¿Por qué se crean tantos bulos sobre el coronavirus?

En situaciones de alarma como la pandemia provocada por el Covid-19 se difunden muchos bulos. ¿Por qué?

Ana Villarrubia. 13/03/2020

El coronavirus nos ha puesto a todos a prueba. En función de la personalidad y las circunstancias de cada uno de nosotros, esta situación está testando nuestras habilidades cognitivas a nivel de raciocinio. También nuestras potenciales herramientas para el autogobierno, la valoración de los bulos, nuestra tendencia a la hipocondría y nuestra capacidad de autorregulación emocional. Al mismo tiempo, probamos nuestra sensación de control, la coherencia con la que pensamos y nos comportamos y, en muchos casos también, cuando la vida diaria se ve directamente afectada, también se está evaluando hasta el extremo nuestra capacidad de adaptación.

Además, y puesto que parece que esto va para largo, hablaremos en no demasiado tiempo de hasta qué punto esta crisis pandémica global, además de afectar a lo primordial, a la salud física, y también a la economía, va a terminar por afectar a nuestra salud emocional. La protección que nuestro equilibrio psicológico y nuestros niveles de resiliencia nos brindan pueden pasar desapercibidos cuando la vida sigue y cuando lo urgente puede a lo importante.

Pero también brilla con todo su esplendor en el momento en el que nos encontramos, a la fuerza, con nosotros mismos, y con la soledad. Veremos cuáles son los estragos psicológicos de esta situación, algo de lo que aún no se habla pero de lo que seguro se hablará en unas semanas, algo que no solo me interesa como profesional de la psicología sino también, de forma genuina, como ejercicio de autoevaluación.

«Ante lo desconocido el ser humano necesita información»

Pero ya llegaremos a eso. Ahora, por el momento, entre el maremágnum de reacciones más o menos incomprensibles que la sociedad, de manera creo yo que compresiva, ha llegado a manifestar – como estrategia de afrontamiento automática e impulsiva frente a la alarma de la cuarentena, frente a la incertidumbre, a la incoherencia y el desconocimiento – asistimos ojipláticos ante otro tipo de actitudes, estas ya no tan comprensibles, como las de querer rizar el rizo y enredar aun más la situación.

Ante lo desconocido el ser humano necesita información y algunas pocas certezas que activen su comportamiento mas racional.  Sin embargo, en situaciones de crisis tienden a proliferar bulos y mentiras que, lejos de llamar a la calma, promueven la confusión y descontrol.

«Ser instigador de bulos tiene motivo»

¿A quién le interesa inventarse un bulo? ¿Qué sentido tiene alarmar a toda la población, o tratar de hacerlo, cuando no existe una ganancia aparente en tal absurdez? Es más, si la mayor parte de estos bulos se propagan por las redes y de forma anónima, ¿qué gana alguien por sembrar el caos si ni siquiera va a poder atribuirse la autoría de ello?

Pues bien, estos comportamientos aparentemente incomprensibles, lo cierto es que sí obedecen a cierta lógica desde la paradoja de lo psicológico y la irracionalidad que, lo queramos o no, rige muchas veces la conducta humana. Ser el instigador de bulos y falsedades puede deberse a diversos motivos:

1. Afán de notoriedad

El afán de notoriedad es el primero de ellos. No importa que mi “hazaña” quede en el anonimato, el mero hecho de saber que hay personas a las que mi mensaje ha llegado, a quienes ha alterado y en cuyas vidas ha interferido, alimenta una especie de ego, maquiavélicamente absurdo, pero ego al fin y al cabo. Si los demás están pendientes de aquello que yo promulgo, mi narcisismo se ve de un modo u otro reforzado. La sensación de trascender e influir en la vida de los demás es un aliciente para todas las personas, y esta es la perversión de tal capacidad de influencia y de tal sensación de trascendencia.

2. La manipulación

Además, las personas con elevadas y sofisticadas dotes para la manipulación se ven gratificadas por el mero hecho de poner en práctica esas habilidades. El que es manipulador lo es en cualquier ámbito de su vida, y de manera automática fuerza situaciones en las que promover su propia sensación de control y su propia sensación de poder al ser capaz de interferir notablemente en la vida de los demás.

3. Deseo de dañar

También hay intereses espurios, motivados por el deseo de dañar o perjudicar a un tercero. Muchas veces, a través de un bulo se genera desconfianza en el sistema, en el gobierno, en determinadas instituciones o en un partido político en concreto. Es difícil de probar el origen y la función de un bulo en este escenario del coronavirus, como en otros muchos, pero no es infrecuente que algunas mentiras se hayan construido de una forma estratégica por parte de quien quiere perjudicar pasiva y sibilinamente a otros. Si por el camino se cargan la confianza de la sociedad o si alteran emocionalmente a alguien, eso les importa muy poco.

4. La maldad en sí misma

Otro motivo por el que alguien puede disfrutar haciendo el mal es la maldad en sí misma. Sí, hay personas que disfrutan perjudicando a los demás, personalidades con marcados rasgos antisociales que instrumentalizan a los demás por el sádico placer de disfrutar con ello. Ver cómo otros modifican sus comportamientos o sufren puede ser, por desgracia, un deporte habitual para algunas personalidades con una peligrosa combinación entre características psicopáticas y también narcisistas.

5. El propio morbo

O, sin maldad ninguna, también el propio morbo alimenta la creación de noticias falsas y la construcción de fantasmas. En una situación en la que existe incertidumbre y desinformación, el bulo viene a ser la herramienta de la que la persona dispone para “rellenar” las piezas del puzle que faltan. Colocarse en un escenario apocalíptico es tan morboso como excitante para algunas personas que gozan con el cotilleo y se sienten importantes participando de él.

6. El miedo alimenta al miedo

Por último, el propio miedo se alimenta de más miedo. Sin ninguna intencionalidad cuestionable, sin ningún interés de manipular o dañar, muchos bulos son difundidos desde el pánico, desde el alarmismo y con la intención de alarmar a los demás, no para dañarles, sino con intención de prevenir. La persona siente que se encuentra en un escenario verdaderamente extraordinario y, profundamente asustada, cree que asustar a otros es la forma de combatir el peligro desde la unión.

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