#CloseTo Pablo López: «Me pone muchísimo un buen cerebro»

No sabemos si nos hemos perdido a un gran periodista, pero lo que es seguro es que hemos ganado un artista auténtico y muy completo...

Amalia Enríquez. 09/01/2018

Le conocí, como la mayoría, en la sexta edición de OT. Ya apuntaba maneras y las fue consolidando con el tiempo. Sin embargo, donde realmente descubrí a Pablo López fue en ‘La Voz’. Como hay diferencia entre esos dos matices, decidí saber un poco más de ese joven con un fondo emocional y vital que me conmovió. No sé si nos hemos perdido a un gran periodista, pero sí hemos ganado a un artista auténtico y completo. Nos encontramos en su discográfica, donde promociona su último trabajo ‘Camino, fuego y libertad’ y, para abrir boca, me confía una cosa que no debe abandonar el “off  the record”

Pablo López acaba de terminar su último trabajo, “Camino, fuego y libertad”

The Luxonomist: Lo peor que le puedes hacer a un periodista es decirle algo y que no lo pueda contar…
Pablo López: (risas) Lo sé, pero estoy seguro de que me guardarás el secreto y sabrás gestionar el silencio.

TL: Buen comienzo para una primera entrevista.. (risas). Espero que vengan más pero, hoy en concreto, me presento muy virgen y dispuesta a que me cuentes lo que quieras…
PL: Maravilloso, no me puede gustar más el reto.

TL: Vamos a ello entonces. Una guitarra cambia tu vida. Solamente tienes cuatro años…
PL: Como imaginarás, a esa edad no era capaz de percibir lo que me estaba pasando, porque la inocencia te permite esa licencia. Yo estaba obsesionado con un piano que había en el colegio. Vi a un profesor que puso la mano encima y quería un piano como ese. Se lo pedí a mi madre, pero no había posibilidades económicas ni espacio, porque mi casa era más pequeña que esta sala en la que nos encontramos. Mi madre me compró una guitarra baby, española chiquitita y empecé a investigarla. Recuerdo la sensación de ir en el coche de la maestra, que vivía en nuestro mismo edificio y le hacía el favor a mi madre de traernos, ir mirando por la ventanilla, comerme las lentejas, que me había hecho mi abuela, y llevarme la guitarra que no sabía tocar. Recuerdo que el día que conseguí hacer un RE mayor, que fue el primer acorde que hice en mi vida y nunca he contado esto, no pude dormir. Esa guitarra se convirtió en un juguete.

La foto que ilustra este artículo se tomó así

TL: Un autodidacta absoluto…
PL: Sin duda. Mi madre nunca me dijo «haz esto o pon esta postura». De hecho, ella fue al colegio a preguntar qué hacía conmigo y mi pasión por la música (risas), entonces le recomendaron que me llevara a un conservatorio ¡Fíjate la suerte de madre que he tenido! No ha sido una persona que me haya inculcado, ni forzado a hacer nada. Simplemente ha preguntado a la gente que entendía del tema para saber lo que era mejor para mí. Empecé a estudiar la carrera de piano y, los cuatro primeros años, no tuve piano y me iba todas las tardes al colegio a ensayar. Hay padres que tienen posibilidades de llevar a sus hijos a colegios bilingües pero mi madre, sin querer, me hizo políglota porque yo siempre digo que hablo castellano, guitarra y piano. Es un lenguaje en el que me puedo expresar de verdad.

TL: Luego añadiste el inglés tras tu aventura en Gran Bretaña…
PL: Ese es un plus, no es un lenguaje materno (risas). Lo hablo gracias al tiempo que viví en Londres. Todo lo que consumo está en inglés. Fíjate, hace unos días estábamos con varios chicos de ‘La voz’ y no te puedes imaginar cómo cambian del inglés al español en una misma conversación. Es delirante, es un crisol de culturas magnífico. No hay reglas y lo hacen con una naturalidad que asombra y, al mismo tiempo, me encanta.

