Fórmula 1, el evento deportivo que más factura del mundo
El próximo fin de semana se alza el telón en Australia del mundial de Fórmula 1, el certamen deportivo que más factura en todo el mundo.
El mundial de Fórmula 1 es sinónimo de glamour, de espectáculo y, fundamentalmente, de negocio. Cuando el próximo fin de semana se apague el semáforo en el circuito Albert Park de Melbourne y los pilotos aprieten a fondo el acelerador de sus monoplazas, algo más que una sensación extrema de velocidad, de descarga de adrenalina y de pasión desenfrenada, se convertirá en protagonista. Y es que, paralelamente al rugir de los motores, una enorme industria, construida sobre la mezcla de deporte, espectáculo y dinero se pone en marcha, dentro de un próspero negocio del que nadie quiere quedarse fuera.
La Fórmula 1 fue el proyecto de deporte que convirtió en multimillonario a un hijo de pescador, Bernie Ecclestone, que tuvo que abandonar los estudios a los 16 años para ponerse a trabajar. En los años 70 convenció a las escuderías para vender los derechos televisivos conjuntamente, convirtiéndole en el gurú del “gran circo”, actualmente el acontecimiento mundial con mayor repercusión por detrás del fútbol y los Juegos Olímpicos y el evento deportivo que más factura en el mundo.
5.000 millones de euros al año, 400 millones de espectadores, un aumento en seguimiento en redes sociales superior al 200% y una marca que fue la que más creció en el último año por delante de adidas o NBA, son argumentos que agitan el mercado, hasta hacer del mundial de Fórmula 1, según un estudio de Fórmula One’s New Urban Economies “una industria que se ha convertido en un microcosmos de la economía mundial”.
Una media de 40 millones de euros es lo que paga cada ciudad por albergar una carrera del campeonato del mundo, siendo Rusia (54 millones) la que más abona, seguida de Abu Dhabi con 49; Mónaco no paga nada por el valor simbólico de su Gran Premio, Bélgica paga 15 millones y España 21. Así hasta completar un cuadro de 21 carreras por los cinco continentes que generan un impacto económico, en el caso de Barcelona (que organiza el Gran Premio de España) de 163 millones de euros, según el informe realizado por el Instituto DEP y el Colegio de Economistas de Cataluña. Un dato que se desprende una vez calculado el gasto directo de los asistentes a la prueba, en concepto de alojamiento, restauración, entradas, compras o actividades de ocio, calculándose que el visitante gasta de media 1.000 euros en una estancia de cuatro días.
El negocio perfecto se completa con unos derechos de televisión vendidos individualmente a cada país y que en España, desde 2014 y con contrato hasta 2020, tiene Movistar y por el que paga cerca de 30 millones de euros anuales. También entran en juego las 11 escuderías cuyo presupuesto global supera los 3.000 millones de euros cada año y que invitan a participar a través del marketing y la publicidad a numerosas marcas comerciales o sponsors, convertidos en la principal fuente de financiación de los equipos y que elevan el caché de los pilotos. Según la web inglesa Driver, a 40 millones de euros por temporada al asturiano Fernando Alonso o a 32 millones a Hamilton y Vettel.
Los ingresos de las escuderías proceden de tres vías, un 17 % que pone el propietario del equipo producto de ingresos por merchandising, accionariado, etc.; un 30 % por los beneficios de la competición y derechos televisivos; y el 53 % restante viene del patrocinio, por el que más de 300 marcas de todo tipo se gastaron en 2017 cerca de 2.000 millones de euros, según la revista Business Book GP.
La magnitud del negocio, construido sobre la base de la máxima rentabilidad económica, llevó en 2016 al holding Liberty Media, empresa norteamericana liderada por el mecenas del cable y los medios de comunicación John Malone, a comprar el mundial de Fórmula 1 a Ecclestone por 7.000 millones de euros.
Una operación que situó al empresario de moda en Estados Unidos, Chase Carey, ex vicepresidente de la Fox y designado por Rupert Murdoch como su sucesor en News Corporation, como nuevo presidente y director ejecutivo de la Fórmula 1. Un hombre de negocios que planea entre bambalinas una gran revolución para mantener e incluso mejorar un negocio que exige cambios para elevar audiencias y satisfacer a los patrocinadores.
La posible vuelta a la televisión en abierto en un futuro próximo lograría una mejor exposición del producto, permitiendo que un mayor número de aficionados pudieran seguir las carreras, multiplicando el efecto llamada a nuevos patrocinadores que aumentarían los ingresos. Pero Carey también planea un servicio digital propio a la altura de las circunstancias y que permita el equilibrio entre audiencias y cuenta de resultados.
Todo está preparado ya para que el domingo en Melbourne se alce el telón a una nueva temporada de la Fórmula 1, ese espectáculo que comenzó siendo un pasatiempo de ricos, pasó a ser un deporte de éxito y hoy es un próspero y relevante negocio.