Tomarse un año sabático en el matrimonio… ¿Funciona?

A posteriori y con la firma de un buen contador de historias la narrativa se endulza. Todo suena mejor sobre el papel que cómo realmente se experimenta en una sesión de terapia. Ya en los años noventa esta técnica, que nace de la combinación y la adaptación para la terapia de pareja de otras herramientas que ya habían demostrado ser eficaces en terapia individual, tuvo un gran impacto mediático. Algunos libros y cientos de artículos han defendido la idoneidad de esta estrategia como salvadora de un matrimonio en apuros.

La pausa marital se plantea –y publicita– como una herramienta eficaz para prevenir un divorcio. Sin embargo, no es esta la finalidad terapéutica con la que un profesional  de la psicología y especialista en terapia de pareja prescribe tal cambio después de un análisis profundo de las dinámicas de relación de una pareja y de la naturaleza de sus conflictos.

Desde el punto de vista terapéutico no concibo esta pausa marital si no es en el contexto de un divorcio que parece inminente, aunque genere un miedo lógico. Separarse es una decisión tan drástica como difícil de tomar, y por ello ese paso de la separación previa puede ser una vía mas sencilla para explorar la vida por separado; aliviando la presión y los conflictos de la convivencia que, llegados a ese punto, es obvio que se ha deteriorado ya hasta el límite. Darse un tiempo que, en principio, no es definitivo, ayuda a tomar la decisión sin proyectarse en el incierto largo plazo.

Solo en casos en los que se aprecia un bloqueo grave y una incapacidad para tomar una decisión en uno u otro sentido, con parejas que no consiguen comprometerse ni con el sí ni con el no, les puede ser de utilidad tomar aire para después reencauzar todo lo que sea necesario. Ahora bien, ¡para eso tampoco hace falta que se trate de un año entero! Un año es un periodo suficiente como para elaborar y superar una pérdida, como para cambiar incluso los planes de vida. Desde tal distancia todo pierde sentido, el proyecto de vida común pasa a un segundo plano, y no hay lugar para la empatía. El uno sin el otro pueden fortalecerse, por separado. Pueden darse cuenta de que son mas independientes o mas capaces de lo que penaban, pero nada de eso favorece que ambos como pareja se apoyen, se motiven, se impulsen o crezcan juntos; que es precisamente lo mas deseable que ocurra en una pareja y la mejor garantía de que funcionará satisfactoriamente y por mucho tiempo.

En el mejor de los casos es posible que ambos se echen de menos y que se reencuentren con fuerzas e ilusiones renovadas… Pero, eso sí, ¡prácticamente con los mismos problemas que volverán a manifestarse en el día a día y que sigue siendo necesario solucionar! Algún conflicto puede disiparse por el mero hecho de dejar de concederle tanta relevancia o de flexibilizar la postura que uno tiene, pero para eso hace falta mucho más que estar simplemente separados, hace falta un trabajo psicológico en profundidad. La distancia controlada sirve solo ganar algo de perspectiva. Luego hay que ponerse a trabajar de nuevamente. Porque, por norma general, los conflictos no se arreglan solos. Por ello la pauta en las separaciones terapéuticas suele ser que no duren más de 3 meses.

Además, como media drástica donde las haya, el año sabático en la pareja no está exento de riesgos que uno solo no siempre es capaz de anticipar y valorar de antemano. Lo que es mas probable que ocurra es que todas las conductas y actitudes que antes necesitaban de un ajuste para el otro después se hayan radicalizado. Es decir, que ambos se reencuentren desde trincheras aún mas alejadas y sin ver la necesidad de tener que hacer ningún tipo de cambio. La pareja exige ajustes, peticiones, y renuncias, además de gestos de complicidad, intimidad, cariño, admiración… Y mucho, o bastante, tiempo compartido. Si uno no está dispuesto a todo esto, entonces da un poco igual retrasar la separación dejando un año sabático de por medio.

Si lo que se desea es que la pareja perdure y ésta se encuentra en una situación límite, entonces existen otras técnicas, desde la terapia de pareja, para solucionar las cosas sin tener que renunciar a la convivencia. Contamos con técnicas eficaces para aliviar tensiones y permitir a ambos miembros de la pareja el tiempo y el espacio suficientes para que puedan generar nuevas dinámicas de relación, incluir cambios en sus rutinas, modificar y ordenar sus ideas para seguir tomando decisiones.

Normalmente, tanto en el ámbito individual como en el de la pareja, evitar el afrontamiento de las dificultades no es una opción recomendable. Al evitar afrontar y solucionar un conflicto no desplegamos ningún tipo de estrategia de afrontamiento adecuada, eficaz o adaptativa. Y, en caso de no disponer siquiera de ese tipo de habilidades, desde la evitación tampoco llegamos nunca a ensayar y aprender nuevas formas de actuar. Al contrario, aliviamos la ansiedad sin necesidad de mover un dedo, y ese sí que es un aprendizaje nefasto; algo nada recomendable para incluir en nuestra mochila de recursos adquiridos.

En definitiva, si para algo puede ser útil este marriage sabbatical es para tomar la decisión de separarse de manera menos ansiosa, más consciente, estando uno mas convencido, habiendo tenido tiempo para elaborar la decisión y decidirse a ese cambio sin vacilaciones y también sin culpa. Ahora bien, si uno de los dos en la pareja ya tiene bien claro que ha perdido ese amor, esa atracción, ese afecto, esa admiración… Entonces es ya muy complicado redefinir un proyecto de vida en común. En ese tipo de casos uno no tiene ganas ni de darse tiempo, tiene muy claro que no ve su futuro vinculado a la otra persona, no ve posibilidades de crecimiento a su lado. Puede doler por el afecto, la familia o la historia que a ambos les une, pero es un dolor muy diferente al que causa la ruptura no deseada.

Las personas cambian, y sus circunstancias también, por eso el amor que un día existió puede que en algún momento vuelva a resurgir, pero habrá de ser en un momento vital distinto, sintiéndose uno distinto, y también con unas circunstancias de vida diferentes.