TL: ¿Qué hay del Pablo que se fue a Londres a trabajar de camarero?
PL: Cada día más. En vez de alejarme de él, estoy trazando un puente no al pasado, sino al resquicio de la huella que dejó ese Pablo. Ese chico tenía una dosis de ilusión bastante más pobre que el de hoy ¡fíjate lo que te digo!, sobre todo ahora. Gran parte del dolor de este disco es porque, en un momento, perdí esa ilusión. Entonces convoqué a ese Pablo, al Pablo de la guitarra, al que descubrió por primera vez el RE mayor, al Pablo de los bares y al que se acostaba creyéndose Mick Jagger por haber hecho saltar a cincuenta personas.

TL: Sentir eso no está mal…
PL: Claro que no, eso es una maravilla… pero lo estaba perdiendo. Me he concentrado tanto que ha vuelto con muchísima fuerza. Hoy por hoy, el Pablo de Londres ha vuelto. Cuando me fui allí desconocía la hostilidad de esa ciudad, pero recuerdo pocos momentos tan emocionantes como echarme a la calle a buscar trabajo. Era una cosa nueva para mí. La primera vez que lo hice fue allí, en otro país que no era el mío.

TL: Hay que añadir también la aventura de cantar en el metro…
PL: Fue un poco por obligación con un compañero de piso, porque yo soy muy vergonzoso pero, sobre todo, vergonzoso ajeno…

TL: Eso también es patrimonio de los tímidos…
PL: Soy muy pudoroso y con mucho sentido del ridículo. Tengo mucha vergüenza ajena y yo creo que eso es algo muy español. A mí me gusta mucho el alterne sano, me gusta estar hablando, beber vino o cerveza y nunca me emborracho, ¿sabes por qué? Por miedo a la barbaridad de vergüenza ajena y de sentido del ridículo que tengo. Yo mismo me auto controlo y, cuando veo a amigos que no pueden hablar por lo contentillos que están, siempre me pregunto: ¿por qué no me puede pasar eso a mí? (risas), porque no me pasa nunca.

Pablo junto a Amalia en un momento de la entrevista

TL: ¿Te ocurre a todos los niveles?
PL: Pues sí y, a veces, esa vergüenza me pasa malas pasadas incluso en la intimidad, en las relaciones personales. Tengo tan acrecentado el sentido del ridículo que me lleva a no hablarle a una persona que me gusta.

TL: ¿En serio, hasta ese extremo?
PL: Sí, sí… no le hablo, pero le escribo canciones (sonrisa). Jamás le he pedido a una mujer un número de teléfono, jamás le he preguntado su nombre. Entiéndeme lo que te voy a decir: es posible que, en alguna ocasión, haya acabado manipulando psicológicamente ese momento para acabar hablando con ella. Me he hecho con amigos, provocando una situación inevitable para hablar… pero soy incapaz de acercarme a una chica y decirle que me gusta, por ejemplo. Prefiero hacer puenting (risas).

TL: Compensarlo escribiéndole canciones es mucho más poético…
PL: Supongo que todo lo que me guardo dentro tiene que tener alguna vía de escape.

La manera de inventarse las relaciones interpersonales nos ha hecho mucho daño a todos en general

TL: No obstante, es un arma para ligar mucho más fuerte, ¡que lo sepas!
PL: Ya, pero tú no puedes estar en un restaurante a las once de la noche e irte al baño a escribir una canción, porque sería mucho más ridículo, en vez de decirle “hola”, cantarle una canción (risas). Yo las canciones las escribo cuando pasa algo de verdad. Soy una persona que me pone muchísimo un buen cerebro, una buena cabeza, aunque adoro la belleza de todo tipo.

TL: Pero, con el tiempo, se acaba yendo…
PL: Eso no me importa porque no pienso en el futuro. Cada vez menos.

