Visita el palacio más sostenible

No se puede decir que el cine sea la máxima expresión del arte, ésta está reservada para la Arquitectura (es lo que pienso y así lo manifiesto), aunque para mí, Rodolfo, ilustre icono de una de las familias más antiguas de la humanidad, es el mejor regalo que nos hemos dado los terrestres. En su honor, asistí a la reciente trigésimo tercera edición del Festival de cine de Miami con la esperanza de tropezarme con Monica Bellucci, de la que soy fan incondicional (le rindieron homenaje a su carrera), de si hablé o no con ella y de lo que versó la conversación, no os daré pista alguna.

Lo que sí os puedo contar es que me encantó la aportación humorística de Clara Lago y Dani Rovira en ‘Ocho apellidos catalanes’, no tanto la película (la verdad por delante). ¿Habrá tercera entrega? Desde allí y a toda prisa, llamé a mi amigo Darwin (ya sabéis, de nombre Steve y afincado en Milán), me urgía ver en acción un material de reciente cuño antes de ponerlo en la lista de los que deberé utilizar en mi futura (y entrañable) edificación. Él me atendió como siempre y me acompañó en un viaje constructivo de Clase A.

En el avión iba repasando los acontecimientos transcurridos. Todo empezó cuando se organizaba la Exposición Universal de Milán 2.015, los responsables decidieron realizar un concurso para la elección del Pabellón de Italia, un pabellón que tenía que tener dos particularidades bien definidas: la primera era ‘compromiso‘ con el cuidado del Medio Ambiente y la segunda que, cuando se desmantelara la Exposición, ese edificio se quedaría en pie. Fue en el mes de mayo de 2013 cuando falló el concurso a favor del proyecto presentado por Nemesi & Partners.

Los diseñadores se imaginaron un edificio que enraizara en el contexto mundial que es una exposición de esas características, por ello se inspiraron en un bosque, dándole una textura ramal en la parte exterior del edificio y alternando luces y sombras, lleno y vacío, recordando así el arte de la tierra (eso dicen ellos, a mí no me miréis). Lo llamaron Palazzo Italia y su centro representa un corazón rodeado por cuatro volúmenes, como si fueran raíces de las que nacen los árboles. Estas construcciones albergan la zona de exposiciones, el auditorio, las oficinas de representación y las salas de congresos y reuniones.

De la ingeniería y la gestión de los costos se encargaron la empresa Proger y la también italiana BMI Progetti, ellas nos cuentan que el precio de la construcción alcanzó los 52 millones de euros. El edificio comprende 14.400 metros cuadrados construidos repartidos en seis plantas (o niveles, claro), el pico más alto se eleva a los 35 metros y era, en su momento, el más alto de la Exposición Universal. La planta del mismo es de 60 por 60 metros, su construcción se realizó en tan sólo 14 meses por más de 200 profesionales (u operarios). Su clasificación energética es de Clase A, lo cual quiere decir que energéticamente es independiente o casi.

A Darwin le explicaba que la eficiencia energética se mide en un rango alfabético que va desde la A hasta la G, siendo la construcción que más consume energía la G. Obviamente, este rango depende de muchos factores, como son los materiales que conforman la envolvente del edificio, las fuentes de donde provienen la energía que consumimos (solar, eólica, combustibles fósiles, etc), la eficiencia de los aparatos que utilicemos, la ubicación geográfica y nuestro entorno más cercano (los edificios que nos rodean). “Así que nuestro Palazzo es de la A”, dijo mirando absorto el pabellón, cualquiera que no lo conociera pensaría que estaba orgulloso (yo no lo pensaba).

Gracias al alto grado de exigencia que se introdujo en la construcción del edificio, se creó una envolvente exterior de un material diseñado para ella. Este material, patentado por la empresa Italcementi, es un cemento bio-dinámico al que denominan i-active BIODYNAMIC (memoriza el nombre) y cuya principal característica es que cuando el material entra en contacto con la luz, reacciona con algunos de los contaminantes presentes en la atmósfera, transformándolos en sales inertes y, de paso, haciendo más puro nuestro aire. ¿A que ya te está gustando para tu edificio?

Pero eso no es todo, es un producto altamente maleable y tiene una fluidez inicial tres veces mayor que la de otros morteros, consiguiendo, gracias a esta propiedad, la creación de los 900 paneles (planos y curvos) que recubren los 9.000 metros cuadrados de superficie exterior del pabellón, piezas únicas realizadas por la empresa Styl-Comp, todo un reto geométrico con dimensiones medias de 4 x 4,2 metros.

La empresa Italcementi nos cuenta que este nuevo material tiene una resistencia muy superior a los morteros habituales, así, resiste el doble que estos tanto a compresión como a flexión y, por supuesto, lo tienen a disposición de sus clientes. Más datos: han empleado 2.000 toneladas de cemento bio-dinámico y se han invertido 10.560 horas de 15 investigadores para el desarrollo del nuevo producto (impresiona, ¿eh?).

Como siempre, Darwin y yo estábamos divididos, si él estaba totalmente enamorado de estos paneles bio-dinámicos, yo estaba totalmente encaprichado con el increíble techo diseñado por Nemesi para el Palazzo Italia y construido por la empresa Stahlbau Pichler. No puede haber una cúpula más especial, la llaman ‘La Vela’ y no es difícil saber por qué cuando ves su forma ondulante y cuasi-caprichosa (como yo). En el centro del atrio del edificio tuve que arrodillarme ante esta inusual maravilla, obra de dos combinaciones cuya perfección reflejan lo mejor del ser humano: por un lado la unión de Arquitectura e Ingeniería y por el otro la fusión del metal con el cristal.

No me extrañó enterarme que los 3.000 metros cuadrados de acristalamiento fueron suministrados por la empresa española Tvitec. Los vidrios utilizados son el extraclaro (con bajo contenido en óxido de hierro) y el Low-e (permite el paso de la luz solar pero impide la entrada de un alto porcentaje de rayos ultravioletas, garantizando un importante ahorro energético). Observando la cubierta vemos que el reto de crear estas enormes piezas de cristal, de muy variadas formas, bien merece un reconocimiento específico, sobre todo cuando piensas en lo que pesa todo el vidrio que ondea sobre tu cabeza: 350 toneladas.

Cansados y orgullosos, felices de haber visto los materiales que conformaran nuestro futuro arquitectónico más cercano y que, además, nos ayudarán a mantener nuestro planeta más eficientemente, Steve Darwin y yo buscamos en el iPad un lugar cercano donde tomarnos una fantástica cerveza, de esas que no se olvidan.

Disclosure: Los personajes que aparecen en este artículo, sus diferentes personalidades y sus relaciones entre ellos y con el entorno encajan dentro de la ficción. El autor no se responsabiliza sobre las opiniones expuestas en el artículo y no tiene ninguna relación de negocios con cualquiera de las empresas que se mencionan en él.