Hablemos de vinos. De vinos, de bodegas y de personas. De una forma de pensar y guiar la vida diferente, con personalidad, con carácter, sin miedo. En una época en la que hay más vinos en el mercado que nunca, pero por desgracia parecen venir la mayor parte del mismo padre, se necesitan viticultores y/o enólogos valientes, que luchen por la autenticidad. Con tantas denominaciones de origen, tantas bodegas y tantas variedades de uva cultivadas… ¿por qué no siempre se aprecia el factor “terroir”?
Vivimos unos días supuestamente felices en el sector enológico: producimos más, bebemos más, vendemos más. Parece que la crisis va quedando atrás y que estamos recuperando (o intentándolo) la tradición vitivinícola de nuestro país. Pero también parece que muchos se conforman con vinos sin personalidad, del montón, de los que son como los demás. Aunque ¡pobrecitos!, igual lo que pasa es que nunca probaron vinos de verdad.
La semana pasada se celebró en Madrid el III Salón de Vinos Radicales, un acontecimiento que reunió a 34 bodegas muy diferentes entre sí, pero que comparten la misma pasión. Y, ¿qué es un vino radical? La RAE define radical como a) perteneciente o relativo a la raíz, b) fundamental o esencial. Ambas definiciones me fascinan y dan una idea aproximada de lo que el Sindicato del Gusto (organizadores del evento) pretende reivindicar. Se buscan “vignerons” –personas que cultiven la viña y que elaboren y vendan a la vez su vino- capaces de mantenerse fieles a la expresividad de las variedades, a la personalidad de los suelos y a la naturalidad del clima, o lo que es lo mismo, que defiendan su terruño.
En este Salón se defiende a las bodegas pequeñas, que anteponen lo local a lo global, con los pies en el suelo y con una filosofía clara que defiende los valores de autenticidad, singularidad y diversidad. Aunque existen muchas grandes bodegas (bien por tamaño, bien por recursos) que están elaborando grandes vinos, hoy reivindico el apoyo a los pequeños productores que luchan por la riqueza del vino con pasión, y van a contracorriente sin importarles las imposiciones del mercado o lo que simplemente es más fácil.
En esta ocasión descubrí -o volví a enamorarme- de algunas bodegas. Lo mejor del mundo vitivinícola es que siempre aparecen vinos o personas que te emocionan y disfruto compartiéndolo.
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