TL: ¿Eres de vivir el presente?
PL: Estoy ejercitándome para ello y cada vez lo estoy consiguiendo más, sobre todo en el tema del amor. Te diré, aunque pueda parecer muy impopular, que a parte de la bomba atómica, el Co2, ciertas enfermedades y un sinfín de maldades, que el ser humano ha inventado para justificar nuestra auto extinción (¡qué barbaridad lo que estoy diciendo!), yo creo que la manera de inventarse las relaciones interpersonales nos ha hecho mucho daño a todos en general.

TL: Un poco negativo te intuyo,¿no?
PL: Yo creo en la lealtad, en la honestidad, en el respeto de verdad. Sé querer y nunca pienso en envejecer con nadie por una cuestión de rutina, sino en crecer con otra persona por una cuestión puramente de amor. A veces la civilización hace que el amor se pueda extinguir o perturbar.

*Y es en este punto cuando comparte esas confidencias “off the record”, que voy a respetar porque la palabra está por encima de un titular…

TL: ¿Eres de los que te asustan los compromisos o la sucesión de etapas?
PL: Me asusta hacer contractual algo tan salvaje y hermosamente incontrolable como el amor, me parece una aberración absoluta. Sé que puede parecer oportunista esto que te digo. Si yo mañana me enamoro de una manera incontrolable y me entra ese instinto enajenante del amor, mi discurso sería otro. Te estoy siendo honesto, pero también te digo que estoy muy convencido de lo que te estoy diciendo.

TL: Hablábamos del futuro y mira en lo que ha derivado la conversación…
PL: Es verdad porque, al fin y al cabo, soy mucho más dependiente del amor de lo que me creo. Eso nos pasa a todos y nos salva muchas veces.

TL: Y nos atormenta otras…
PL: También pero, cuando vemos un informativo, el único analgésico, ibuprofeno, opiáceo o anestésico que te puede sacar de lo que ocurre, es el amor.

TL: Intuyo que eres más creativo en la depresión que en la euforia ¿me equivoco?
PL: Me encanta lo amorfo de escribir canciones, lo impredecible del proceso de creación. He escrito tres discos que son tres fases de mi vida, etapas en las que escribí para satisfacerme a mí en tres estados diferentes. Escribí el primero con hambre, no solo física sino también con hambre de hacer algo. El segundo lo escribí desde el color y la luz, el decir “ya estoy aquí”, que me hizo vivir algo tan emocionante como estar subido a un escenario y mirar a la cara de alguien que está cantando algo tuyo. Y el tercero, este que nos ocupa, lo he escrito desde el “¿qué hago aquí?¿quién soy yo y qué me está pasando?”, porque no estaba disfrutando de lo que estaba viviendo. Y ha sido una terapia, una catarsis. No quiero decir que sea un trabajo dramático, pero este disco es un grito absoluto que he escrito con escozor, con herida.

TL: ¿Te has olvidado de vivir?
PL: Por momentos sí. Antes buscaba un lenguaje para hacer canciones, ahora tengo que buscar un lenguaje para vivir. Vivo en un constante análisis. Vivir se ha convertido en un trabajo para mí.

TL: Tienes que valorar que hay vida más allá de tu piano…
PL: Sé que vivir es sentarte en una silla mientras tu madre te está haciendo un puchero, pero tengo un problema: soy un drogadicto de mi trabajo. No sé desconectar, tengo que aprender. He estado en un restaurante cenando con gente amiga, a la que admiro incluso, y de repente me siento con la mirada perdida, pensando en mis cosas. Estoy aprendiendo a reconducir esas situaciones. Me puedo pasar las 24 horas del día componiendo, escribiendo, tocando… y sé que me estoy olvidando un poquito de vivir.

TL: No deberías porque en esa vida que se te escapa es donde está tu inspiración…
PL: Ya, pero la vida para mí es mi trabajo. Estoy esperando irme de gira para ponerme a escribir otro disco. Y eso es un error porque debería escribir como hice con el primero, estando en la calle y viendo pasar a la gente. Ahora ya no quiero eso, quiero subirme a un escenario y que me pasen cosas, cada vez más artificiosas y delirantes, para poder escribirlas.

