¿Cómo funciona el cerebro de un psicópata?

El trastorno de personalidad antisocial o psicopatía se define mediante un patrón generalizado de desprecio y de violación de los derechos de los demás. En lo conductual, es decir, en lo más fácilmente observable “desde fuera” suele reconocerse con relativa facilidad a través de síntomas como el incumplimiento reiterado de las normas sociales establecidas, el engaño, la impulsividad, la irritabilidad, la conducta agresiva, la constante irresponsabilidad o la ausencia total de remordimiento con respecto a situaciones en las que se pueda haber herido o maltratado a alguien.

Este último es quizá el síntoma más llamativo del denominado psicópata del que a menudo nos hablan en los medios de comunicación: la capacidad para actuar impunemente, totalmente desprovisto de emociones como la empatía o la culpa. Además de que la psicología clínica ya dispone de investigación empírica y de herramientas suficientemente eficaces para el diagnóstico de este tipo de trastorno de personalidad; la neurociencia arroja también, desde hace algunos años, importantísimos datos sobre la psicopatía, sus posibles orígenes orgánicos y su implantación a nivel cerebral.

Si la conducta psicopática es manifiestamente reconocible a nivel psicológico, los neurocientíficos nos dicen que el cerebro psicopático también lo es. En concreto, un estudio publicado recientemente en la revista científica The Lancet Psychiatry revela que, ante tareas que implican aprendizaje, la actividad cerebral de un psicópata muestra diferencias considerables con respecto al cerebro de una persona “sana”.

Un equipo de expertos registró la actividad cerebral de un grupo de psicópatas (encarcelados por delitos violentos) y otros dos grupos de control (un grupo de presos también delincuentes violentos pero sin diagnóstico de psicopatía y otro grupo de personas consideradas “sanas” y sin ningún contacto con el ámbito penitenciario) mediante resonancia magnética funcional, mientras se solicitaba a los participantes en el experimento que realizaran una serie de tareas. En estas tareas se ponían en marcha procesos de aprendizaje en función de los cuales los sujetos experimentales podían recibir premios o castigos, ganando o perdiendo puntos en determinados juegos. Pudieron observarse varios fenómenos que llamaron la atención de los investigadores:  

En primer lugar, en el grupo de los psicópatas dos áreas cerebrales se activaron de manera de manera extrañamente elevada cuando eran castigados en el juego de manera inesperada; en concreto, se registró actividad más elevada que en los grupos de control en el giro cingulado posterior (área del córtex cerebral que se activa en relación a la modificación de la conducta ante un estímulo inesperado) y la ínsula anterior (área cuya activación se relación con los procesos motivacionales).

¿Qué quiere decir que estas estructuras corticales no funcionaran de acuerdo a lo que es habitual? Pues bien, cuando se han estudiado anteriormente cerebros con daños en estas áreas se demostró que su funcionamiento anormal provocaba que las personas, en este caso los delincuentes violentos con diagnóstico de psicopatía, cometieran excesivos errores a la hora de tomar decisiones cuyas consecuencias pudieran ser negativas.

En segundo lugar, cuando los participantes eran premiados por sus éxitos en las tareas experimentales, los cerebros de psicópatas y no psicópatas también mostraron importantes diferencias. Ciertas anormalidades de funcionamiento en la materia gris (implicada en el procesamiento de la información) y en las fibras nerviosas de la materia blanca (encargadas de la coordinación de la información entre distintas áreas cerebrales) sugieren que las personas con diagnóstico de psicopatía podrían cometer importantes errores de cálculo al sopesar las consecuencias de sus decisiones antes de tomarlas – un proceso de orden superior que es característicos del ser humano y que nos permite tomar decisiones de manera eficaz y adaptativa para nuestros propios intereses.

Según los investigadores los cerebros de los criminales violentos con diagnóstico de psicopatía que participaron en este experimento demostraron tomar decisiones anticipando única y exclusivamente las consecuencias positivas y dejando de lado las potenciales consecuencias negativas. Es decir, los psicópatas no valorarían sus decisiones en base a sus contras sino únicamente en base a sus pros. Estos datos pueden ayudarnos a entender la base cerebral de las acciones impulsivas de un criminal violento con diagnóstico de psicopatía que, sumadas a su frialdad, irascibilidad y agresividad premeditada, les convierten en delincuentes altamente peligrosos con una conducta claramente desviada de la norma social.

Huelga decir que no pueden tampoco generalizarse estas conclusiones al conjunto de personas con diagnóstico de personalidad antisocial o psicopatía, pues no todos ellos son violentos y mucho menos criminales; pese a la imagen que habitualmente se ofrece de este trastornos de personalidad en cine y medios de comunicación. Lo que sí es relevante, en cambio, es que en la muestra de participantes en este estudio sólo se consideró la presencia de varones y es que los datos de incidencia poblacional corroboran que el número  de mujeres con personalidad antisocial y violenta es comparativamente escaso con respecto al número de hombres.