Goles que agitan mercados
Adentrarse en el mercado bursátil es el próximo y ambicioso proyecto de los clubes de fútbol en España.
Hace unas semanas la AS Roma protagonizaba una de las grandes sorpresas futbolísticas de la temporada eliminando en cuartos de final de la Champions League al FC Barcelona y superando un resultado adverso de 4-1 tras el partido de ida. Un marcador que provocó un gran terremoto en el particular mundo del fútbol, muy acostumbrado a amplificar éxitos y fracasos, como característica inherente al propio espectáculo del balón.
Paralelamente a los comentarios deportivos a ambos lados de la trinchera, un tsunami económico se estaba produciendo en la Bolsa de Milán; las acciones de la Roma, que habían caído un 3% al conocerse que se enfrentaría al Barcelona y un 13% tras el resultado del primer partido, se habían disparado casi un 24% después del 3-0 del estadio olímpico. Bolsa y fútbol, sin censuras.
Una clasificación que sumó 50 millones de euros a la capitalización bursátil del equipo y borraba todas las pérdidas acumuladas durante 2018. Una de las mayores subidas en la historia de los equipos cotizados de fútbol y que generó una fiebre compradora pocas veces conocidas en el parqué. Tras la apertura del mercado, la avalancha de órdenes de compra bloqueó su cotización durante minutos ante la imposibilidad de fijar un cambio. Lo ocurrido con la Roma no es sino una demostración más del gran poder del fútbol en la economía mundial y el nuevo orden establecido, con mercados de desarrollo cambiantes que evolucionan rápidamente, buscando nuevos recursos y diferentes maneras de negocio.
A nadie se le escapa que el fútbol se ha convertido en una máquina de hacer dinero. Su fuerte proyección internacional, la impresionante masa social con la que cuentan, el poder de penetración en diferentes campos y las mega estrellas que colapsan el sector, y no solo en el ámbito deportivo, invitan a modernas estrategias empresariales que reequilibren el mercado frente al derrumbe de las tradicionales estructuras financieras del mundo del balón. La Bolsa hace tiempo que se ha convertido en el refugio perfecto para el nuevo escenario, además de capitalizar los equipos, con nuevas alternativas de financiación, e integrar a millones de personas bajo la ley de la oferta y la demanda en el mercado público de valores.
Desde que en 1983 el equipo inglés Tottenhan Hotspur abrió la ventana bursátil en el fútbol, buscando otras vías de financiación, mucho han cambiado las cosas. Hoy es fácil encontrar equipos notables de Gran Bretaña, Italia, Francia, Holanda o Alemania, sometidos al escrutinio de los mercados, que llevaron incluso en 2002 a crear un índice exclusivo para agrupar a los clubes de fútbol, el Stoxx Europe Football Index. Era una llamada de atención al mundo de las finanzas al que el fútbol reclamaba un lugar de privilegio, amparándose en un impacto económico anual por encima de los 25.000 millones de euros.
Factores como la venta de los derechos de la televisión y el nuevo modelo de la Champions League, que garantiza a los clubes grandes cantidades de dinero, hicieron que algunos de estos equipos aumentaran el doble e incluso el triple de su valor en Bolsa, pero siempre con el añadido de someter sus acciones no sólo a la actuación deportiva sino a una serie de variables con demasiados riesgos (resultados, fichajes, traspasos, lesiones) que hacen que sus cotizaciones se muestren extremadamente sensibles a factores coyunturales y poco controlables.
El Manchester United, que cotiza en la Bolsa de Nueva York, logró ganancias del 20% al vencer la Europa League el año pasado, y perdió casi un 10% cuando su histórico entrenador Sir Alex Fergusson anunció que dejaba el banquillo después de 26 años en el mismo. El Borussia de Dortmund, que no está teniendo una buena temporada deportiva, lleva acumulado en los ocho meses de competición una caída de más de un 40% en sus acciones; y la Juventus de Turín, que el año pasado tras una gran temporada logró una subida espectacular de un 150%, este año mantiene una tendencia negativa que ha llevado sus títulos hasta los 0,61 euros por acción.
En España, a fecha de hoy, ningún equipo ha dado el paso definitivo a su salida al parqué, aunque los números que acaba de presentar la Liga de fútbol profesional registran una competición al alza gracias al nuevo ciclo audiovisual con un crecimiento la última temporada de un 15,6%, una facturación de 3.700 millones de euros y un beneficio neto agregado de 177 millones.
La obligatoriedad de una mayor transparencia en las cuentas que den la visibilidad, credibilidad y confianza necesaria a los mercados, la exigencia de contar con cuatro años consecutivos de beneficios para cotizar y la circunstancia de que los dos clubes más poderosos, Real Madrid y FC Barcelona, no estén constituidos como sociedades anónimas, son algunas de las razones que explican que España sea el único país de la élite futbolística europea que no cuenta con ningún club en Bolsa. Aunque el presidente de la LFP, Javier Tebas, ya ha anunciado que en dos años habrá equipos españoles cotizando y que varios clubes llevan tiempo explorando esta posibilidad, buscando mayores recursos en el mercado financiero y que inversores externos se impliquen en el proyecto.
Queda demostrado que el fútbol no es un deporte cualquiera en el que confluyen tantos intereses y circunstancias alrededor de la pelota, que se crea un mundo paralelo difícil de controlar. Salir a Bolsa apareja una serie de riesgos con factores de volatilidad y costes directos e indirectos añadidos, que los equipos deben sopesar. La Roma ha sido un claro ejemplo de esta condición o cómo pasar del infierno a la gloria, o viceversa, con esos benditos (malditos) goles, que agitan los mercados y, en ocasiones, rompen la baraja.