TL: La terapia de este último disco ¿te ha reseteado?
PL: ¡Te lo juro que sí! Nunca pensé que lo necesitara tanto. He gritado mucho por dentro y me ha ayudado mucho. Me ha dado calma, cierta felicidad y estoy en paz desde hace unos meses. Y estoy en los sitios también, ahora estoy aquí contigo con los cinco sentidos, y se me había olvidado lo que era eso porque mi cabeza estaba en todas partes. Cuando uno está en paz, puede estar de verdad en los sitios. Ahora solo quiero estar donde quiero estar.

TL: ¿Tienes la sensación de haberte perdido cosas?
PL: Te lo juro que no, créeme, porque ahora mismo sí estoy donde quiero. Lo que me daba miedo y pavor era que la absorción de mi trabajo dejase un cadáver en el camino, que eso fuera el dolor de otra persona, el dolor de mi madre, de la que era mi pareja. La ausencia o distancia no implicaba quererlas menos. Me encanta satisfacer a la gente y estoy en un momento de mi vida que valoro más las cosas. ¡Ojo! que esta conversación que estamos teniendo es tan placentera para mí como estar tocando. Me encanta hablar, escuchar, debatir, aprender, discutir…

TL: Creo que corrías el peligro de que la obsesión se convirtiese en un lastre…
PL: Lo sé y era peligroso que eso ocurriera, pero no solo era por la música, sino por el miedo a estar donde no quería estar.

La película ‘El Rey León’ le marcó profundamente

TL: Déjame volver un poco la vista atrás. ¿Te recuerdas un niño feliz?
PL: Sí. He tenido una infancia en la que mi padre no estaba. He vivido con mis abuelos, que murieron relativamente jóvenes, mi madre era telefonista de un hotel y yo me sentía multimillonario, porque tenía lo que tenía que tener. Simplemente. Tuve una educación pasiva, sin querer, a base de gestos y normalidad. Me da mucha pena la gente envidiosa, porque nunca he visto eso en mi casa. Mi madre nunca ha envidiado a nadie que tuviera más, nunca le he escuchado desear nada mal a nadie. Sensibilidad, amor y saber querer, algún día se demostrará que te hacen mucho más fuerte que débil.

TL: ¿Ese niño iba al cine?
PL: Sí. La primera película que vi en el cine seguro que era acorde a mi edad, pero no la recuerdo de manera nítida. No me olvido, sin embargo, de la que me marcó y que fui a ver tres veces, sobre todo por su banda sonora: ‘El rey león’. Dura y emocionante. El binomio Hans Zimmer/Elton John es uno de los motivos, con otras cosas, que me hizo dedicarme a esto.

Jugaba al dominó con su abuelo y sus amigos

TL: ¿Y leías?
PL: No, pero te vas a reír con lo que te voy a contar. Como mi madre tenía horario en el hotel, mi abuelo se jubiló cuando yo nací y se pasaba el día conmigo. Yo era un abuelo más. Con dos o tres años me vestía como él y estábamos todo el día juntos. Me iba a jugar al dominó con sus amigos y estaba esperando, a mi edad, que me entrara reúma porque era lo que yo les escuchaba decir (risas). Todos los días, mi abuelo leía el periódico y me lo hacía leer a mí. A mis cuatro años, mis primeras lecturas las hice con ‘El País’ o ‘El Mundo’ en la mano. No entendía nada, pero me parecían fascinantes las palabras que iba descubriendo. Gracias a eso, sí soy un gran lector de prensa.

TL: Y ese precoz lector de prensa, ¿qué pensaría del adulto en el que te has convertido?
PL: Yo creo que fliparía un poquito, me atosigaría a preguntas, sería más incisivo que el adulto y, sobre todo, se encontraría delante de un hombre feliz. Ahora sí, sin duda alguna.

*Localización: Universal Music Spain. *Próxima semana: Mónica Cruz.

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