Si bien es cierto que la sociedad ha aceptado la homosexualidad, a la hora de la verdad, pocos padres esperan enfrentarse a la realidad de tener un hijo homosexual. Esto lleva a mitificar la homosexualidad y convertirla en un tema tabú frente a sus hijos. Sin embargo, mantener una actitud más abierta ahorraría a los padres algunos motivos de preocupación innecesarios, como los juegos de niños cuando estos tienen algún componente exploratorio o sexual.
Explorar, jugar a médicos y… experimentar
Hace pocas semanas una madre escandalizada (llamémosla Madre 1) reportaba a otra (Madre 2) cómo “había pillado a las niñas jugando a médicos”. Esto es: niñas de siete años desnudas y haciéndose entre ellas exploraciones y tocamientos en la habitación.
Madre 1: “He regañado a mi hija muy en serio y le he dicho que eso no está bien y que no lo puede hacer. A tu hija no le he dicho nada, aunque sí me ha oído regañar a la mía y quizá se siente avergonzada. Me he imaginado que estaban haciendo algo malo porque habían cerrado la puerta de la habitación. Además, creo que se podrían hacer daño porque tenían un boli”.
Madre 2: “Bueno, mujer, estas cosas son normales, no te vayas a asustar o escandalizar. Están experimentando y jugando. Tampoco quiere decir nada. Luego hablaré yo con mi hija”.
En el camino a casa, Madre 2 le pregunta a su hija. “La madre de tu amiga me ha contado lo de hoy. ¿Me lo quieres contar tú? ¿Qué ha pasado?”
Hija: “No, mamá. No quiero hablar de ello. No lo voy a volver a hacer”, dice la niña.
Madre 2: “Bueno, hija, tranquila. Que no te estoy regañando, sólo preguntando, ¿vale?”, aclara.
En casa, y tras dar vueltas al asunto, Madre 2 se lo cuenta a su marido.
Madre 2: «…y resulta que se habían metido en la habitación las dos y la madre no veas cómo se ha puesto. ¿Qué hacemos?”
El padre se sonríe y sonroja por la falta de experiencia ante tales incidentes, pero ambos llegan a la misma conclusión: no le van a decir nada a su hija porque consideran que no ha hecho nada malo. Y tienen razones para hacerlo, porque, tras la situación generada, la niña piensa que ha hecho algo reprobable o incluso “sucio”, porque se siente avergonzada. Y porque, si lo hicieran, estarían reforzando la idea de que ha pasado algo grave, cosa que no es.
La censura es de los padres
Por más que quieran negarlo algunos padres, las experiencias homosexuales (sobre todo en la infancia), son habituales y toman forma a través de juegos en los que muchas veces los propios niños desconocen el componente sexual.
Así lo explica la sexóloga Lorena Berdún a propósito del episodio entre las niñas de Madre 1 y Madre 2: “Pillar” a un niño haciendo cosas con alguien de su mismo sexo puede ser algo normal, que no define a ese niño como homosexual. Los niños tienen comportamientos de ese tipo sin mayores implicaciones: quieren experimentar, jugar… a veces incluso ni saben qué están haciendo.
¿Cómo abordar el tema con ellos?
Al igual que Berdún, los demás expertos coinciden en la conveniencia de hablar a los niños de sexualidad a medida que se interesen y pregunten por el tema, siempre del modo en que ellos lo puedan comprender mejor y nunca evitar las preguntas que nos hagan. Respecto a la homosexualidad, lo adecuado sería naturalizarlo y explicar a los niños la existencia de relaciones de pareja entre miembros del mismo sexo, entrando en más o menos detalles en función de su edad y capacidad de comprensión.
Haciéndolo así nos ahorraríamos muchos problemas de homofobia social y, concretamente en el entorno educativo de los niños, algunos casos de bullying y acoso escolar que se ceban con un niño por ser diferente, como pueda ser dando muestras abiertas o indicios de homosexualidad.
Así lo ven los niños
La homosexualidad está cada vez más normalizada en nuestra sociedad, hasta el punto de que los países desarrollados han posibilitado el matrimonio homosexual favoreciendo así nuevos modelos familiares con los que los niños, poco a poco, se van familiarizando. De este modo lo entienden en muchas escuelas, donde comienzan a enseñarlo, para complacencia de algunos y escándalo de otros, generalmente estos últimos provenientes de los sectores más conservadores y que reniegan de llamar matrimonio a una unión entre dos miembros del mismo sexo. Pero, ¿cómo lo viven los propios niños?
Los niños no tardan en saber que existe, por más que vivan en el seno de una familia con un modelo parental tradicional. ¿Cómo no, si lo tienen tan a la vista? En la tele y en horario diurno, en programas tan accesibles a los niños como el culebrón diario, es fácil encontrar tramas acerca de la homosexualidad y sus tabús, mostrando escenas explícitas en las que dos hombres o dos mujeres se besan y hacen alarde de una pasión, generalmente rodeada de dificultades, eso sí.
Sin embargo, cuando los niños, como sucede en este caso, son testigos de un modelo de relación homosexual, aunque alguno no lo crea, lo cierto es que tampoco le dan tantas vueltas y, lejos de escandalizarse, lo toman de una forma mucho más natural que los propios adultos, porque se fijan más en el aspecto relacional y de los sentimientos que en el meramente sexual (este último, por otra parte, aún no lo entienden si son pequeños).
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