Tony Moog y el arte de hacer el amor
El artista cierra con el espectáculo 'Fortnique' en el teatro Borrás de Barcelona una tanda ininterrumpida de 14 años en la sala grande del desaparecido Club Capitol.
Con el sugerente título de “Fortnique”, a medio camino entre el western y el arte de hacer el amor, que no amar (que siendo igual no es lo mismo), el monologuista Tony Moog cierra su exitosa temporada elucubrando sobre eso tan difícil y delicado como son las relaciones amorosas. Máxime en su caso donde la utilización de su particular modo de usar el lenguaje, sin pelos en la lengua (el lo llama Moog mode), puede ser motivo de escándalo cuando se es espectador primerizo en los shows del actor.
Moog es directo y hábil. No tiene miedo de las palabras y las utiliza de una manera donde no cabe la confusión. No le valen las segundas intenciones ni las medias tintas y acude a la resolución de los teoremas (sexuales en este caso), con los principios básicos de cualquier narración al uso: planteamiento, nudo y desenlace. Y todo con un lenguaje directo que no deja dudas en momento alguno.
El mundo del ligoteo según Tony Moog
Habla Tony Moog de las maneras de ligar, aunque, no nos engañemos, alcanza el clímax justo en ese momento. Y se explaya en lo más íntimo de las relaciones personales entre dos adultos, que pueden ser tres o más, según el skecht. Confiesa que está por el sistema de contacto directo y que se ha dado de baja en Lobo, Tinder, 3ender, Tindog. Porque, dice, las aplicaciones para el lagoteo están sobrevaloradas.
De hecho, ha descubierto nuevos métodos cuyas claves revela al público de un modo digamos «salvaje»; por poner un calificativo a una manera directa, sin pausas y a ritmo desenfrenado de contarlas (a no perderse las técnicas utilizadas en tiempo de pandemia), todo un alarde de imaginación.
Las claves para ser un padre deseable
Puesto ya en una edad que supera la cuarentena, Moog desvela detalles para convertirse en un Pilf. Se trata de un símil del acrónimo Milf, en inglés “Mother I´d Like to Fuck”; y convertirse en papá deseable. Un hombre, a cualquier edad, listo para ser un objeto de deseo para mujeres de cualquier edad. Y poder ser el hombre perfecto tanto para ligar en el parque como utilizar el Wallapop para tirar el anzuelo con éxito asegurado.
No hay sutileza en el planeamiento ni en los textos, que se convierten en disparos hacia la diana de la carcajada pura y dura. Y esa es la habilidad del cómico, que cierra con esta presentación en el teatro Borrás de Barcelona una tanda ininterrumpida de 14 años en la sala grande del desaparecido Club Capitol. Allí realizó 1.250 funciones arrastrando un top de casi medio millón de espectadores.
Un espectáculo directo y para todos los públicos
No hay secreto en los planteamientos de Moog, todo va directo sin fisuras. Pero a pesar de todo, no molesta al espectador, que recibe los textos con la misma amabilidad que él los dispara. Con una curiosidad, su espectáculo es apto para todos los públicos, y a veces hace intervenir a niños de diez u once años en situaciones que podrían escandalizar, por su temática al más pintado. Pero consciente de que a cualquier edad, con móvil y ordenador al alcance, se han eliminado los tabúes y la accesibilidad al tema más osado es pacata minuta.
Para ejemplo, el día que vimos la función sacó a su propia hija, la guapa Nora de nueve años, a saludar al público desde la escena. Y entonces me vino a la memoria una anécdota que Moog me contó hace unos tres años cuando la pequeña tenía seis. Le llamaron del colegio para hablar urgente con él. Al parecer, la niña había hecho algo tremendo: se había tirado un plato de spaghetti por la cabeza. Informado, Moog sólo respondió antes de salir del despacho: «¿Sí? ¿Qué?» No se alteró en absoluto porque se lo había visto hacer a él en alguna que otra ocasión. Cogió a la niña de la mano y se fueron tan tranquilos con las más estricta normalidad.