Además de por sus efectos de alisado inminente, el bótox ha demostrado tener efectos secundarios de felicidad en las personas. La razón se encuentra en los hábitos musculares de la propia cara, que condicionarán nuestro estado de ánimo.
El bótox es uno de los recursos más habituales de la medicina estética y los españoles somos, además, de los mayores consumidores, ya sea en su versión quirúrgica o no quirúrgica. En el año 2014 la ISAPS (Sociedad Intenacional de Cirugía Plástica y Estética) nos situaba en el quinto puesto dentro de una encuesta realizada a especialistas en 95 países de todo el mundo.
Aunque clásicamente se entiende que la expresión es consecuencia de la emoción y no al revés, lo cierto es que existe una bidireccionalidad mayor de lo que pensamos entre las posturas o las caras que ponemos y el sentimiento generado en nuestro complejo mundo interior.
Ya Darwin en su día teorizó acertadamente sobre el modo en que la postura afecta a la emoción, pero fue el académico Willian James, de la Universidad de Harvard, quien dio verdadera forma a la teoría que explica que “el pájaro no canta porque sea feliz, sino que es feliz porque canta”. Esto significa que modificando forzadamente el gesto, cambiaremos también el estado de ánimo, al verse el cerebro obligado a reinterpretar el porqué de nuestra nueva expresión.
Aplicadas estas teorías al uso estético del bótox, encontramos que uno de los efectos más comunes es el de minimizar las arrugas del entrecejo, a base precisamente de no fruncir el ceño (o de “no parecer enfadado”). Este hecho no ha pasado desapercibido a los científicos y hace ya algunos años un grupo de psicólogos de la Universidad de Cardiff, en Wales, realizó un estudio para ver la posible relación entre el empleo de bótox y la ansiedad o la depresión.
En su investigación, Michael Lewis y sus colegas demostraron que la generación de emociones no se supedita al cerebro, sino que existen otros factores que pueden intervenir en gran medida, como la musculatura facial.
En las 25 mujeres de su muestra, de las que sólo a la mitad se les administró el bótox en el entrecejo, observaron los siguientes efectos:
Con este tipo de estudios ya tenemos la excusa perfecta para ponernos bótox sin pudor. ¡Todo sea por mantener la salud y una buena sonrisa en la cara! Eso sí, siempre acudiendo a un profesional cualificado y a un centro médico homologado para hacerlo de manera adecuada.
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