damos el mensaje de que no van a ser capaces de hacerlo, o de que lo van a hacer mal. A largo plazo, estos niños se podrán convertir en personas excesivamente dependientes de nuestro consejo y aprobación, o en adultos más regidos por el criterio de los demás que por el propio.
Nuestro papel como padres es darles guía y liderar las situaciones propias de los adultos que ellos no saben (ni deben) resolver. Esto no debe implicar, no obstante, una lucha de poder con ellos, ni la aplicación de severas imposiciones o castigos con los que dominarlos. Este tipo de actuaciones combativas, por el contrario, generarán niños inseguros y agresivos, por estar siempre a la defensiva o buscando la aprobación de los demás.
¿Se puede recuperar la confianza perdida en tu hijo?
A pesar de lo anterior, es una utopía pensar que, en alguna ocasión, las cosas no se les puedan ir un poco de las manos y entonces tengamos que intervenir como padres para enmendar algún agravio. En este sentido, es esperable que los niños o adolescentes incumplan de vez en cuando algunas de las normas impuestas, pongan a prueba el tema de los límites, o se relajen más de la cuenta con sus compromisos adquiridos. Cuando esto sucede, lo mejor es tratar de corregirlo cuanto antes a través de un diálogo abierto con ellos.
Ante hechos graves, o cuando tu hijo haya atentado seriamente contra la confianza establecida entre vosotros, sigue estos consejos:
- Mantén la cabeza fría y no actúes emocionalmente reaccionando con impulsividad ni “montando números” de los que te puedas arrepentir después.
- Huye de la tentación de culpar a los demás por el comportamiento de tu hijo
- Recaba toda la información posible, escuchando su versión sin interrumpir
- No le hagas sentirse avergonzado de sus actos, sino responsable
- Hazle ver que la libertad y los privilegios se ganan a base de confianza y de cumplir los pactos establecidos
- Privarle de ciertas concesiones o de la libertad otorgada hasta el momento hasta que se recupere la confianza debería ser un castigo suficiente
- Devuélvele los privilegios a medida que volváis a confiar en él como padres.