Mi nombre es Canela. Antes me llamaban Ta: así me pusieron los chicos de ANAA cuando me encontraron con mis siete hermanos y hermanas, abandonados dentro de una caja de cartón en una gasolinera de la Sierra de Madrid durante una Noche de Reyes hace siete años. Dada la fecha, como éramos tantos, no se les ocurrió otra cosa que llamarnos Mel, Chor, Gas, Par, Bal, Ta, Sar y Mello (de camello, claro está).
El nombre de Canela es cosa de mi ama pequeña. Se debe al color de mi pelo pero también a mi carácter: soy de natural zascandil y la especia de todos los postres de mi hogar. No tengo raza, pero sí una distinción innata que según mi dueña denota un misterioso origen, algo así como la hija ilegítima de un can de noble pedigrí de nombre Imperator Von Haus Zschammer III o similar. La foto que ilustra esta entrada lo atestigua.
Soy una perrita muy viajada, mis amos me llevan allá donde van, así que ladro en varios idiomas. Esta vez he recalado en los Estados Unidos. Vivo en una urbanización muy elegante al Norte de Bethesda, cerca de Washington DC. Mi hogar es muy grande y espacioso, como todo lo de este país. Tengo ventanas desde las que cotillear, terrazas que guardar, muchas escaleras y una gran extensión de moqueta sobre la que solazarme. Hay que ver lo que les gusta a los norteamericanos la moqueta. Tal vez si supieran los olores que se acumulan en ella con el paso del tiempo no les haría tanta gracia. Mejor para mí y los de mi especie.
Como he dicho, mi barrio es elegante, por lo que todos mis vecinos caninos son de raza. Mi llegada ha causado sensación, porque nadie sabe cómo etiquetarme, algo fundamental en las relaciones sociales de este país. Por eso mi amo, cuando le preguntan sobre mi breed (origen racial), siempre contesta: “Spaniard Chihuahua” y todos se quedan satisfechos. Si alguno insiste en profundizar, añade: “Google It”. Me han hecho hasta fotos. Es la monda: soy una celebrity.
Estados Unidos es un mundo de dimensiones, ruidos, aromas y costumbres muy diferentes a lo que he conocido hasta ahora. Todo es desmesurado y a veces extraño. Mi amo cuenta que hay unos 70 millones de perros en el país, y que el negocio de las mascotas supone alcanza casi los 60.000 millones de dólares. Yo de eso no entiendo: sólo sé que hay muchísimo de todo para nosotros.
Mi intención es contaros cómo me va por estas tierras desde mi perspectiva perruna. Os hablaré de mis increíbles vecinos humanos y perrunos, de mis experiencias cotidianas, de las últimas novedades sobre moda canina, en fin, de todo lo que vaya viendo y olfateando con mi curiosidad insaciable. Porque una cosa os digo: aquí hay mucho que zascandilear. Hasta la próxima. Guau.
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