El cannabis parece estar disfrutando de los primeros días de una época dorada. Su legalización en Uruguay y en múltiples estados de Estados Unidos permite vaticinar una oleada de negocios verdes que tiene ahora una inesperada vertiente: la construcción. Las fibras de cáñamo han sido utilizadas históricamente para fabricar cuerdas e incluso ropa. Al igual que en esos casos, su papel como material de construcción poco tiene que ver con las propiedades más conocidas del cannabis.
Para empezar, las cepas de cannabis utilizadas para las obras no contienen más de un 0,3% de tetrahidrocannabinol (THC), el componente activo de la marihuana. Se trata de una cantidad ínfima que no produce efecto alguno: las variedades que se utilizan con usos medicinales o lucrativos suelen tener entre un 5 y un 10% de THC.
Por otra parte, según James Savage, uno de los pocos emprendedores del mundo que se han atrevido a utilizar el cannabis como material de construcción, las habitaciones levantadas con fibra de cáñamo huelen diferente, pero no como cabría esperar. “Tiene su frescura”, explica. Savage quiere lograr que el cannabis deje de ser sólo una droga para llegar a colocarlo entre las vigas de las viviendas. Para ello creó Green Built, una empresa especializada en lo que él mismo denomina “una solución sostenible para edificios saludables”.
Desde Green Built, Savage comercializa bloques de ‘hempcrete’, una mezcla de cáñamo y cal que, por sus propiedades, podría plantarle cara al mismísimo hormigón: es aislante, flexible, transpira, es impermeable, resistente al moho y a las plagas y, sorprendentemente, arde mal.
Savage está seguro de que esas propiedades pueden servir para levantar viviendas sostenibles a golpe de cannabis. Por una parte, porque permite que tanto los nuevos edificios como las casas antiguas restauradas (el empresario probó el material por primera vez reformando su propia casa de campo, edificada en 1850) resistan el paso del tiempo e incluso algunas catástrofes.
Además, el ‘hempcrete’ es un material de carbono negativo: su producción absorbe más dióxido de carbono del que genera, ya que el cáñamo es de las plantas más eficientes en este sentido. Así, todo el CO2 destruido durante el cultivo de la planta compensa con creces el que se genera en la fabricación y la distribución del ‘hempcrete’.
No es perfecto y tampoco es un recién nacido (el ‘hempcrete’ fue desarrollado en Francia en la década de los 80), pero los nuevos aires ligados a la legalización del consumo del cannabis podrían, sorprendentemente, propiciar su uso como material de obra sostenible.
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