El vino es sin duda alguna un elemento socializador. Tomamos vino en pareja, en familia, con clientes, con amigos, solos, en un acto benéfico, en una gala… Son innumerables las ocasiones en las que elegimos esta bebida y desde luego no es por casualidad. Os proponemos unos cuantos vinos que hemos seleccionado por su singularidad.
Amphora de Parés Baltá. Es un xarelo 100% del Penedés con fermentación espontánea de levaduras indígenas. Su paso por ánforas de arcilla hechas con la tierra de los viñedos le confiere un carácter muy especial. Cristalino y transparente, este vino nos regala matices de fruta blanca, frutos secos como la almendra y, por supuesto, el recuerdo de la tierra donde se ha criado. Ideal para amantes del blanco en aperitivos y con platos del mar.
Contadino de Frank Cornelissen. Un vino natural sin aditivos, que sorprende de buenas a primeras por su color. Un tinto de capa baja elaborado con variedades entre las que predominan la nerello y la mascalese. Esta bodega está en la falda del Etna en Italia y los toques del magma volcánico se aprecian con descaro. No deja nada indiferente, pues sus toques ácidos, ahumados y amargos le confieren una personalidad especial. Podemos tomarlo con los amigos winelovers a los que es difícil de sorprender. Carnes a la leña o al carbón como maridaje recomendado.
Substance de Jacques Selosse. Con el permiso de mi compañera Isabel Chuecos Ruiz, abordo un champagne de esos que se recuerdan. El Substance es un Grand Cru de Chardonnay con paso por barricas y ciertos matices ‘ajerezados’ y oxidativos nobles. Es seductor, glamuroso y tremendamente elegante. Dado que no se produce en grandes cantidades, su escasez lo convierte, aún más, en un espumoso exclusivo. Ideal para un aperitivo donde, como poco, podamos acompañarlo con un buen caviar.
Ranci Dolç Merce de Cal Menescal. En Terra Alta, entre muchísimos magníficos vinos, encontramos uno muy singular. Un vino rancio (hasta ahí, normal) pero dulce. Las ‘madres’ de este vino tienen 40 años y su envejecimiento no es inferior a los 18 años en barricas de roble. Por descontado, la producción es muy limitada (unas 200 botellas de 50 cl anualmente). Merce de Menescal conjuga los matices oxidativos con el justo equilibrio de azucares. Aromáticamente nos desplaza hacia el sur (por ciertas semejanzas con los vinos de Jerez). Encontramos matices de miel, frutos secos tostados y cítricos evolucionados. Interminable en boca, este vino de garnacha blanca es ideal para aperitivo o para postres complejos.
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