El lenguaje táctil afecta a nuestros hijos

Estamos en la era de las nuevas tecnologías y la última generación no conoce un mundo sin Internet ni dispositivos. La comunicación en digital es un hecho que todos aceptamos y que, en general, consideramos positiva en la medida en que facilita la transmisión de mensajes y de información de forma inmediata, gratuita y sin fronteras temporales ni físicas.

La velocidad a la hora de comunicarnos es un valor que nadie cuestiona a la hora de evaluar el rendimiento y la productividad.  Cosas como los telegramas o el fax son ya parte de la historia desde que existe el correo electrónico y desde que aparecieran las apps de mensajería instantánea. Sin embargo, esta nueva forma de comunicarse en digital ‘no es gratis’ e incide directamente en la forma en que los jóvenes aprenden a hablar y a escribir.

Una generación ‘táctil’. Los niños de la conocida como generación Z, nacidos a partir del año 1995, han aprendido a comunicarse de forma más táctil que con interacciones reales, siendo además muy propio de su lenguaje la expresión a través de grafismos como los emoticonos o las abreviaturas que los representan, juntando varios signos de puntuación como puedan ser  ‘ : )’ , ‘: = )’.

Aunque a priori el lenguaje digital no tendría por qué relacionarse con un bajo rendimiento caligráfico o verbal, al considerarse simplemente otro tipo de lenguaje o forma de comunicación, lo cierto es que sí afecta a la forma en que los chicos escriben y hablan. Este tema no es nuevo y venimos arrastrándolo desde hace muchos años, aunque va en aumento. Ya en el año 2006 existía esta misma preocupación y en la Universidad de Lancaster culparon fundamentalmente a los videojuegos tras observar en un estudio que el vocabulario de los jóvenes de hoy se había reducido drásticamente respecto a su generación predecesora. El profesor e investigador Tony McEnery concluyó que los adolescentes tenían un vocabulario de 12.600 palabras, mientras que los jóvenes de entre 25 a 34 tenía casi el doble: 21.400 palabras.

Esta falta de vocabulario abunda en frases simples, en abreviaturas o en símbolos fonéticos que no dejan de repetirse y que suponen una degradación en el lenguaje: ejemplos son el uso reiterado de ‘q’ en lugar de ‘que’, o ‘x’ en lugar de ‘por’. Esta tendencia, junto con el deseo de apremio y de enviar mensajes cada vez más cortos impide la planificación textual reflexiva y el desarrollo léxico del lenguaje.

¿Cómo detener el daño del lenguaje digital y que no deteriore la capacidad expresiva de los más jóvenes? Desde la psicología advierten que luchar contra ello es estéril, por lo que hay que buscar fórmulas adecuadas para incorporarlo a la educación. Partiendo de esa base, habrá que fomentar una comunicación con el niño o adolescente en la que se genere su conciencia sobre los diferentes contextos y de cómo se debe actuar en ellos.

Por descontado, será importante que lean libros: aunque pueden ser en formato digital, lo importante es generarles el hábito de la lectura de fuentes de texto correctas a nivel ortográfico y expresivo, algo muy necesario para aprender a escribir con propiedad. Además, resultará muy conveniente que los propios padres busquen paralelamente la mejora en la expresión oral generando conversaciones extensas con sus hijos en las que obliguen al niño a reflexionar y a expresarse largo y tendido.

Estos son los problemas del mal uso y abuso lenguaje digital:

• Se tiende al empleo de un lenguaje cada vez más soez y a la adopción de ‘palabros’, neologismos y herencias de otros idiomas como causa de los medios de comunicación.
• Los jóvenes no diferencian el código formal y apropiado que deben sostener, por ejemplo en el trabajo, del más informal que mantienen con sus amigos.
• Existe el riesgo de no saber escribir bien la palabra y usar la abreviatura como si fuera la correcta en contextos académicos o profesionales.

La comunicación por ‘emojis’. El lenguaje se deteriora, pero las emociones cobran una nueva forma de expresión a través de ‘emojis’ o ‘emoticonos’ que, a golpe de dedo, llegan a expresar mucho más que palabras. Dentro de la comunicación de los niños, se encuentran muy presentes los grafismos propios de su generación, como son los conocidos como ‘emojis’ o ‘emoticonos’.

El conocimiento de esta forma de comunicarse no ha pasado inadvertido para la psicología proyectiva, que ha visto en los estos símbolos un filón importante con el que los pequeños puedan expresar algunas de las emociones más difíciles de transmitir al adulto por una vía directa. Hablamos de situaciones como pueda ser el abuso, el maltrato infantil o la presencia de violencia en su entorno.

Lo que antes comunicaba el niño con un dibujo, ahora lo puede expresar con su correspondiente emoticono, neologismo que combina la palabra emoción con icono. Con esta premisa, la organización no gubernamental sueca BRIS ha creado los conocidos como Abused Emojis, un conjunto de emoticonos que representa una realidad social y familiar compleja a partir de imágenes que simbolizan realidades duras como las secuelas del maltrato o el dolor físico, la vergüenza, la tristeza, o incluso el consumo de alcohol por parte de los padres.

Con estos emoticonos, los niños no tendrán que verbalizar de forma directa su sufrimiento o el episodio traumático que hayan pasado, sino que, de una forma más natural y como lo harían habitualmente, podrán expresarlo mediante su correspondiente ‘emoji’.

Abused Emojis es una aplicación descargable que instala un teclado con estos emoticonos especiales, entre los que se encuentran, por ejemplo, niños de distintas razas con un ojo morado o los padres con bebidas alcohólicas. Sin duda, la app supone un buen avance con el que será más sencilla la detección de abusos y la prevención del maltrato infantil y la violencia familiar.