Cruceiros, entrañable arte popular gallego

Con días tristones impresionan más estos cruceiros que te encuentras. Hay que acercarse a ellos caminando, para que no se pierda la magia- en márgenes de caminos, encrucijadas, o lugares de difícil acceso-. Surgen entre la niebla, mientras recuerdas bajo el orballo los versos de Rosalía de Castro. Son desgastados por el tiempo y el clima, reproduciones en granito de la Pasión, aunque su intención no fue sólo religiosa.

Los más antiguos datan del siglo XIV, pero su origen arranca casi de la prehistoria y se alzan donde antes hubo otras devociones paganas. Su ‘antepasado’ es el miliario romano. La iglesia los ‘adoptó’ colocando en su parte más alta pequeñas cruces que dieran explicación cristiana a los poderes milagrosos que la gente les atribuía.

Protegían a los caminantes. La cruz pasó con el tiempo a ser motivo principal. Los más conocidos son de Pontevedra. Pero Lugo -sobre todo alrededores de Viveiro- los tiene numerosos, en su mayor parte desconocidos; nada menos que 57. Cerca se descubrió la primera cruz de piedra gallega que debe datar del siglo VI, pues Galicia fue cristianizada tardiamente, en comparación con otras regiones peninsulares.

Hay dos clases de ‘cruceiros’. Los de forma griega, de lados iguales, herederos de las cruces de piedra céltico-británicas, y los de brazos desiguales propios de la tradición latina. Por los caminos de Galicia se encuentran cientos. Desde los sencillos, coronados por una cruz lisa, hasta los muy barrocos. Lo normal es que en una de sus caras te mire el Crucificado y en la otra la Virgen que suele ser casi siempre la de los Dolores.

Ella es protectora de caminantes y en algunos, como el de Combarro, aparece con un gran garrote (dicen que para castigar al maligno). En los capiteles figuras simbólicas, como serpientes (recordando el pecado original), y en las columnas el santo protector del lugar, o las desnudas figuras de Adán y Eva expulsados del Paraíso.

Fue Castelao quien les prestó más atención (‘As Cruces de Pedra na Galiza’). Según él no es creación gallega, aunque se convirtiera en su monumento más representativo. A España llegaron de la mano de órdenes mendicantes, siendo su gran difusor San Vicente Ferrer. No todos los escritores los apreciaban y así la Condesa de Pardo Bazán acabó con los de Mondariz, porque según ella ‘deshonraban’ el balneario.

Los más impresionantes seguramente son los de Noia o el de Hío (en las provincias de A Coruña y Pontevedra). Son los más originales de Galicia. Se trata de ‘Desencravos’ (Descendimientos). Un hombre subido en escaleras con herramientas baja al Cristo muerto mientras al pie de la cruz la Virgen llora desconsolada. Suavemene, como la lluvia.

PROTEGIENDO AL VIAJERO
«Como chove miudiño,
como miudiño chove,
pola banda de Laiño,
pola banda de lestrove».