¿Qué comprarías con un millón de dólares?

El sostenimiento del Estado del Bienestar en los países occidentales recae principalmente sobre una cohorte de población cuyos miembros nacieron entre los años 1946 y 1965. Esta generación, popularmente conocida como la generación del “baby boom”, se encuentra en pleno desarrollo de su carrera profesional y es el momento en el que comienza a provisionar fondos no sólo para su jubilación sino también para la formación de sus hijos que pasan de la niñez a la adolescencia.

En esta coyuntura, la compra de vivienda se convierte en una de las decisiones más extendidas. Es el caso de Canadá, donde el perfil de individuo procedente de la generación “baby boom” tiene un patrón de demanda claro: opta por viviendas cada vez más caras y/o lujosas, con una habitación para la abuela y ahorrando gastos corrientes, especialmente los derivados de criar a sus hijos.

Según un estudio de la filial de Sotheby’s en Canadá, un 30% de la población canadiense es procedente del “baby boom” con unas rentas anuales que se sitúan entre los 300.000 y los 500.000 dólares americanos. Éste es el perfil de comprador de vivienda en zonas Premium como Forest Hill en Toronto (entre 2 y 4 millones USD) o Shaughnessy en Vancouver (entre 2 y 5 millones USD), con parcelas que pueden llegar a superar los 2.500 metros cuadrados.

La situación del inmobiliario en Canadá está a niveles próximos de considerarse como “burbuja”. Hace dos años, una vivienda en un barrio acomodado de Toronto o Vancouver costaba un millón de dólares. Ahora, por esta misma cantidad, un propietario apenas logra comprarse un modesto chalet adosado de menor superficie. Todavía con esta cantidad podría comprarse una vivienda cerca de un colegio en ciudades como Calgary o Montreal.

Con esta coyuntura de precios, las cohortes de población por encima de los 50 años están tomando ventaja en la compra de vivienda de lujo con una revalorización casi instantánea, además de servir como apoyo financiero a los hijos que desean adquirir una vivienda como inversión, destinando entre 800.000 y 1,5 millones de dólares. En suma, se trata de no perder la oportunidad intergeneracional de adquirir un bien que pueda revalorizarse y que, aunque caiga de precio, el valor neto siempre sea positivo.

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