Flores para una boda de cuento

Desde que mi gusto por las flores se volvió una obsesión, Instagram ha sido mi aliado. Así es como di con los bouquets de Holly Chapple y quedé prendada de su trabajo. Las flores y el follaje que utiliza, el dominio del color y el juego en la composición quitan el aliento. Vino a Nueva York a dar unas conferencias y descubrí a la mujer que está detrás de tanta belleza.

Le saltan las lágrimas de emoción al contar una historia, generosa con sus conocimientos, acogedora, así es Holly. Con más de 20 años de experiencia y a la cabeza de Chapel Designers, una red internacional de floristas, marca tendencia en los Estados Unidos. Su último desafío fue diseñar, producir e instalar los arreglos florales para una  boda inspirada en la historia de La Bella y la Bestia. Y me invitó a ser parte de su equipo.

Día 0: Una tarde de Junio llego a Washington DC. Holly me pasa a buscar a la estación y me entero de que ese día llegan las flores a su casa-taller ubicada cerca del pueblo de Leesburg. Durante 15 horas, cinco personas han limpiado e hidratado más 17 mil tallos.

Día 1: Amanezco en Idyll Time Farm, un bed and breakfast que más parece una casa de muñecas. Esa mañana llegan las hermanas Mary y Dawn Coombs de New Jersey y Ozzie Gromeza de Chicago. A Victoria Clausen, Kate Farley e Isha Foss les toma un par de horas por carretera. Rebecca Raymond, aterriza al día siguiente desde Seattle (además de florista, es azafata de Alaska Airlines y se puede dar el lujo de cruzar Estados Unidos). En total somos 21 diseñadores. Nos espera una semana agitada, ya que además de la gran boda, Holly está comprometida con otros dos matrimonios para ese fin de semana y sus respectivas cenas previas.

Por mis manos desfilan distintos tipos de rosas, peonías, alhelíes, hortensias, bocas de dragón, delphiniums, fresias, amapolas, claveles, ranúnculos, margaritas, astilbes, anémonas, lilas, etc. Los arreglos se construyen en recipientes de plástico y espuma oasis, para luego insertarlos en canastos, bases de madera, candelabros o floreros de metal, vidrio o cristal. Los delphiniums y bocas de dragón que, despachados al taller, no corresponden al tono escogido; las rosas blancas no vienen en buen estado y los tulipanes son de baja calidad. Todo va de vuelta al mayorista quien repone los productos. No hay suerte con los tulipanes y habrá que suplirlos con lo que tengamos a mano.

Acomodamos hileras de baldes con agua con las flores adecuadas según la receta (el número y tipo de flores que lleva cada arreglo). Una vez listos, cada diseñador coge uno y se instala en un mesón. Holly y su equipo hace los primeros arreglos que servirán de modelo. Empezamos a trabajar. Los arreglos terminados se distribuyen en cajas y refrigeran. Los primeros arreglos en montarse son centros de mesa para las rehearsal dinners, a la que asisten la familia y los amigos más cercanos de los novios.

El piso se barre varias veces al día. Los papeles y plásticos se ponen en tachos especiales para reciclaje; los tallos y hojas desechadas van a parar a un sector del jardín para compost. Cuando terminan las tareas del día todavía hay luz. Salgo a la calle. El paisaje en el estado de Virginia es de un verdor apasionante.

Día 2: La primera tarea es hacer los centros de mesa en tonos blush, rosa y lavanda para la boda inspirada en la Bella y la Bestia. Hortensias holandesas, rosas Secret Garden (rosas de jardín), Rose Haze (rosas comunes) y Mayólica (mini-rosas), las peonías Sarah Bernhardt, bocas de dragón y alhelíes en recipientes de pie alto y cristal. Cuando termino mi primer arreglo, Victoria (ucraniana avecindada en Baltimore) empieza el tercero. “¿Estás nerviosa Sylvia?”, me pregunta Holly, a lo que yo asiento pues cada arreglo vale 500 dólares. “No te preocupes. Yo también lo estoy”. Respiro aliviada.

Muchas de las flores están el camión refrigerado estacionado afuera de la casa. Ozzie y Evan, marido de Holly, sacan las flores para trabajar. Al contarlas se dan cuenta que faltan 500 rosas. Llaman al mayorista y éste confirma que por un error humano se quedaron en su tienda, que las mandará de inmediato.

Si todas las hortensias se hubieran traído de Holanda hubiese escalado aún más. En su reemplazo, hay hortensias blancas que pintamos con espray color jacinto y lavanda a la sombra de dos hayas en el jardín.

Por la tarde y por primera vez hago boutonnières (flores para el ojal) de los novios y los padrinos. Miro el trabajo de mis compañeros y copio: corto las mini-rosas, cruzo la base del capullo con un alambre y luego lo cubro con cinta verde especial. Reúno un par y añado hojas y pequeños frutos. Una vez terminado, le pincho dos alfileres y lo deposito en una caja con papel de seda. Cada boutonnière debe ser igual al otro y allí radica la dificultad.

Día 3: En casa de Holly nos enteramos de los detalles de la gran boda. Los padres de la novia compraron para la boda una residencia de fines del siglo XIX a las afueras del pueblo New Market, a dos horas y media de allí. Por lo tanto, toda la cristalería y la mecánica para la instalación de los arreglos partirá esa noche. Al final del día, los arreglos se guardarán en el camión refrigerado de acuerdo al orden de producción. Baldes con flores, follaje y utensilios para trabajar se repartirán en las camionetas.

Es el momento de colocar las flores más delicadas en arreglos. Una granjera de la zona trae amapolas y guisantes de flor recién cortadas. A las peonías más abiertas se les coloca pegamento especial para que no pierdan sus pétalos. Otro grupo se aboca a cubrir con flores las estructuras hechas a medida para la cruz y los bancos de la ceremonia, los portales de la casa y los costados del escenario donde tocará la orquesta. A 6 de la tarde, Holly termina los bouquets de las tres novias.

Día D: Nos levantamos a las 4:30 de la mañana. Una hora más tarde estamos desayunando donuts y bagels en la cocina de Holly. Distribuidos en grupos, los diseñadores tenemos un checklist con las tareas y el timing a realizar. Cargamos las camionetas y dos horas después estamos en New Market.

En el jardín delantero de la casa se servirá el cóctel y las flores son en tonos más estridentes: fucsias y violetas en floreros dorados. El frontis de la casa y la puerta trasera se adornan con majestuosos arreglos en urnas y guirnaldas. La comida se servirá bajo una carpa en el jardín trasero. Isha y Victoria trabajan haciendo una cascada de flores en la mesa principal. Se ha cortado la copa de dos árboles para que cupieran bajo la carpa y se decoran también con flores.

Lo primero en estar listas son las mesas. La vajilla de porcelana tiene motivos florales, los cubiertos son dorados así como los manteles, el menú viene impreso en papel y hace las veces de individual. Bajo campanas de cristal hay una rosa y el número de la mesa.

Son casi las 3 de la tarde. Estamos sobre la loma, dando los últimos toques a la cruz, la reja de fierro, los bancos, cuando aparece la familia. Los invitados han llegado antes de los previsto y ellos quieren adelantar la sesión de fotos. Con diligencia esparcimos los pétalos de rosa en el pasillo y desaparecemos.

Regresamos a Leesburg agotados pero dichosos. En mi caso, era la primera vez que participaba en la producción de matrimonios con diseñadores de Chapel Designers. La experiencia tanto profesional como humana de trabajar bajo el alero de Holly Chapple se resume en una palabra: ¡amazing! (Todas las fotografías: Sylvia Bustamante).