Estrés es un término psicológico que, por desgracia, nos suena familiar a todos. Y a estas alturas del año, si aún no te has ido de vacaciones, más todavía. En general solemos hacer un autodiagnóstico bastante acertado cuando decimos que “estamos estresados”, pues la mayoría de los síntomas son fácilmente reconocibles. Sin embargo, algunas personas tienen más dificultades que otras para identificar y reconocer las señales que su propio cuerpo les envía. En estos casos, para cuando llegan a darse cuenta qué es lo que les está sucediendo, su problemática ya se ha vuelto más compleja y profunda. Por eso, el primer paso para combatir el estrés es identificarlo adecuadamente.
A nivel cognitivo, lo más frecuente es pensar en términos catastrofistas y tener numerosas preocupaciones, dudas e incertidumbres. Igual que las vacas rumian su pasto, nosotros sufriendo estrés le damos vueltas y vueltas en la mente a las hipotéticas situaciones negativas que puedan producirse y a un sin fin de ideas pesimistas sobre el devenir de nuestro futuro. Desde el punto de vista emocional, lo que sentimos es ansiedad, miedo, inquietud y desasosiego. También nos sentimos tristes e indefensos, sumidos en una sensación de nerviosismo muy incómoda y muy presente.
Todo ello se traduce en frecuentes y variados síntomas fisiológicos como ritmo cardíaco acelerado, palpitaciones, sensaciones puntuales de calor o de ahogo, respiraciones superficiales y entrecortadas, dolor de estómago o problemas intestinales, dolores de cabeza o mareos, dificultades para conciliar el sueño… Y, como no podía ser de otra manera, nuestro comportamiento también se resiente: acusamos la falta de descanso con menos atención, nos bloqueamos, estamos más irascibles, nos cuesta disfrutar de las cosas y experimentamos muchas dificultades a la hora de tomar decisiones.
Como ves, el estrés puede llegar a resultar muy incapacitante, sobre todo si es muy intenso o si, a pesar de no serlo, se mantiene constante durante un periodo de tiempo prolongado. A eso me refiero con lo de vivir sometido a ‘demasiado’ estrés. Porque en esencia, el estrés no es siempre y necesariamente malo. En realidad todo cambio vital supone, de algún modo, un estrés para nosotros, y es obvio que no todos los cambios nos conducen a una peor situación, más bien todo lo contrario. Un cambio de trabajo, una mudanza, organizar una boda o un viaje… Son muchos los acontecimientos que valoramos muy positivamente y que también nos suscitan estrés.
¿Qué es lo que hace, entonces, que el estrés sea tan perjudicial para nuestra salud física y psicológica? El estrés nocivo es el que aparece cuando nuestras capacidades de afrontamiento se ven superadas. Ya sea porque se nos presentan muchos pequeños problemas que resolver a la vez, muchos cambios, o porque el tema que se nos avecina parece muy gordo y puede afectar a muchas parcelas de nuestra vida. Un poco de estrés nos pone a tono, pero mucho estrés nos desborda y nos debilita. Por ejemplo, resolver un conflicto que abordamos con cierto nivel de activación nos hace sentir eficaces, pero la sensación de tener mil fuegos delante y no saber cómo apagarlos nos frustra hasta lo patológico.
Ahora que inauguramos época estival y que disfrutamos de las vacaciones más largas del año, es cuando la mayoría de nosotros podemos dejar nuestra rutina habitual a un lado y podemos tomar distancia. Por eso, el verano es el momento ideal para hacernos cargo del estrés que hemos acumulado durante todo el curso y aprender a gestionarlo de modo que dejemos de ser tan vulnerables ante él. ¿Sabes cómo hacerlo? Esta es la propuesta que yo te hago, prueba algunas de estas claves infalibles ahora que el verano te permite estar mas tranquilo para ensayar nuevas herramientas:
Si nada de esto te funciona o si no consigues poner en marcha estas herramientas de manera autónoma, es posible que estés demasiado bloqueado o que tengas dificultades para interpretar tu realidad con mayor flexibilidad. Quizá con una simple consulta a un profesional consigas reencauzar esta tendencia y disfrutar más de tu vida. Te dará unas pautas muy similares a las que ya has leído, pero sabrá cómo guiarte de modo individualizado, acorde a tus necesidades y a tu estilo de personalidad.
Recuerda que lo que nos afecta no es exactamente lo que nos ocurre, es lo que pensamos acerca de lo que nos ocurre. Este pequeño mantra me sirve personalmente para salir de más de una situación de agobio, antes de verme desbordada.
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