El tuit de Casillas que ha revolucionado las redes

En la vida tendemos a desbaratar realidades y a fingir existencias oculta. Políticos y famosos se afanan en ello cada día.

Mario Garcés. 26/09/2018

Que el hombre pisó la Luna en 1969 es tan cierto como que Iniesta marcó aquel gol en Johannesburgo. Pero hete aquí que el bueno de Iker Casillas, bajo el influjo de una invitación a comer de Bertín Osborne, o bajo el efecto del Oporto, o bajo no se sabe qué razón, vino a escribir hace unas semanas la siguiente reflexión en un tuit: «El año que viene se cumplen 50 años (supuestamente) que el hombre pisó la Luna. Estoy en una cena con amigos… discutiendo sobre ello. ¡Elevo la tertulia al público! ¿Creéis que se pisó? ¡Yo no!» Lo más increíble no es que el Ministro Duque saliese raudo a enmendar al deportista. Lo verdaderamente sorprendente es que se desatase una polémica múltiple de esas que se extienden como el virus de la legionella por las redes sociales.

Entre los selenoescépticos cunde todavía en su imaginario la idea de que todo fue rodado en un estudio por Stanley Kubrick, pues siguen sin hallar respuesta al movimiento de la bandera en un entorno sin atmósfera o la misma inexistencia de las estrellas. Y todo, porque tendemos a desbaratar realidades y a fingir existencias ocultas. La diferencia entre el mito y el timo. Acepto que no soy hombre de cábalas sino de cabales, ni de expedientes X, pues ya han sido suficientes los expedientes administrativos que he tramitado.

Cuando leí el tuit pensé que el de Móstoles no se refería al satélite, sino que pisar la Luna, para alguien que acostumbra a ver el mundo desde la portería, era una referencia a un gil y boludo delantero argentino que pisaba la media luna del área, ese semicírculo lunar a una circunferencia de 9,15 metros, diez yardas, con centro en el punto de penal. Y que no son pocos los que le han pisado la luna y le han marcado algún gol, aunque no llevasen las botas de última generación de Neil Amstrong. Casillas podría ser presa de su propio escepticismo, porque pudiera ocurrir que en unos años nos dijesen que España no ganó el Mundial y que todo no fue sino una figuración a escala de un juego de Playstation.

La inmensa mayoría de las películas no se ajustan a la realidad. Fotograma de ‘Tiempos Modernos’

Muchas cosas no son lo que parecen y otras que no lo parecen, lo son. Hay días que soy hombre de cuentas. Otros días, de cuentos. Y, por extraordinario que parezca, hay cuentos sobre cuentos y cuentas sobre cuentas, sobre todo en Suiza. Que nada es lo que parece no es una película de Walt Disney, pero podría serlo. Y no porque los personajes mayoritariamente no tengan madre, pues al padre se le da ya por desaparecido o el engendro es fruto de otro milagro virginal, o porque las princesas representen en muchos casos estereotipos inaceptables. No. La inmensa mayoría de las películas no se ajustan a la realidad del cuento tal como fue escrito originalmente.

Y no se ajustan porque, de haber respetado el texto, la muchachada habría sido lo más parecido a una camada de Kill Bill, a mayor gloria de Tarantino. ¿Se imaginan que en vez de besar al sapo para convertirlo en príncipe, fuese necesario decapitarlo, comerlo vivo o golpearlo con fuerza? ¿Se imaginan a Pinocho matando a Pepito Grillo? ¿Se imaginan que Cenicienta tuviese realmente padre y éste aceptase las vejaciones a su hija? ¿Se imaginan a la Bella Durmiente teniendo relaciones sexuales con un rey casado, para dormir el sueño de los justos y despertar nueve meses después dando a luz a dos niños? ¿Se imaginan a la Reina intentando matar a Blancanieves con un corsé? ¿Se imaginan a Rapunzel embarazada como resultado de las visitas nocturnas del Príncipe?

Pues bien, qué diferente hubiese sido nuestra infancia si hubiésemos conocido la realidad de estos cuentos, porque todos estas preguntas retóricas son la trama real tal como fue redactada. Cuando en la política actual se habla de construir un relato o una narrativa, siempre pienso que ya no existen escritores como Collodi, Basile, Andersen o Grimm.

 

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Reconozco que me hace gracia la leyenda urbana, y casi negra, que persigue a Casillas respecto a su roñosería. De ser cierta, no parecería que lo fuera. A esta leyenda ha contribuido nuestro efímero seleccionador Fernando Hierro, el breve, que cuenta cómo citaron a un joven portero en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, llamado Iker Casillas, para que se hiciese el traje oficial de esa temporada. Aquel joven de dieciocho años, deslumbrado, montó en un coche de alta gama con Hierro y Chendo de anfitriones, en dirección a Arturo Soria donde estaba la sastrería.

Cuando le preguntaron dónde vivía y cómo iba a regresar, Fernando Hierro le entregó cinco mil pesetas de las de entonces para que pudiese pagar un taxi. Cuentan, en cambio, que el zaguero, por zagal, se quedó el dinero y regresó a Móstoles en metro y cercanías. Nada es lo que parece, y lo que parece, a veces, no es nada. Y, con esa edad y esas circunstancias, me hubiese gustado saber qué hubiesen hecho otros. Por ejemplo, el mismo Montoro, la misma Montero o un mantero en Montera.

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