¿Sabes qué son los “gastos hormiga” y cuánto te suponen al mes?
El dinero se nos va en pequeñas cosas y solo nos damos cuenta a final de mes. Te contamos cómo controlar estos gastos y empezar a ahorrar.
Cuando hablamos sobre alguien que trabaja de manera constante y sin llamar la atención, decimos que lo hace “como una hormiga”. Lo solemos decir como algo positivo. Esta expresión se refiere a la capacidad de estos insectos para conseguir grandes metas a base de esfuerzos pequeños y continuados. El problema llega cuando la hormiga trabaja para el enemigo.
Esto es precisamente lo que ocurre con nuestro presupuesto familiar y los conocidos como “gastos hormiga”. Se trata de pequeños desembolsos que vamos realizando día tras día y de los que apenas nos percatamos. Suelen acabar siempre en la misma pregunta: “Pero, ¿a dónde se me ha ido el dinero este mes?”.
Cómo actúan los gastos hormiga
En Estados Unidos hay un dicho muy popular que se atribuye a Benjamin Franklin: “Cuidado con los pequeños gastos; un pequeño agujero puede hundir un barco grande”. Es una buena manera de explicar lo que puede ocurrir con esos gastos que realizamos sin darnos cuenta, pero que al cabo del tiempo suponen una cantidad considerable.
Normalmente, no damos importancia a los gastos hormiga. Esa es la razón principal por la que escapan de nuestro control y terminan por torpedear nuestro presupuesto. Por eso es tan importante aprender a reconocerlos y mantenerlos vigilados.
Los gastos pequeños, los más peligrosos
Al hablar de gastos hormiga, enseguida se nos viene a la mente el café que tomamos en la oficina a media mañana. Efectivamente, es el ejemplo más evidente: un gasto repetido que solemos pagar en efectivo y al que apenas damos importancia, porque nos fijamos más en los grandes desembolsos, como el alquiler o la factura del gas.
Pedir un café un día es, en realidad, un desembolso pequeño e inofensivo. El problema viene cuando sumamos todos los que nos tomamos en un año y nos damos cuenta de que nos hemos gastado más de ciento cincuenta euros en cafés. Y que esa era justo la cantidad que nos faltaba para comprarnos esa bicicleta que tanta falta nos hacía.
Lo que ocurre es que el café es solo uno de los miembros del ejército de hormigas que trabajan en contra de nuestro presupuesto. Hay muchas otras que no son tan evidentes, pero que juntas pueden causar un problema mucho mayor.
Los otros gastos hormiga
Otro de los ejemplos más evidentes de gastos hormiga es el hábito de comer fuera entre semana. Un estudio de la Generalitat de Catalunya asegura que en esa Comunidad se come fuera una media de cuatro días a la semana. Esto supone, según el informe, unos quince euros más respecto a hacer la compra y cocinar en casa. No parece una gran diferencia cada semana, pero al cabo del año puede llegar a sumar más de ochocientos euros.
Las compras por impulso que realizamos en el supermercado, cuando nos llevamos artículos que realmente no necesitamos y que solemos encontrar en la línea de cajas, son otro buen ejemplo de pequeños gastos recurrentes que escapan a nuestro control.
Los suscripciones, unos gastos que no vemos
También existen otros gastos hormiga que nos resultan todavía más invisibles, porque ni siquiera realizamos nosotros el gesto de pagarlos. Son aquellos ocultos tras los servicios de suscripción de televisión, música o juegos online de los que apenas disfrutamos pero que se cargan de manera automática en nuestra cuenta. También tras una tarifa eléctrica que no nos conviene, pero que tampoco nos molestamos en comprobar.
Incluso nuestro propio vehículo se puede convertir en un gasto hormiga en un momento dado. Un vehículo trae muchos costes asociados de los que apenas nos damos cuenta. Además del coste del propio automóvil, es necesario pagar por su mantenimiento, el seguro, los impuestos… y en muchas ocasiones, incluso por su estacionamiento. Si es o no la mejor opción de movilidad disponible es una pregunta que cada uno se debe plantear.
Consejos para mantener a raya los gastos hormiga
- Identificar los gastos hormiga: el primer paso para controlar y reducir los gastos hormiga que poco a poco van consumiendo nuestro presupuesto es hacernos conscientes de ellos. Hay un método muy sencillo para conseguirlo. Consiste simplemente en tomar nota de cada gasto que hagamos, por pequeño que sea, para poder analizarlo después. Entonces es cuando podremos conocer su peso real. Este hábito nos permitirá saber si aquello en lo que invertimos nuestro dinero es o no necesario para nosotros y de qué gastos superfluos podemos prescindir.
- Planificar los gastos del mes: realizar un presupuesto familiar es la mejor manera de prever los recursos que necesitaremos. Se trata de asegurarnos de que el gasto que efectuamos coincide con nuestras prioridades. Una estrategia que nos puede ayudar en este sentido es la de asignar nuestros ingresos a tres categorías: gastos imprescindibles, ahorro y gastos opcionales. Esto nos permitirá destinar fondos a cada una en función de su relevancia. Ojo, esto no significa que nunca más volvamos a tomarnos un café o que nos tengamos que convertir en ermitaños. Simplemente quiere decir que tendremos la posibilidad de reservar cierta cantidad para pequeños gastos y hacerlo de manera consciente, que es de lo que se trata.
- Fijar objetivos de ahorro: con una meta en el horizonte que podamos visibilizar, nos resultará más sencillo hacer sacrificios, por pequeños que sean. Por ejemplo, podemos ahorrar para las vacaciones de verano o para asegurarnos de que las próximas compras de Navidad no sean un quebradero de cabeza.
- Ser constantes: aunque es un comienzo, no sirve de gran cosa controlar los gastos hormiga un mes y olvidarse de hacerlo al siguiente. Precisamente porque son difíciles de advertir, es fácil sustituir unos por otros sin darnos cuenta. Por eso conviene no bajar la guardia y mantener el control para saber bien en qué se gasta el dinero y cómo optimizar nuestros recursos.
Neutralizar los gastos hormiga es un propósito que nos puede traer grandes ventajas en forma de ahorro o fondos disponibles para invertir. Simplemente se trata de cambiar el sentido en el que trabaja nuestro hormiguero: en lugar de sacar nuestro dinero de él, se trata de acumularlo en su interior. Un objetivo que solo se puede lograr a base de consciencia y también de constancia.